Muestra en el MAM

Daniel Lezama, vértigos de mediodía. Un viaje místico

Daniel Lezama presenta por igual a hombres, mujeres y niños, que jóvenes, viejos, chamanes, trabajadores y personajes de novela que interactúan con el destino

Obra de Daniel Lezama en el MAM
Obra de Daniel Lezama en el MAM Foto: Carlos Mora/La Razón

“Las mujeres en la obra de Lezama consiguen explicarse a sí mismas como naturalezas muertas que profetizan la autodestrucción”, Carlos Monsiváis.

Daniel Lezama es tan elocuente que nos deja mudos. Poderosas, sensuales y siempre anímicas, sus pinturas deberían estudiarse como una narración íntima de las emociones. Y es que la obra de Lezama propone un viaje entre lo místico y lo mimético, un minucioso ejercicio de autoexploración que nos lleva a identificarnos con los dilemas existenciales de los representados. Vida, muerte, deseo, fatalidad y esperanza: ¿Puede haber un recorrido más completo?

Vértigos de mediodía, en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, es una exposición fascinante. Dividida en tres núcleos temáticos —que permiten la autonomía de todas las piezas exhibidas—, tiene como principal objetivo exaltar lo universal en la esencia del ser humano, de ahí que el pintor presente por igual hombres, mujeres y niños, que jóvenes, viejos, chamanes, trabajadores y personajes de novela que interactúan con el destino, algunas veces confrontándolo y resistiéndose a sus designios; otras, diluyéndose aceptantes en los embates de la fortuna.

Erik Castillo, el curador de la muestra, acierta al afirmar que la creación de Lezama se adscribe a una búsqueda neo-romántica. Sobre esto, vale la pena aclarar que el Romanticismo, que surgió a finales del Siglo XVIII y encontró su momento álgido en el Siglo XIX como una expresión literaria y después pictórica y musical, implicó un retorno a la sensibilidad, una respuesta emocional a la rigidez del pensamiento ilustrado y la más acérrima crítica a los estragos de la modernidad encarnada por la Revolución Industrial, las máquinas de vapor —en especial el ferrocarril— y los inventos que promovían la proliferación de fábricas, la explotación laboral, la migración del campo a las ciudades, cada vez más hacinadas e inhóspitas y la desintegración familiar que, sin advertirlo, institucionalizaba la prostitución.

Obra de Daniel Lezama
Obra de Daniel Lezama ı Foto: Carlos Mora/La Razón

Configurado a partir de la nostalgia y la glorificación de los paraísos perdidos de los escritos de Milton, la poesía del alemán Novalis y los Nocturnos de Chopin, el Romanticismo optó por el lamento del amor perdido y la muerte juvenil, a la que proclamó como “regalo de los dioses”. Esto explica el resurgimiento de los Romeos, las Julietas y los cantos de esperanza.

Con el privilegio de la espontaneidad en detrimento de lo preestablecido y la individualidad sobre la colectividad, el despertar romántico extrajo el espíritu de la superficialidad y, sin negar la posibilidad del bien, la belleza y la vida, entendió el mal y la desgracia como constantes naturales y necesarias en la existencia, cuestiones inherentes a las atmósferas de Lezama.

El eje curatorial, maximizado en los núcleos El arquetipo de los niños jardineros, Historia (sobre) natural de la civilización mexicana y La montaña genealógica, aluden a un relato repleto de símbolos donde los niños inspiran la continuidad, pero también el reflejo de sus progenitores, la presencia del hombre, un patriarcado en vías de extinción —algo que nos suena familiar— y las mujeres, dadoras de vida, cuya vulnerabilidad y desnudez les confiere el poder de quienes no tienen nada que perder. Quizá sea por esto que nos miran desafiantes, conocedoras de su rol en las montañas genealógicas de Daniel Lezama.

Obra de Daniel Lezama
Obra de Daniel Lezama ı Foto: Carlos Mora/La Razón

Cómo los románticos del siglo XIX, el neo-romántico Lezama deja de lado las expresiones contemporáneas para redimir a la pintura, también abandona los temas actuales, banalizados ya por tanta reiteración. Él mira para otro lado: habla de los orígenes, de los usos y las costumbres, del debate y del día a día de los marginados ¿Puede haber un más efectivo llamado a la conciencia?

Nota final: Quizá sea arriesgado manifestar que Lezama es un feminista intuitivo. Lo cierto es qué, como mujer, agradezco el heroico tratamiento del pintor a mis congéneres.

AG

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