Gran legado artístico

María y Tolita Figueroa: 30 años de disfrutar el arte tras bambalinas

Las vestuaristas abren las puertas de su casa a La Razón para mostrar 30 décadas de creación; trabajan en un libro de anécdotas sobre su vida con su padre Gabriel Figueroa y en una exposición de su obra

Las creadoras posan en su casa tras la entrevista. Foto: Carlos Mora, La Razón

En cuanto una puerta de madera se abre es como estar tras bambalinas de un teatro o el detrás de cámaras de una película, es la casa de María y Tolita Figueroa, quienes tienen más de 30 años creando vestuarios o escenografías para ópera, danza, teatro, cine y multimedia.

Al pasar un corto pasillo un mundo se abre: en el fondo hay un vestido en color vino de época, pinceles, un fino estuche de colores, fotografías que inmortalizaron a su papá, el cinefotógrafo Gabriel Figueroa, y algunas imágenes familiares de sus padres, una, por cierto, obsequio de un amigo que la encontró en La Lagunilla y no dudó en comprarla para dárselas; está el premio Ariel que ganó Tolita a Mejor Escenografía por La invención de Cronos, de Guillermo del Toro, está la escultura de Vicente Rojo del galardón que recientemente les dieron en el Festival Internacional Cervantino y sobre una gran mesa de madera hay una serie de imágenes de algunos de sus trabajos más importantes, desde vestuarios de El cascanueces, hasta de la ópera Muerte en Venecia, la obra Los enemigos y la cinta Cabeza de vaca.

Ambas están contentas, dispuestas a contar a La Razón su recorrido por los teatros mexicanos y del extranjero, donde han dejado huella, pero también cómo han logrado hacer equipo durante más de tres décadas. Cuando se les pregunta si les fue complejo trabajar juntas, enseguida su respuesta denota la complicidad que han construido y el humor que las caracteriza: María responde: “No ha sido difícil trabajar juntas”, y enseguida Tolita remata: “Para mí sí” y suelta la carcajada.

Tolita muestra algunos bocetos de sus vestuarios.

“Hay como un acuerdo, pero nos peleamos mucho por el diseño, hay momentos donde dices por qué le pusiste eso, por qué escogiste ese color o en el constructivo que te das cuenta que está mal, en ese tipo de cosas sí tenemos como cualquier gente discusiones”, agrega Tolita.

Han trabajado en 137 puestas en escena, 31 montajes en el extranjero y han ganado 20 premios nacionales. Además de estar en el mundo del cine, María, por ejemplo, hizo los carteles del largometraje Santa Sangre, de Alejandro Jodorowsky, e hizo un cartel para Bajo el volcán, en la que su padre, Gabriel Figueroa, estuvo a cargo de la dirección de fotografía.

Necesitas asimilar, incluso entre ella y yo leemos el libreto y lo dejamos masticar, lo dejamos un poquito que repose y ya que repose ya es bastante natural, nos sale
Tolita Figueroa, Vestuarista

“Mi papá me pidió que quería un póster de Las manos de Orlac, que era con un actor gringo, el póster sale en toda la película, me llamó Gironella para preguntar dónde había comprado ese cartel y le dije, lo hice si quieres te mando uno”, cuenta María. Es un cartel que atesoran porque tienen pocas copias, el original lo olvidó en la imprenta.

Aunque han trabajado en el séptimo arte por lo menos en siete cintas, confiesan en entrevista que disfrutan más en el teatro.

El cine para nosotras es medio aburrido, porque eres la primera en llegar para vestirlos y la última en irte para guardar los vestuarios, todo el día no tienes que hacer, en el teatro siempre tienes que hacer”, comenta María.

María Figueroa, durante la charla con este diario, en su hogar.

Es de los teatros de donde provienen sus más entrañables recuerdos: su convivencia con Diego Luna cuando era niño, a veces solían probar algún vestuario con él, pues el actor se la pasaba en los teatros con su papá, Alejandro Luna; las veces que tuvieron que improvisar porque algún vestuario se rompió o por los creadores que han conocido: Luis de Tavira y Héctor Mendoza, en el teatro; o Raúl Parrao, Lydia Romero y Miguel Mancillas, en la danza; Peter Sellars, en la ópera Ainadamar, por ejemplo.

“Ainadamar la hicimos en Granada, en el jardín, en la noche teníamos que ensayar, estaba el aire frío, Tolita me dijo: ‘estoy tan feliz que creo que me voy a morir’ y le contesté, ‘después del estreno, ahorita no’”, recuerda María, quien en esta frase, aunque lo diga en broma, refleja lo importante que es para ellas que todo salga perfecto, que la escenografía o vestuario compaginen con la puesta en escena, aunque sabe que no siempre se valora, aún no se logra dimensionar la importancia de estos elementos.

Disfrutamos mucho del teatro siempre, porque nunca trabajas con la misma gente, la misma época, ni con el mismo director, hay directores que tienen muy buen ojo, hay otros que les vale madre el vestuario
María Figueroa, Vestuarista

“Disfrutamos mucho del teatro siempre, porque nunca trabajas con la misma gente, la misma época, ni con el mismo director, hay directores que tienen muy buen ojo, hay otros que les vale madre el vestuario, piensan que ellos (los actores) traen su vestuario. A muchos directores no les interesa en lo más mínimo, el vestuario es parte de la puesta, tiene que tener una coherencia con el texto, pero no necesariamente le tiene que interesar al director”, señala.

Cuando a María y Tolita les llega un nuevo proyecto, primero se encargan de leer el libreto, investigar sobre la época en que ocurre la historia; se documentan lo más posible para acercarse a lo que busca el director. Al contar su proceso señalan una amplia biblioteca de su estudio, libros a los que constantemente regresan.

“Necesitas asimilar, incluso entre ella y yo leemos el libreto y lo dejamos masticar, lo dejamos un poquito que repose y ya que repose ya es bastante natural, nos sale”, cuenta Tolita.

Algunas imágenes de los vestuarios que han diseñado.

También le agregan ideas de su cosecha, que tengan un sentido con la puesta en escena; por ejemplo, María Figueroa rememora una ópera en la que un hombre vendía su orina para obtener dinero, el vestuario estaba cortado en cachitos.

“No había que hacer esos cortes, pero a nosotras nos interesaba que en el fondo subliminalmente tuviera todo el traje cosido, como si lo hubieran acuchillado, nadie lo sabe, pero es tu línea”, agrega Tolita, quien también señala que siempre cuidan no ser protagonistas, porque en el teatro el trabajo es colaborativo.

“El teatro no lo haces solo, si alguien agarra una onda y quiere ser protagonista, volarse el diseño, sale mal”, añade.

Algunas herramientas de trabajo de las creadoras.

El trato con los artistas también lo conciben en equipo, aunque confiesan que no siempre es el mejor, pues en la ópera y la danza la gente está menos dispuesta a aceptar algún vestuario; y en el teatro los actores acceden más a disfrazarse.

“De algún modo tienen razón, estás trabajando con algo que es muy vulnerable, que es el cuerpo, cómo va a llegar alguien a decirte, lo tuyo lo tuyo es que andes de camuflaje, te tienes que ir ganando a los actores, ir interpretando la obra con el director. Tienes que irlos metiendo a que les importe su puesta, que sea su puesta y les guste vestirse para eso”, destaca Tolita.

Con una vida recorrida en tantos teatros, Tolita y María esperan lograr hacer una exposición en la que muestren todo su trabajo; que pueda ser en Bellas Artes o en el Festival Internacional Cervantino, encuentro donde han trabajado durante treinta años.

En su casa, las hermanas Figueroa atesoran diversas obras de Vicente Rojo.

“María nunca ha dado sus acuarelas, tenemos todos los originales, dibujos, un archivo, se pueden reproducir muchas cosas, sí tenemos muchas ganas, que fuera en Bellas Artes sería un lujo, nos volvieron a decir que en el Cervantino nos están buscando un espacio”, asegura Tolita.

“Nos propusieron que todas las óperas que hayamos diseñado las pusiéramos en el tercer piso, que hiciéramos la exposición de los dibujos y algunas ropas, pero luego ya no nos hablaron”, añade María, quien espera que pronto se concrete el proyecto. Por lo pronto, Tolita trabaja en un libro de anécdotas sobre su vida con su padre Gabriel Figueroa, que se publicaría con la Cineteca Nacional.

El Ariel que Tolita ganó por La invención de Cronos.