Publica Mentideros de la memoria

Gonzalo Celorio rememora incidentes de la vida literaria

Evocaciones y encuentros con Arreola, Borges, Rulfo, Fuentes, Cortázar...; “no fue fácil hablar de los plagios de Bryce Echenique ni de los momentos en que García Márquez empezó a perder el ingenio”, afirma

El ensayista, en una sesión fotográfica de 2015.
El ensayista, en una sesión fotográfica de 2015. Foto Cortesía: Pascual Borzelli Iglesias

Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948), narrador y ensayista que ha publicado volúmenes encomiables entre los cuales destacan Amor propio (1992), Ensayo de contraconquista (2001), Tres lindas cubanas (2006), El mal y la escoria (2014), Del esplendor de la lengua española (2016), De la carrera de la edad (2018) y Los apóstatas (2020), pone ahora a disposición de los lectores, Mentideros de la memoria (Editorial Tusquets, 2022): veinte textos en que aparece asediado por los recuerdos de sus encuentros, cercanías y afinidades con figuras de la literatura hispanoamericana.

Los lectores entran a las frondas que brotan de forma torrencial de los asideros de la memoria. Del profuso Arreola al entrañable Cortázar con paradas en Rulfo, Eliseo Diego, Dulce María Loynaz, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso, Luis Rius, Sergio Galindo, Alfredo Bryce Echenique y Umberto Eco, entre otras figuras del universo literario y político de Latinoamérica.

El libro inicia con una nostálgica y amorosa semblanza de un amigo de juventud de Celorio: Jaime Sabines, hijo fuera de matrimonio del autor de Los amorosos. El derrame memorístico prosigue con unos apuntes sobre las proximidades literarias entre Arreola y Borges (“No creo que haya dos escritores más afines de la literatura hispanoamericana del siglo XX que Jorge Luis Borges y Juan José Arreola”). Aparece de manera ponderativa el cronopio Cortázar: “Esa voz nos había abierto las puertas condenadas, nos había liberado la palabra, nos había enseñado el juego”.

Reseñas de pasajes de los encuentros con Rulfo y con los poetas cubanos Eliseo Diego y Dulce María Loynaz. Alfredo Bryce Echenique asediado por el alcohol y extenuado en el desmerito tras ser acusado de plagios. Augusto Monterroso, cómplice del silencio; funerales de Natasha —hija de Carlos Fuentes y Silvia Lemus—; Sergio Galindo, Luis Echeverría, Georges Pompidou, Joseph-Louis Gay-Lussac, Sergio Fernández, Luis Rius, Manuel Gerena, amén de una bitácora de acontecimientos que derivan en una placentera miscelánea de improntas nacidas de los más caros intersticios de las rememoraciones.

Este libro transita por la fabulación, el testimonio, el ensayo y la memoria, en una pretensión de dar cuenta de algunas facetas de la vida de varios escritores
Gonzalo Celorio, Narrador

¿La recurrencia de la memoria determina la conjunción de su ejercicio literario? Uno se traslada a lo que fue, al pasado, desde los ámbitos de las palabras; entonces, ese lenguaje representa la realidad recordada: la memoria se convierte en la ruta hacia lo pretérito para recuperarlo en los abrazos de la ficción.

¿Literatura imbuida de sucesos personales? Apelo a los recuerdos, es lo que hago para edificar un texto. No tengo mucha imaginación. Escribo continuamente de lo que me sucede, de la gente cercana, de mis lecturas.

¿Ficción, crónica, confesiones y apuntes ensayísticos? Yo diría que este libro transita por la fabulación, el testimonio, el ensayo y la memoria, en una pretensión de dar cuenta de algunas facetas de la vida de varios escritores cercanos a quienes llegué a conocer y a tratarlos incluso, en la intimidad.

¿Rompimiento con los esquemas de los géneros literarios? Siempre lo hago, basta repasar las páginas de mi libro El viaje sedentario para darse cuenta que no me someto al absolutismo de los géneros.

¿La vida de los escritores se sustenta en sus libros? No me importa como tal la biografía de un escritor, pongo en primera instancia su obra. Verificar como los gestos extravagantes de Bryce Echenique, por ejemplo, tienen presencia en sus novelas. Mi obsesión se centra en la escritura de esas figuras que admiro.

¿Textos con develaciones embarazosas y delicadas, pero siempre la admiración como presupuesto? No fue fácil hablar de los plagios de Bryce Echenique ni de los momentos en que García Márquez empezó a perder el ingenio, por ejemplos. Las semblanzas privilegian la admiración y la presencia de los afectos.

“Algo sobre la muerte del menor Sabines”

(…) Un lunes a las cuatro de la tarde, el Mensajero me esperó a la entrada de la facultad, junto al busto de Dante Alighieri. Me abordó con insólita aprensión. Estaba desencajado, tembloroso. Jaime había muerto el sábado en la noche. Y esa misma tarde, a las cinco, lo sepultarían en el panteón de Iztapalapa. No entramos a clase. De la universidad nos fuimos juntos directamente al entierro en mi vochito. En el camino, me contó cómo había muerto. Se había suicidado. Había ido con unos amigos a una comida en Cuernavaca, en la que bebió mucho. De regreso, completamente borracho, sentado en el lugar del copiloto del coche, decidió abrir la portezuela y lanzarse al pavimento, donde fue arrollado de inmediato por un autobús.

Soy un hombre totalmente negado para asumir la muerte. Ni la noticia de su suicidio ni las circunstancias en que se consumó llegaron a sedimentarse en mi conciencia. Han tenido que pasar cincuenta años para que me duela lo que, en su momento, sólo me perturbó.

En el panteón de Iztapalapa, ese lunes por la tarde, en el entierro de su primogénito, conocí a Boni. Era una mujer diminuta pero agigantada por la sonoridad de su llanto.

Fragmento tomado de Mentideros de la memoria

Mentideros de la memoria
Mentideros de la memoria

Mentideros de la memoria
Autor: Gonzalo Celorio
Género: Memorias
Editorial: Tusquets, 2022