Para el fotógrafo italiano Paolo Gasparini, la fotografía está cargada de la ideología de su autor, pues cada una de sus imágenes se convierte en un registro preciso del contexto sociopolítico que del instante que captura. Por ello en su libro “Fotollavero mexicano” (Mal de Ojo/RM, 2021) hace un retrato vívido del México que presenció entre los años 1970 y 2020.
Con su nuevo fotolibro, el cual es acompañado por textos de su amigo Juan Villoro, Paolo Gasparini busca demostrar que la obra de los fotógrafos sobresale de entre el tsunami de imágenes que diariamente se generan en las redes sociales, por su discurso expresivo y político, “que nos permite comprender el paso del tiempo”.
¿Qué es lo que le ha interesado retratar de México?
México ha sido una coincidencia en mi vida; yo me enteré de México y de la historia de su fotografía y cine cuando era joven y estaba viendo las películas que llegaron después de la guerra a Italia, como Gabriel Figueroa y Tina Modotti, a esta última la conocí a través de Paul Strand, que fue mi maestro. De ahí vengo yo, de seguir el camino de la fotografía social.
Llegué a México trabajando con la UNESCO, tenía que hacer un libro sobre arquitectura de América Latina, que empezaba en México. Eran los 70 y entonces conocí a Barragán y fotografié las Torres de Satélite cuando estaban desnudas. Entonces me dije: ‘voy a hacer un trabajo paralelo en México’, en el cual plasmé mi visión del país: la vida diaria, el contexto social. Años después me invitó la UAM para hacer un trabajo junto a Néstor García Canclini sobre la cultura urbana y luego hice viajes por mi cuenta, desde Tijuana hasta Chiapas, en los cuales plasmé la cotidianidad, las protestas y el acontecer de la nación.
¿Cómo inició su relación con Juan Villoro?
A Juan me lo presentó Sergio Pitol en Xalapa; era un joven simpático, con una cultura exuberante que salía por todas partes. Nos hicimos amigos y al poco tiempo le pedí que me acompañara en un libro que estaba publicando, “El suplicante”, que sacó RM, el cual era únicamente de fotos de México. Juan me hizo un texto para el libro y otro para un audiovisual que se llama “Letanías del polvo”… es casi un poema que va con la música de Arturo Márquez.
¿Por qué retomar el concepto de los “fotollaveros”, muy raros ahora?
Es una circunstancia que ocurre en el camino de la vida: estaba en Ciudad Juárez, ahí me encontré con los fotógrafos que, para sobrevivir, además de tomar fotos se han vuelto en pequeños artesanos, pues retratan a la gente, principalmente niños, y meten la imagen a un llavero de acrílico. Eso me pareció algo tan alegre y lindo que le tome fotos.
Además, e la Semana Santa en Iztapalapa, vi a una señora que hacía lo mismo… y me tomé una foto con ella… por ello le puse así al libro, porque va perfecto con el panorama que estoy construyendo de México.
¿Por qué busca darle a su foto una dimensión política?
Como diría Juan Villoro, el fotógrafo no es testigo del tiempo, sino el notario: es dejar un registro bien preciso de lo que he vivido y visto, y la vida de una persona está inevitablemente imbuida de la política. Elaboro mi trabajo con ideología porque plasmo lo que veo y lo que pienso.
¿Cuál es importancia de a foto un mundo sobrecargado de imágenes?
Dicen que ahora la imagen se ha vuelto más importante que la vida misma, parece que nacemos y morimos para quedarnos en una imagen. Por ello, para mí la fotografía utilizada como discurso expresivo y político es actual y nos permite comprender lo que pasa en el tiempo, a pesar de ese tsunami permanente de imágenes que tenemos, pero que son ruido y no dejan nada… como en Instagram.
AG