Muestra hasta septiembre de 2022

“La otra Lola”, belleza y persuasión

La exposición “La otra Lola”, en el Museo Carrillo Gil, analiza los pormenores de “la vida fotográfica” de Lola Álvarez Bravo

La muestra "La otra Lola" se puede visitar en el Museo de Arte Carrillo Gil.
La muestra "La otra Lola" se puede visitar en el Museo de Arte Carrillo Gil. Museo de Arte Carrillo Gil.

Oriunda de Lagos de Moreno, Jalisco, Dolores Martínez de Anda (1907) es considerada la primera fotógrafa mexicana. Casada antes de los veinte años con Manuel Álvarez Bravo —se separaron en 1934 y ella conservó el apellido—, Lola inició su carrera en la década de los años 30 en las revistas Mexican Folkways y El maestro rural. Fue en esta última donde la creadora realizó la primera de sus colaboraciones con el sofisticado aparato de comunicación visual del Estado.

La exposición “La otra Lola” (en el Museo Carrillo Gil hasta septiembre de este año), analiza los pormenores de “la vida fotográfica” de la artista. Sin dejar de profundizar en la urgencia de Lola por experimentar y crear discursos cada vez más amplios, igual de la mano del collage, que de las imágenes que se construyen a partir de los reflejos de un tejido de yute en la arquitectura, la muestra ahonda en su vertiente de comunicadora del poder: la colaboración de la fotógrafa en la estrategia propagandística del PRI en pleno ejercicio del presidencialismo.

Uno de los principales objetivos de la curadora de la muestra y experta en fotografía, Deborah Dorotinsky es el de explicar “la presencia tan profusa de fotografías de Lola en la prensa periódica y su participación en la propaganda política del desarrollismo mexicano”. En este sentido, la exhibición recorre la trayectoria oficial de Álvarez Bravo y al mismo tiempo, especifica las dinámicas de construcción de la identidad de los primeros sexenios del México que emergía del desgaste de la Revolución.

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"La otra Lola", en el Museo Carrillo Gil.
"La otra Lola", en el Museo Carrillo Gil.

Con temas variados que van desde el crecimiento de la alfabetización, los cambios educativos, la mirada romántica de la vida rural, la belleza autóctona del campesino y su quehacer, las luminarias del cine, la arquitectura, el diseño, la artesanía, la industrialización y hasta la promoción turística del emergente Acapulco, la fotógrafa se expresa con maestría a través de un repertorio heterogéneo. El acierto es que, si bien subraya y amplifica lo antes dicho, la exposición nos orienta y permite entender que, a pesar de ser una mujer artista —en un tiempo bastante complicado para sus pares— e integrante de la vanguardia y militante en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionario (LEAR), Lola Álvarez Bravo se asoció con el Estado y operó a su favor, lo que nos indica una interesante suma de voluntades. Talento y poder, el caldo de cultivo más propicio para la promoción de la imagen del país.

Amable, pero contundente, la selección de obra que materializa la exhibición consigue ilustrar el esfuerzo modernizador que se ciñó sobre la nación por varios sexenios, en especial los elementos que se verificaron en el contexto del “milagro mexicano”: chimeneas fabriles, tuberías, estructuras metálicas, ductos y la laboriosa presencia humana, representada por unos brazos estirados llenos de cemento, quizá inspirados en los pertenecientes a la figura de rostro pétreo de David Alfaro Siqueiros, en el cuadro “Nuestra imagen actual”.

Son pocas las muestras enfocadas a investigar los alcances de la cultura visual. Y no lo hacen porque no es fácil comprenderla ni captar la incidencia de su influjo. Es un hecho que el poder de la imagen fotográfica, sumado a una agenda política es capaz de organizar una creencia, educar e incluso adoctrinar. En ese sentido, debemos reconocer la suerte de que la comunicación visual y la celebración de la industrialización de periodos como el del presidente Manuel Ávila Camacho hayan caído en la cámara y la mirada de Lola Álvarez Bravo.

En tiempos como el que nos ha tocado vivir, cuando la comunicación del poder es privativa de la voz de un sólo hombre —que se deja oír únicamente en el marco de sus extensas conferencias mañaneras— y la promoción política del partido hegemónico se lleva a cabo a través de programas sociales y una buena dosis de descalificaciones a todo lo que sale de las categorías y creencias aceptadas por el gobernante, que se echa de menos la maestría y la sensibilidad de Álvarez Bravo.

No hay nada como una muestra reveladora. Depositaria de un exhaustivo proceso de investigación que hurgó en archivos y reviso cualquier cantidad de negativos con el propósito de corroborar la autoría de la artista en varios trabajos publicados en revistas y publicaciones tan variadas como Construyendo México, Mexican Art and Life, Arquitectura mexicana, “La otra Lola” aclara y contextualiza una época. Habla de cosmovisión, de rumbo político. Del respeto y la admiración que mostraban algunos políticos del pasado por la efectividad de las manifestaciones artísticas.

  • La otra Lola…
  • Cuándo: del 30 de abril hasta el 11 de septiembre
  • Dónde: Museo de Arte Carrillo Gil (Av. Revolución 1608, San Ángel, Álvaro Obregón)
  • Horarios: Martes a domingo de 11:00 a 17:00 horas
  • Localidades: 60 pesos

La comprensión de las imágenes y las intenciones de Lola me llevan a reflexionar y cuestionarme en torno al momento presente: ¿Existe acaso la necesidad de estructurar una comunicación política más apegada a imágenes y a conceptos que a la diaria perorata del primer mandatario? ¿Ha cambiado la imagen de México que se tiene en el exterior? ¿Estamos comunicando bien?

Las imágenes y los resultados hablan por sí mismos. No queda más que echar de menos a Lola Álvarez Bravo.

AG

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