¿Por qué nos sigue atrapando esta obra?

“Esperando a Godot”, teatro de actualidad para leer, ver, sentir y actuar

“Las lágrimas del mundo son inmutables. Por cada uno que empieza a llorar, en otra parte hay otro que cesa de hacerlo”: Esperando a Godot, de Beckett

"Esperando a Godot" es un clásico de Samuel Beckett.
"Esperando a Godot" es un clásico de Samuel Beckett. Foto: Especial

Como un par de esperpentos que han salido a la escena antes de tiempo, Estragón y Vladimir, husmeaban en su vida, pero al parecer no tenían olfato porque venían buscando algo, a juzgar por su apariencia desde hace ya mucho tiempo… Ellos han salido de bastidores así que vayamos al grano.

Anochece. No hay paisaje. Apenas el punto de un camino en el campo. Lo único que lo distingue es un árbol, que luce patético, es decir, se está secando. A Estragón le lastima el zapato, como la vida, ambos visten descuidados ¿Vagabundos? ¿Ex soldados? Hay que recordar, lo cierto es que se quejan de frío, apreciarían una cama de paja y tener la “tripa llena”. Después de ésta mínima información de sus protagonistas el autor irlandés Samuel Beckett, en “Esperando a Godot” espera que su público permanezca interesado hasta el final.

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Pero… “No ocurre nada. Nada pasa, nada sucede, ¡Es atroz!”

Comentarios como este se hicieron poco después de la primera representación de la obra estrenada en Paris en 1953. Sin embargo aparecen otros personajes, que usted descubrirá mientras, espera, espera y espera lo mismo que los protagonistas a Godot.

Pero…. ¿Y quién es Godot? Dice Vladimir en la obra. “Pues es un conocido”. Pero vamos -dice Estragón no lo conocemos casi. Y sin embargo es tan poderoso que es un consuelo pensar que va a llegar.

En un momento dado el árbol reverdece. Hay esperanza. Pero al otro momento, un chico llega con un mensaje de Godot, diciendo que ese día no irá pero el siguiente sí.

Un cambio brusco y repentino es algo de lo que ocurre en el segundo de los dos actos, es una especie de vacío dramatizado “armar, literalmente, mucha bulla por nada”.

Un mundo sin Dios, sin ley y sin sentido

Pero realmente de lo que se habla es del significado complejo de la vida, una monotonía del ir y venir, sin tener escapatoria y sólo moverse en el nihilismo es decir, en la nada.

La obra parece sencilla, pero bien dicen, en la simpleza está la maestría. Y si en estas andamos, hay que decir que el autor irlandés explicó que “Godot” no se refiere a Dios por su traducción anglo parlante. Beckett señaló que el nombre provenía de la voz francófona godillot (bota). Entonces para él no existía la esperanza. No había ningún “Dios”, su versión entonces, aunque no se quiera aceptar es profundamente pesimista.

Que sea en momentos aburrida y repetitiva tiene un propósito… En otros momentos también es cruel… sólo imagine que alguien quiera arrancarle los ojos. También hay una gran desesperación que los lleva a pensar en el suicidio y hasta el otro extremo hay un momento de paz.

No olvidemos que la obra se estrenó poco después de la Segunda Guerra Mundial y de ésta se ha escrito mucho, de su escritura se puede leer en la enciclopedia cultural: “Todo trabajo de Beckett retrata la tragicomedia de la condición humana en un mundo sin Dios, sin ley y sin sentido. La autenticidad de su visión, la sobria brillantez de su lenguaje (en francés e inglés) han influido a jóvenes escritores de todo el mundo”

Brillante, como se le calificó, Beckett estudió filología moderna. Cricket, tenis y rugby eran tres deportes que acostumbraba, sí era de una familia adinerada, donde muy seguramente compartió su gusto por el ajedrez y su afinidad por la pintura, música e historia.

De su relación con Joyce, de quien fue amigo, asistente, y discípulo, sólo diremos un par de cosas: escribió un libro sobre esa relación, y que Samuel Beckett llevaba a la hija de Samuel, a cenar y al teatro. Lucía, se enamoró de él a lo que Beckett le comentó que el motivo era visitar a su padre, Lucía terminó padeciendo esquizofrenia; por lo que se terminó su relación con Joyce y su familia. Sin embargo un año después los amigos se reconciliarían.

Vladimir.- Eso no me parece difícil desde luego. Estragón.- Lo difícil es empezar. Y allá van:

Desde la época de los antiguos griegos –escribió Norma Román Calvo, esa necesidad de agrupar las obras dramáticas por sus semejanzas (obras tristes, tragedia, obras alegres comedias) la hizo pensar que estos agrupamientos, corresponden a diferentes estados emocionales del hombre en relación con la expresión anímica en su diario vivir. La profunda seriedad de la tragedia, -continúa, la agresividad de la farsa, la humanística burla de la comedia, el reflejo de la realidad en la tragicomedia y la sensibilidad del melodrama, ¿No reflejan estados de ánimo del hombre?

“Esperando a Godot” pertenece al llamado Teatro del Absurdo; es decir, su trama parece carecer de significado, hay diálogos repetitivos y falta de secuencia en la dramática. Tiene rasgos existenciales. En este teatro no hay soluciones por parte del autor, para el espectador, quien tiene que solucionar y analizar.

Algunos dramaturgos que pertenecen a esta corriente son Arthur Adamov, Eugene Ionesco, Jean Genet, Albert Camus, Jean Paul Sartre y Samuel Beckett con quien retomamos para comentar que con su obra “Esperando a Godot” ganó el premio Nobel de literatura.

Para tener una perspectiva histórica que acerca al “Teatro del absurdo” debemos acercarnos al Surrealismo y al Dadaísmo, corrientes que lo antecedieron. Sólo por recordar un poco, el Dadaísmo nace en Europa, oponiéndose al concepto de la razón y aún más, para burlarse del artista burgués y de su arte. El surrealismo originario de Francia surge a inicios del s. xx; defendía la expresión artística, sin el control de la razón y con la base de los sueños buscando en el inconsciente.

Por tanto, todos aquellos autores del siglo XX que centraron sus obras alrededor de tramas que carecían de todo tipo de significado, tratando temas donde se cuestiona la sociedad y más específicamente el ser humano pertenecen al Teatro del Absurdo.

Estas corrientes -nos dice el crítico John Gassner, son producto en general de periodos de desencanto de la posguerra y representan una reacción contra la orientación, relativamente estable del realismo de la “clase media”. Ambas se ocupan poco de cuestiones sociales y psicológicas como no sea para parodiarlas o ridiculizarlas.

La aportación de Beckett al Teatro del absurdo, se centra en toda una carrera dedicada a esta corriente. Para Harold Bloom, crítico teatral “Final de partida” (1958) en un acto está considerada como una de sus obras más importantes. En ésta obra uno de los personajes es invidente y no puede permanecer de pie… ¿Qué es esto? Una corriente por la que abogaron los seguidores del Teatro del absurdo… Otras obras que van por el mismo camino son: “Los días felices” (1963); “Acto sin palabras” (1959); “La última cinta de Krapp” (1959)

Hoy, cuando existe una guerra absurda, entre Ucrania y Rusia, donde hay muerte, odio, destrucción, hambre, dolor, incapacidad, mutilación, pesimismo y melancolía entre otros muchos males, la historia, la ciencia y el arte al parecer no enseñan. Para muchos llueve y “Las lágrimas del mundo son inmutables. Por cada uno que empieza a llorar, en otra parte hay otro que cesa de hacerlo”.

AG

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