Cae la noche sobre una selva que solo oscurece donde la sombra celosa de los árboles acapara su espacio como anciano avaro con las monedas de una herencia que le da terror dejar. Los ruidos de la selva suelen aumentar proporcionalmente ante la disminución de la luz y los iris de los depredadores son luciérnagas asesinas volando en sincronía. Los monos aulladores le hacen honor al nombre puesto por unos bípedos menos útiles y quiero pensar que se abrazan entre ellos mientras se gritan ruidosos versos soeces.
La selva es un ente vivo, es la suma de sus partes que se mueven en oleadas, susurros de viento, aleteos de murciélagos en picadas kamikazes ante los bufidos despectivos de coloridas y adormiladas aves. El siseo de temores reptantes entre hojas secas me erizan los vellos de la nuca, toda esta exuberante vida no ve con buenos ojos a quienes no tenemos nada que hacer entre ella, somos intrusos, excepciones, el tío incómodo que intenta hacerse el gracioso en las fiestas familiares y la selva es esa mueca que desea parecerse a una sonrisa por la cortesía a un pariente o el temor de la mirada de “consecuencia” de tu madre, convives, no vives, no eres querido, apenas y eres tolerado.
Quizá no debí venir, cazar historias y leyendas es muy divertido cuando no tienes que meter tus zapatos En medio de la nada y cuando tus manos no están ocupados en golpearte rítmicamente tratando de matar las pequeñas sanguijuelas voladoras que tratan de desangrarte como si fueras la única fuente de alimento en toda la selva.
Según las historias mayas ella es una princesa, o una bruja, o un demonio hecho mujer, la maldición de xibalbá, o el sueño erótico de un adolescente en pleno despertar. se le presenta de diferentes formas y en ocasiones la confunden con la Xtabay pero no es ella, ni remotamente se acerca, es más, pareciera que la confusión es a propósito para evitar que la busquen.
La primera vez que escuché de ella fue producto del alcohol, el borracho del pueblo se jactaba de haberla visto y hasta de haberla besado, cosa que ser verdad, significaría que el sujeto no estaría a la orilla de la cantina intercambiando historias por jaiboles pero, eso lo sé ahora, en ese momento, a lo mucho creía que era un delirium tremens o una desbocada imaginación. Cuando se lo conté a quién nos vendería las tierras empezó a reír nerviosamente y dijo que las historias de los lugareños eran sólo eso, historias confusas de leyendas ancestrales pues no había tal mujer como Besoblanco y sí muchas historias de la Xtabay. Para su mala suerte, la curiosidad es uno de mis peores vicios y el hecho de que se refiriera a ella como Besoblanco, sin que yo hubiera dicho ninguna referencia pues nunca había escuchado el nombre, despertó en mí, esa ansia por conocer cada trozo de la historia y desenredar la madeja que se formaba en mi cabeza cada vez que me encontraba con una situación así.
La leyenda de la Xtabay y su conexión con el axis Mundi de la ceiba roja es una historia contada por casi todas las culturas, aunque la conexión con el inframundo, o la forma en la que pierde a los hombres varíe en forma pero no en fondo, por ejemplo, en todas las historias aparece una dama de cabellera espléndida, de belleza etérea que atrae al hombre y lo desaparece, sí, sí, hay atracción, deseo, feromonas volando al viento y una femme fatal que termina haciéndote pagar tu debilidad hormonal.
Besoblanco era distinta, también aparecía en una ceiba pero no para desaparecerte, según lo que había escuchado, sólo se manifestaba cuando no había nadie que pudiera atestiguar su presencia, en otras palabras, cuando uno estaba solo en medio de la nada, Besoblanco aparecía y era la encarnación de una fantasía que ni siquiera sabías que tenías, no se le aparecía a los hombres con el fenotipo que les atrajera, no era ese delicado y sutil sonrojo de la tez de porcelana enmarcado con cabellera azabache brillante, no, nadie sabía el color del cabello de Besoblanco, o de sus ojos, ni si era alta o era baja, en lo único en lo que todos concordaban, era en la vaporosa vestimenta blanca que no dejaba pie a la imaginación y en la soledad en la que siempre aparecía para acompañarte en la tuya.
así que aquí estoy, en medio de una selva que me mira con ojos de depredador a punto de cenar, en medio de montes que que dicen que no son montes sino vestigios mayas recubiertos de siglos de polvo, hojas y demás productos selváticos que fueron recuperando lo que el hombre les había quitado y ahora otra vez son selva, ondulada y alta tal vez, pero selva al fin y al cabo.
Me quedo viendo la ceiba, si estoy bien, es ceiba y no ceibo y la diferencia está en que ésta no tiene espinas en su tronco, Meses de preguntas concisas y respuestas vagas, de no encontrar ningún registro escrito, era más fácil encontrar el necronomicón inventado por Lovecraft que una maldita referencia escrita acerca de esta señorita que lleva siglos mimetizándose con otra leyenda de mayor difusión.
Sé que estas alturas ya creen que estoy loco, eso de que piense que las leyendas son ciertas no es locura, es un aprendizaje adquirido, los duendes en Irlanda, los Leprechaun en Alemania, los Mogwai chinos, gnomos, gremlins, los asuang filipinos, los yokai y por supuesto, los aluxes de esta región, todos son lo mismo, a todos los han visto, pero casualmente, no existen. Lo mismo pasa con las hermosas damas que pierden a los hombres pero, Besoblanco es un personaje sui generis, pues busca similitudes con otra leyenda para que así nadie la busque a ella…
Apareció en un parpadeo, apareció tímidamente, apareció subrepticiamente, pero apareció, primero fue un borrón blanco en el rabillo del ojo, justo ahí donde se esconden todos los seres que no quieren ser vistos, y sin importar la rapidez con la que volteara, ella permanecía justo en la periferia. Dejé de pensar en los ruidos extraños de la selva, y dejé de hacerlo porque dejaron de sonar y créanme, no hay cosa más abrumadora que el silencio en un lugar que tu cerebro registra como imposible de callarse, es una sensación de que algo va a pasarte, una mezcla entre vértigo, mariposas estomacales y ganas de ir corriendo al baño. Y cuando pensé que los nervios me estallarían, el corazón se me subió a la garganta cuando sentí una mano sobre mi hombro y un aliento con reminiscencias de especias y cítricos rozando mi nuca.
Estoy seguro que si no hubiera vaciado mi vejiga hacía escasos minutos, la vergüenza hubiera escurrido.
Aunque si de vergüenzas hablamos, tener enfrente a una leyenda, a una que estás buscando, a una que ha estado escondiéndose en medio de otra, a una de las mujeres más bellas qué has visto y, quedarte callado porque tu lengua se congeló en el nervio, y no tienes la más mínima idea de cómo romper ese hielo, eso señoras y señores, eso es vergüenza.
sus labios apenas rozaron los míos y sentí explotar todo, células que no sabía que existían, terminaciones nerviosas que nunca habían despertado, anhelos nuevos o quizá enterrados, todo a la vez en un solo roce de labios y un aleteo de vaporosa tela blanca que no deja nada, absolutamente nada a la imaginación.
Besoblanco, Besoblanco, estoy seguro que nadie sabe su nombre, porque nadie ha podido hablar y sólo te quedas con la imagen de un borrón de tela blanca y un ardor de excitación en los labios, es decir un beso… blanco.
No hay historia que contar, no hay pruebas que mostrar, llámame loco si quieres, a veces creo que sí lo soy pero, cuando más falta me hace, ella me visita nuevamente en sueños y… me besa otra vez.