Vuelve a Bellas Artes

Miguel Mancillas: soy ateo de mí mismo y de mi danza

El director de Antares regresa al recinto con la pieza Las buenas maneras el próximo sábado; “me pregunto por qué sigo, qué estoy haciendo, con todas las inseguridades que puedan surgir”, afirma a La Razón

Bailarines durante una función de la coreografía. Foto: Ricardo Ramírez Arriola e INBAL

El coreógrafo y director de la compañía sonorense Antares Danza Contemporánea, Miguel Mancillas, a pesar del largo recorrido que ha hecho en la danza, de mantener por más de 35 años una compañía y de ser considerado una de las grandes figuras de este arte en México, siempre está en una constante duda y cuestionamiento, se reconoce incluso inseguro y por eso cada cuando se pregunta si está en el camino adecuado o por qué sigue en este mundo en el que la exploración del cuerpo es el eje de su trabajo creativo.

En entrevista con La Razón, a días de volver a pisar el Palacio de Bellas Artes, el próximo sábado con la obra Las buenas maneras, comparte sus inquietudes creativas, por qué en los últimos cuatro años ha decidido no estrenar alguna coreografía y las razones por las que creyó necesario montar nuevamente esta pieza que plantea preguntas sobre la diversidad, el ejercicio de la libertad sobre el cuerpo, la vulnerabilidad y los rigores impuestos o autoimpuestos.

Antares lleva más de 35 años, han atravesado un sinfín de retos, entre éstos una pandemia, ¿en qué etapa considera que está la compañía? Creo que la creación debe ser congruente con lo que se está viviendo, no lo digo de una manera romántica, en este periodo de pandemia no quise estrenar nada, no quería invertir, porque implica dinero, gestionar muchas cosas, pero también porque hay una fuerza que siento que la crisis sanitaria nos robó un poco, nos volvió un poquito precavidos, a mí incluso me inhibe salir, hablar, dar entrevistas, hasta saludar gente, me doy cuenta que estoy siendo torpe para decir el gusto que me da reencontrarme con alguien en la calle.

Entonces, fue mirar hacia atrás en el grupo, ver obras que quienes están en el grupo no conocían o nunca bailaron, esto me permite ver obsesiones corporales que reconozco, porque a veces piso lugares que no he resuelto y no me importa, sé que no es una terapia, pero vuelvo. Las etapas del grupo han sido mantener la reflexión, el qué y para qué siempre. Para volver a Las buenas maneras les pregunté ¿qué más tienes que decir?, porque no vamos a repetir, fue una interesante reflexión para poderla retomar. Me Interesa indagar con el cuerpo y seguir indagando con el cuerpo.

Se cuestionan los roles de género.

¿Cuáles fueron sus respuestas del por qué traer de vuelta Las buenas maneras? Toda esta argumentación que se está haciendo en torno a qué somos como cuerpos, cuáles son las condicionantes que tenemos, las libertades, me impresiona mucho. Me doy cuenta que me puedo encontrar en la calle gente con muchas libertades del uso y de manifestar el cuerpo, pero siguen siendo cerrados a la hora de reconocer lo que el cuerpo es. Miras a un adolescente con el pelo pintado, con las uñas pintadas, pero sigue teniendo rasgos machistas marcados muy fuertes, entonces hay una contradicción, en teoría no tendría que ser eso, pero por ahí es donde es importante seguir abriendo la discusión.

Habla de estas inseguridades personales, de ir en contra a veces de lo establecido, ¿cómo se contrapone eso con el discurso de esta obra? No lo sé, yo digo que soy ateo de mí mismo también, no creo en nada como única cosa que solucione, no creo en ningún discurso ya, me doy cuenta que el ser humano es peligroso. No importa qué tenga entre las piernas, la peligrosidad del ser humano es muy fuerte, trato de plantear eso en la obra. Estoy poniendo esa duda en el escenario, porque cuando me preguntan sobre la manera de mencionarnos, de relacionarnos, si incluimos el todes y esas cosas digo ‘no quiero no nombrar una palabra que no tiene sentido para mí, que no evoca nada’.

Por otra parte, siempre dudo, cuando hablo con gente de ballet, de folclor, digo ‘¿de verdad no dudas?, porque yo hasta la forma de entrenarnos la cuestiono, todo da, todo quita, no he encontrado nada que diga eso me da todo. Puedo tener un concepto de fe y lo cuestiono, lo mismo pasa con la danza, me pregunto por qué sigo, qué estoy haciendo, con todas las inseguridades que puedan surgir. Luego pienso, el esfuerzo sigue siendo valioso aquí, pero lo tengo que plantear y replantear de manera constante conmigo y con el grupo.

La pieza es tal cual la que estrenaron en 2019, habla de replantearse constantemente, ¿por qué específicamente decidió que se mantuviera desde ese lugar que se concibió? Me gusta mucho volver a ver. Hay libros que me gusta volver a leer, ir a un museo y ver una obra, sobre todo en una cuestión artística; admiro mucho a Goya y cada vez que puedo viajar voy y pienso que no se apague esto, porque es tan fuerte lo que me representa que no quiero que se apague, es como un amor. Siento que las obras no las cambio, porque cuando intento modificarlas me pregunto ¿será que ya no quiero decir eso? Trato de respetar la obra como me gusta que respeten en un museo una pieza, aunque con la conciencia de que nunca se volverá a ver de la misma manera.

Vuelve a Bellas Artes, ¿cómo se siente de 2018 que no lo pisan hasta ahora? Llegar a un lugar donde bailó Guillermina Bravo, Michel Descombey y Pina Bausch, es valioso, porque yo bailé porque vi gente bailar, vi cuerpos vivos. El Palacio de Bellas Artes es un lugar bien amoroso, es raro porque también es una responsabilidad por la expectativa que se genera, no es lo mismo que te encuentres a un grupo en la calle y después estés en un espacio que en sí mismo tiene una exigencia.

  • Cuándo: sábado 12 de agosto
  • Dónde: Palacio de Bellas Artes
  • Horario: 19:00 horas