"Nada se compara a la vivencia"

Viacrucis en Iztapalapa, de la fe a la acción

La tradición, que reúne a generaciones de nazarenos y a miles de niños, jóvenes, adultos y ancianos habla de dolor, traición y bondad en un entorno complicado

Nazarenos caminaron con sus cruces, previo a la crucifixión de la 179 Representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa Foto: Archivo Cuartoscuro

Los rituales religiosos y más aún, los compartidos por el catolicismo y el judaísmo, están animados por una lógica temporal que, además de responder a una coincidencia entre relatos y acciones, subraya lo innegable de sus vínculos. Una prueba de esto es que Jesucristo se despedía de los apóstoles y señalaba la traición de uno de ellos, mientras llevaban a acabo la ceremonia de la pascua judía y comían pan sin levadura para recordar las penurias del éxodo y celebrar la libertad del pueblo judío tras centurias de esclavitud en Egipto.

La famosa “última cena” replicada por afamados pintores del renacimiento y llevada a la posteridad por Leonardo da Vinci, habla precisamente de este momento tan significativo para ambos credos: el judaísmo conmemorando la tradición milenaria del relato de las diez plagas y la entrega de los diez mandamientos, y el cristianismo iniciando su existencia, basada en la muerte redentora del cordero de dios, su resurrección y -a partir de ésta- la transmisión de su mensaje de luz por el mundo.

A más de dos mil años de esta separación en sus caminos, las dos religiones se diferenciaron por sus dinámicas de comunicación: cuando la ley de Moisés optaba por la iconoclastia, esto es la ausencia de las imágenes, el cristianismo, y después el catolicismo, adoptaban un eficiente y persuasivo discurso visual a través la expresión artística que, con los siglos, se convirtió en una de sus principales herramientas.

La Crucifixión es el punto culminante delas representaciones de la Pasión de Cristo que se realizan en la alcaldía Iztapalapa, En el cielo vuela un dron 

Hagamos un viaje al pasado, a la oscura pero también luminosa época en que los seres humanos vivíamos sin pantallas, celulares, plataformas de ventas por Internet y redes sociales. Volvamos a las postrimerías del controvertido siglo XVI, recién recuperado de la peste negra y ávido de nuevos mundos y descubrimientos. Ya puestos ahí, imaginemos a un peregrino proveniente de algún poblado lejano llegando a Roma. Ahora pensemos en sus reacciones ante el juicio final de Miguel Ángel, justo en el momento en su mirada ingenua se detiene en las almas de las buenas personas en pleno ascenso al paraíso o en los malvados que descienden al infierno, convertidos en los despojos del mal y de los pecados capitales. Sin saberlo, el peregrino es partícipe de un exitoso ejercicio de persuasión donde el arte, al servicio de la fe, invita a la obediencia, inspira temor, impacta y obliga a elegir “el buen camino”, lejos de la gula, la lujuria, la pereza, la envidia, la ira, la avaricia y la soberbia.

Las dinámicas visuales implementadas por los jerarcas florentinos y por el papado en Roma se replicaron en una buena parte de las iglesias e incluso parroquias a lo largo y ancho de Europa para después llegar al continente americano. Esto explica nuestra inefable necesidad de emociones, y en buena medida, las actuales prácticas de la fe.

Y es que, a pesar de haber crecido entre los retablos de las iglesias y sido objeto de los mensajes de amor de tantos filmes acerca de la pasión de Cristo, para los ojos y las comprensiones de los fieles del Siglo XXI, nada se compara a la vivencia; quizá esto explique el poder que tienen las representaciones del Viacrucis, y en especial la qué por fin pudo realizarse en Iztapalapa.

La imagen muestra los pies vendados de un fiel que caminó por cerca de 4 horas en la 179 representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa

Este año fueron más de un millón de personas las que presenciaron la pasión en los ocho barrios de la alcaldía más poblada de la CDMX (1,835,486 personas, dato de 2020) y la crucifixión de Cristo en el cerro de la Estrella. Custodiados por miles de policías, los fieles cargaban sus cruces y oraban llorando, entre esperanza, mandas y mucha fe.

La tradición, que reúne a generaciones de nazarenos y a miles de niños, jóvenes, adultos y ancianos habla de dolor, traición y bondad en un entorno complicado. Los datos de hablan por sí mismos:

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en la alcaldía de Iztapalapa el 35% de los habitantes vive en pobreza y para el último trimestre de 2020, el 93.1% de los iztapalapenses manifestaron sentirse inseguros en el transporte público y decidieron modificar sus rutinas por temor a ser víctimas de la delincuencia: 7 de cada 10 personas prohiben salir de casa a los menores, 6 de cada 10 evitan caminar de noche cerca de sus viviendas y 5 de cada ha dejado de visitar a familiares y amigos por miedo a la violencia.

El esfuerzo físico de los actores que participaron en la  179 representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa es algo que se toma muy en serio, es vital para soportar el camino por los 8 barrios

Nada es más alentador que la tradición de la Pasión de Cristo regrese y esté abierta al público después de dos años de pandemia. Es digno de atención y aliento que los iztapalapenses conserven este ritual tan sensible en medio de un contexto tan desolador. Seguramente sus oraciones llegarán a lo alto.

Sería bueno que también sean recibidas por las autoridades que presidieron esta última edición.

LRL

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