Todos los años, millones de mexicanos se vendan los ojos y hacen fila en las posadas para tener su turno de partir las coloridas piñatas y que se mantenga esta tradición que se da en diciembre.
No obstante, se trata de una práctica que permanecerá inscrita en la identidad de los mexicanos, pues sus orígenes se remontan a las fiestas aztecas.
Durante diciembre, se celebraba el Panquetzaliztli: la llegada de Huitzilopochtli, el dios de la guerra, advocación solar y patrono de los mexicas. Las fiestas iniciaban el 6 y duraban 20 días.
En este advenimiento de Huitzilopochtli se colocaban banderas en los árboles frutales y estandartes en el templo principal. La gente se reunía en los patios de los templos para celebrar y esperar la llegada del solsticio de invierno.
Con la Conquista, los españoles aprovecharon que la celebración mexica se desarrollaba antes de Navidad y cambiaron la imagen de Huitzilopochtli por representaciones del peregrinaje de María y José, de Nazaret a Belén.
Antes de que llegaran las piñatas que conocemos, los mexicas celebraban a Huitzilopochtli haciendo vasijas de barro y esculturas huecas. Con el arribo de los peninsulares, éstas adoptaron la forma de una estrella de siete picos, la cual debía ser destruida para simbolizar el triunfo de Dios sobre el pecado.
¿Cuál es el simbolismo de la piñata?
Los siete picos de la piñata de estrella representan los siete pecados capitales: lujuria, ira, soberbia, envidia, avaricia, pereza y gula; y los colores brillantes que la adornan es la tentación.
El relleno de la piñata, tradicionalmente fruta, pero que ahora también incluye dulces, representan a la gracia de Dios, quien es toma forma del palo que golpea. La venda en los ojos no sólo es para hacer el juego más emocionante, sino que representa a la fe.