Víctor Manuel Ruiz y Claudia Lavista cuando hace 30 años fundaron la compañía Delfos Danza Contemporánea fueron muy osados, donde les decían que no, ellos iban en busca del sí. Se presentaban en lugares que eran impensables para la danza en esa época, desde plazas hasta bares como un acto de supervivencia, pero también de llegar a un público que no estaba habituado a este arte. Su mayor legado, dice uno de los directores, ha sido demostrar que se puede vivir de bailar.
“Danza Hoy fue nuestra alma mater por sobre todas las cosas, nos enseñó a bailar, producir muy bien, a gestionar muy bien y sobre todo a decirnos, ‘claro que se puede vivir de bailar y de hacer las cosas bien’, pero con la factura que se necesite y para tener una buena factura se necesita un buen recurso. Es el legado de Delfos, porque podrá no gustarte la obra, no te puede gustar Delfos, pero no puedes decir que es un trabajo que no tiene una excelente factura, eso lo cuidamos”, afirmó en entrevista con La Razón Víctor Manuel Ruiz, codirector de la agrupación.
Esa mística se la han transmitido a sus alumnos, porque Delfos, además de ser un referente en este arte en México, ha sido un semillero de talentos a través de la Escuela Profesional de Danza Contemporánea de Mazatlán.
“La danza te da ese placer que no necesariamente es económico, tomar una clase te da esa sensación de placer, de ser libre, por lo menos en esos instantes en que lo estás consumiendo, eso te crea una adicción, que es bastante positiva, nosotros sí les comentamos a los alumnos que es una carrera donde puedes vivir bien, donde con trabajo, esfuerzo y disciplina pueden conseguirlo”, dijo.
Claudia Lavista y Víctor Manuel Ruiz se conocieron en 1987 en Danza Hoy de Venezuela, ya eran dos bailarines consolidados, pero decidieron volver a México y apostar por un proyecto artístico en un país donde les decían que no valía la pena porque a nadie le interesaba este arte escénico.
“Cuando dejamos Venezuela, nos decían ‘por qué se vienen para acá si en Venezuela tienen el prestigio que pueden’, además el nivel económico, las prestaciones que cualquier artista, teníamos seguro social, caja de ahorro, seguro de gastos médicos mayores, todo eso lo sacrificas por un proyecto de vida.
“Nos decían ‘en México no hay nada, a la gente no le gusta la danza contemporánea, no hay público’, nosotros pensábamos busquemos la manera en que sí, logramos tener salas llenas, cuando nos quisimos venir a Mazatlán nos decían ‘están locos, en la Ciudad de México les va superbien, tienen miles de funciones, qué van a hacer allá, no hay nada’, y mira, ya son 30 años aquí”, comentó orgulloso Ruiz.
Con más de 65 coreografías, múltiples reconocimientos como el Premio Nacional de Danza en 1992, 1997 y 2002 y giras por Estados Unidos, Ruiz compara la trayectoria de la agrupación con una espalda lesionada de tanto trabajo, pero con una infinidad de satisfacciones. Reconoce que proyectos de largo plazo como Delfos a veces se miran mal, porque se piensa que han tenido privilegios, pero siempre lo ha visto como un trabajo artístico y no como negocio.
“Hay ciertos prejuicios de pensar que los proyectos a largo plazo son privilegiados y no se ponen a pensar todo el trabajo de gestión que hay para lograr tener estabilidad, esto no es un negocio, de repente se malinterpreta, es un proyecto artístico, social, que mueve muchísima gente”, apuntó Ruiz.
A tres décadas de distancia, el coreógrafo reflexiona que es importante replantear las maneras de producir ante retos como los distintos recortes presupuestales, pero también seguir creando, muestra de eso es que después de seis años de no trabajar juntos, él y Claudia Lavista se reunirán para crear una nueva pieza en el Palacio de Bellas Artes para conmemorar la existencia de Delfos.
“Ya no funcionan esos mecanismos que teníamos para producir, el grupo estable de los bailarines es complicado por los recortes a los presupuestos, los recortes para generar recursos, los recortes en los festivales, donde ya no es tan fácil llevar a 10 bailarines, todo eso te lleva a replantear nuevas estrategias y otra forma de pensar la danza; por otro lado, Claudia y yo ya no estamos juntos en la misma sede, es más complicado, ya no se generan los proyectos de la misma forma”, comentó.
FORMACIÓN DE ARTISTAS. Víctor Manuel Ruiz compartió que conjugar la compañía con una escuela de danza ha enriquecido tanto a bailarines como alumnos, porque han decidido no ser rígidos ni casarse con una sola técnica o estilo, se han ido transformando.
“No nos aferramos a una sola idea, la escuela y la compañía son un organismo vivo, tiene esa capacidad, esa dualidad donde puedes ser tú mismo y creer en lo que eres y se potencializa, no se reprime. Vemos cuáles son las nuevas posibilidades que hay en lenguaje de movimiento, técnicas, esto nos permite seguir evolucionando”, apuntó.
También reconoció que no ha sido fácil enfrentarse a un mundo como el actual donde las redes sociales están presentes y los alumnos creen que al informarse a través de estas plataformas saben más que sus maestros.
“Hay muchísima información, es banal de alguna manera porque sólo ven 20 segundos que te permite una secuencia de Instagram, de pronto hay una resistencia, porque creen que tienen la misma información que tú, pero no es así, se dan cuenta que hay un trabajo de mano de obra, tenemos que trabajar desde la alineación del cuerpo, lo que significa tener un cuerpo integral”, concluyó.