Eduardo Lizalde se autonombraba “poeta y cazador de tigres, pero sólo en los libros”, y quienes convivieron con él lo recuerdan por su altivez, su elegancia, por su gusto por la cantina y los tragos, pero también por ser un gran conversador: música, ópera, filosofía y poesía, desde Sor Juana Inés hasta José Gorostiza, eran sus temas favoritos. Un tigre que de una manera sofisticada, directa y “bestial” desgarraba con sus versos. Logró colocarse como pilar de la poesía en Hispanoamérica. Ayer que ese tigre partió a los 92 años, se fue con él una época de grandes maestros de la poesía mexicana.
La noticia de su deceso la dio a conocer su hijo Eduardo Lizalde Farías: “A todos les comparto una mala noticia. Hoy por la mañana murió mi señor padre, un poeta magnífico y un pensador esencial. Me queda decir aquí: ¡Que viva la vida”, escribió en Facebook.
Una de las voces poéticas más poderosas de la literatura hispanoamericana se ha marchado. Lamento la muerte del poeta tigre. Descanse en Paz, Eduardo Lizalde. Mis condolencias a Hilda, sus hijos y amigosAlejandra Frausto, Secretaria de Cultura
Enseguida personalidades de la cultura y la política lo despidieron: “Una de las voces poéticas más poderosas de la literatura hispanoamericana se ha marchado”, dijo la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto; y la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Lucina Jiménez, lo describió como “un verdadero sabio, de voz profunda”. El poeta Raúl Zurita desde la orfandad expresó: “Todos lloramos su partida y así esta vida nos va dejando cada día un poco más solos”.
Eduardo Lizalde, un verdadero sabio, de voz profunda, poeta, académico, amante de los libros y de la ópera, El Tigre de nuestra literatura, ha trascendido. Se le rendirá un merecido homenaje póstumo en el Palacio de Bellas ArtesLucina Jiménez, Directora del INBAL
José Ángel Leyva, quien conversó para diversas entrevistas con el poeta y tuvo la oportunidad de acompañarlo en viajes a Bogotá y Polonia, dijo a La Razón que con esta partida “se nos va un dandy de la poesía, un hombre que representa a toda una generación. Concluye una época de grandes maestros de la poesía, después de la pérdida de Dolores Castro creo que este otro bastión lo representaba Eduardo Elizalde”.
El poeta José María Espinasa señaló a este diario: “Se va uno de los grandes poetas de la literatura mexicana con una personalidad muy propia, fuerte, cultivó por igual el lenguaje ácido e hiriente, el poema reflexivo de larga extensión, el sentido ríspido y a veces cruel del amor. Es una lástima que haya muerto”.
Lamento profundamente el fallecimiento de Eduardo Lizalde, poeta y gran orgullo de nuestra ciudad, cuyas letras vivirán por siempre entre nosotros. Envío un fuerte abrazo a toda su familiaClaudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la CDMX
Originario de la Ciudad de México, Lizalde desde niño estuvo cerca de la literatura, se cuenta que a los seis años leía novelas de Salgari, Verne y Kipling; y ya a sus once “devoró” sus primeros poemas: Rubén Darío, Antonio Machado y Amado Nervo.
Para 1948, a los 19 años publicó sus primeros poemas en El Universal. A los 27 dio a conocer su primer poemario La mala hora, que según contó José Ángel Leyva, un “libro del que se arrepentía, no reconocía su paternidad”.
Pese a ese primer libro comenzó a llamar la atención y a colocarse en un lugar importante de la poesía mexicana con Cada cosa es Babel (1966), poemario al que siguieron El tigre en la casa (1970) y La zorra enferma (1974).
Fue considerado un poeta completo, por ello el poeta y ensayista Víctor Manuel Mendiola dijo a este diario que “los poemas de Elizalde pueden estar en una antología de la gran poesía castellana de los últimos 100 años, porque tiene poemas de una fuerza y perfección sobresalientes”.
Melómano hasta los tuetános, con su inconfundible voz acompañó programas de música clásica de la estación Opus 94; su pasión por la ópera también lo llevó a tener un programa en Canal 22 y a publicar La ópera ayer, la ópera hoy, la ópera siempre (2004). Incursionó en el cuento, con La cámara (1960) y en la novela con Siglo de un día (1993). Tradujo a autores como Rilke.
Pese a la importancia de su obra, Leyva consideró que aún fuera de México hay una gran deuda: “Desafortunadamente la figura de Lizalde sigue siendo poco conocida fuera de nuestras fronteras, finalmente este premio, el de Poesía Federico García Lorca, fue el más alto que encontró fuera de nuestro país, creo que era una figura que bien merecía el Premio Cervantes o el Reina Sofía”.
En los años 50 perteneció al Partido Comunista Mexicano, y en los 60 militó en la Liga Leninista Espartaco y en la Liga Comunista Espartaco. Fue cercano a José Revueltas, a quien admiró.
Ayer, amigos y familiares lo despidieron. La primera guardia de honor estuvo a cargo de personalidades como la escritora Margo Glantz y el ensayista Adolfo Castañón. Para honrarlo, la Secretaría de Cultura y el INBAL, en acuerdo con la familia, realizarán próximamente un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, donde diremos adiós a El Tigre cuya poesía nunca dejará de rugir.
- Poeta y ensayista Nació: 14 de julio de 1929
- Murió: 25 de mayo de 2022
- Galardones: Premio Xavier Villaurrutia, Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, Premio Internacional Alfonso Reyes y Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria
- Otras obras: Caza mayor, Memoria del tigre, La caza del tigre, Rosas y Otros tigres, por ejemplo
Del Poeticismo a Algaida
Ha muerto El Tigre: Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 14 de julio, 1929 - 25 de mayo, 2022): poeta, ensayista, narrador y académico. Figura clave de la literatura mexicana con una trayectoria que inicia en 1949 con 14 poemas microscópicos y continúa con Martirio de Narciso (1950), Décimas de Guillermo Tell (1951–1953), Paseo de bañista (1953), Mientras viviste sola sobre la tierra oscura (1954) y el cuaderno La mala hora, aparecido en 1956 que, al decir de Christopher Domínguez Michael, conforma el “año decisivo de la biografía intelectual” del autor de la novela Siglo de un día (1993).
En Autografía de un fracaso. El poeticismo (1981), Lizalde hace la crónica del “ambiente cultural y social que daba marco a las aventuras juveniles de los poeticistas” a principio de los años 50 del siglo XX. “Despropósito”: así lo define quien “escribía poemas desde niño y, a los trece años o doce, me consideraba capaz de llevar adelante y de manera genial cuando menos tres carreras: la de cantante, la de pintor y la de poeta”. El poeticismo, empresa literaria experimental dependiente de las vanguardias en vínculo con las concepciones bolcheviques.
Me detengo en El Tigre en la casa —I. Retrato hablado de la fiera, II. Grande es el odio, III. Lamentación por una perra, IV. Boleros del resentido, V. La fiesta, VI. La Ciudad ha perdido a su Beatriz, Caza mayor— (1970); Memoria del Tigre (1983) y Nueva memoria del Tigre (1993): muestrario de una poética disidente, provocativa, innovadora, descomedida, virulenta y antisolemne.
“Mídese amor por odio. // Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses; / que se pierda / tanto increíble amor. // Grande y dorado, amigos, es el odio. / Todo lo grande y lo dorado / viene del odio. / El tiempo es odio. / Y el miedo es una cosa grande como el odio. / Para el odio escribo. / Para destruirte, marco estos papeles. /Exprimo el agrio humor del odio / en esta tinta, /hago temblar la pluma”: ironía sediciosa, punzante, a través de la edificación de atmósferas insólitas de lo cotidiano.
Maestro del epigrama y de la elegía erótica. “Las nalgas de una hembra bien construida / son la obra capital de la naturaleza. // Amada, no destruyas mi cuerpo, / no lo rompas, no toques sus costados heridos. /No me lastimes más. /Me duele el pelo al peinarme. // Nadie vacila, como el amor, / a la hora del odio”. Los poetas latinos se asoman en estas improntas de sonoras percepciones que rasgan cualquier atisbo de sentimentalismo.
Rosas (1993): textos que nacieron en influjos de Rilke en derivaciones románticas pulsadas por una lira de estribillos refinados: “Límite de su reino de inocencia, / son las rosas moradas, las rojas, las de Fuego”. Otros tigres (1995), bestias acurrucadas que saltan de repente por agrestes atajos: “Sitiado por el fuego / que muerde el corazón del bosque, / gime agitado el tigre en un pequeño claro”. Algaida (2009), largo poema de configuración calmosa untada de caracteres de Stravinski, Kodály o Bill Evans: “Y sobre el ornamental ar-coíris encarnado / jubiloso y jugoso, viviente del jardín / que habitamos, como un miembro mayor / de nuestro cuerpo”.
Asimismo, nos deja la novela de “reconstrucción psicológica y social”: Siglo de un día (1993) y el cuaderno Almanaque de cuentos y ficciones (2010). “Sólo dos cosas quiero, amigos, / una: morir, / y dos: que nadie me recuerde / sino por todo aquello que olvidé”, epitafio propuesto por el autor de Boleros del resentido. Un ángel descuartizado tiembla en la conífera intacta del umbral por esta pausa inesperada del Tigre.