FIC 2023

Danza de Marie Chouinard cautiva en el Cervantino

En cada uno de los actos, la coreógrafa canadiense antepone las posibilidades de los cuerpos y da cuenta de cómo se puede transgredir a niveles que podrían desconcertar al público

Bailarines, durante la presentación en el Festival Internacional Cervantino. Foto: Especial

En Guanajuato, Guanajuato

Unos cuerpos desnudos con máscaras de bebés, una pareja que se lastima corporalmente hasta el cansancio y bailarines ataviados con leotardos negros emulando con sus cuerpos imágenes que aparecían en una pantalla es parte de lo que este fin de semana pudo ver el público con la Compagnie Marie Chouinard, en el Auditorio del Estado, en Guanajuato.

Fiel al respeto que Marie Chouinard ha tenido al cuerpo como vehículo en la danza, inventando en cada pieza un universo diferente, la agrupación presentó en la primera parte de la función Vitalidad radical, una revisión de duetos y solos que ha creado durante 30 años y algunos nuevos, ofreciendo una especie de collage de su trabajo creativo. En cada uno de los actos, la coreógrafa canadiense antepone las posibilidades de los cuerpos y da cuenta de cómo se puede transgredir a niveles que podrían desconcertar al público, como cuando bailarines y bailarinas salen a escena desnudos con máscaras de bebés, entre lo grotesco y lo inquietante.

En la segunda parte del espectáculo, la agrupación originaria de Québec presentó Henri Michaux: Movimientos, basada en el libro homónimo de dicho autor belga, en el que hay dibujos en tinta china, un poema de 15 páginas y un epílogo.

Para esta obra se colocaron dos pantallas en el fondo del escenario en la que aparecían figuras con sombras que primero una bailarina emulaba y que después imitaban el resto de los bailarines, ya sea solos, en dúos o en grupo.

De una manera poética, Chouinard le daba vida a esos dibujos de Michaux, al tiempo que nos demostraba cómo a partir de movimientos sutiles o arrebatados, las posibilidades del cuerpo son infinitas; fue una especie de partitura física.

Casi al final de dicha obra era imposible dejar de mirar lo que ocurría y no dejar de fascinarse: el escenario oscuro, solamente iluminado en el espacio donde estaban los bailarines. Las luces se prendían y apagaban al compás de la música.

Aunque la presencia de Chouinard en el Cervantino era una de las joyas de los espectáculos de danza, el auditorio lució casi al 50 por ciento de su capacidad; a quienes estaban en el primer piso se les permitió bajar para ocupar los asientos vacíos.