Escribe libro de memorias

Gonzalo Celorio comparte los recuerdos que lo asaltan

En Ese montón de espejos rotos, el director de la Academia Mexicana de la Lengua habla del amor y de sus maestros; “era tiempo de hablar de mí mismo un poco”, afirma

Gonzalo Celorio, en una fotografía de archivo.
Gonzalo Celorio, en una fotografía de archivo. Foto: Editorial Planeta

Después de navegar en la historia de los suyos en El metal y la escoria; de compartir la admiración por sus hermanos mayores en Los apóstatas y de contar anécdotas de algunos escritores en Mentideros de la memoria, Gonzalo Celorio ahora se dedica a explorar en sus propias vivencias para entregar un libro de memorias llamado Ese montón de espejos rotos, en el que compartirá aspectos del amor, de los maestros que le cambiaron la vida y su paso por diversas instituciones como el Fondo de Cultura Económica, adelantó a La Razón el director de la Academia Mexicana de la Lengua.

¿Coincide con Borges sobre su visión de la memoria? Ese montón de espejos rotos lo usé de un poema de Borges titulado “Cambridge”, donde define de esa manera a la memoria, me parece que es una definición brillante y espléndida, porque la memoria generalmente es fragmentaria, es difícil recordar las cosas de una manera secuencial, precisa, generalmente los recuerdos nos asaltan y no de manera cronológica, sino caótica; por otra parte, además de lo fragmentario son espejos, porque en esos fragmentos de memoria nos identificamos, constituyen un poco nuestra propia historia.

¿Qué abordará en esta próxima publicación? Hablo de muchas personas a las que conocí, instituciones en las que he transitado, de mis lecturas, de mis maestros, de mis responsabilidades académicas, de mi proceso de creación literaria, de mis libros, de los leídos y de los escritos. No sé cuándo lo voy a terminar, lo que sí sé es que ya llevo un buen camino andado, no sé todavía donde ponerle fin.

Ese montón de espejos rotos lo usé de un poema de Borges titulado ‘Cambridge’, donde define de esa manera a la memoria, me parece que es una definición brillante y espléndida, porque la memoria generalmente es fragmentaria
Gonzalo Celorio, Escritor y director de la AML

¿De dónde viene esta necesidad de indagar en sí mismo? Pensé que era tiempo de hablar ya no de mi familia o de mis amigos, sino de mí mismo. Ya llegué a esa edad de la recapitulación, de tratar de recordar una serie de sucesos importantes que fueron configurando la propia vida, hablaré mucho de los demás, porque uno es uno y sus circunstancias, hablo de la universidad como lo mejor que me pudo haber pasado en esta vida, esa gran diversidad de todo tipo que me formó y de la cual estoy muy agradecido.

¿En esta revisión de su vida destapará aspectos que a lo mejor no son tan gratos? Hay cosas ridículas, fallidas, frustradas, no adopto ningún criterio moral, hablo de diversos temas, algunos de ellos resbalosos, como el tema del amor, que es verdaderamente sinuoso y peligroso. Estoy planteando una serie de sucesos, acontecimientos, experiencias, algunas privadas, otras íntimas, otras más institucionales pero interesantes. He tenido el privilegio de estar muy cercano o dirigido instituciones muy importantes para la vida cultural en México, como haber sido coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, que es un poco la loca de la casa, una especie de ministerio de cultura alternativo de México, que es importante que se conozca más; he sido director de la Facultad de Filosofía y Letras, una de las más ricas, donde hay cerca de mil 200 profesores para 12 mil alumnos, eso es un milagro, una maravilla; me tocó ser director del FCE, una de las casas editoriales más importantes de la lengua española. Todas esas experiencias hablan de mi vida y de la vida de los otros, de la vida del país y de la cultura, creo que esto más allá de mi persona pudiera resultar interesante al curioso lector.

Le dedica espacio a sus maestros, ¿algunos que mencionará? Cuando fue mi maestro en los convulsos años de 1968 no me di cuenta quién era Bonifaz Nuño, fue durante muchos años de su vida el mejor poeta de la literatura mexicana, por otra, fue parte un hombre atormentado y adolorido, pero por otra, con un gran sentido del humor.

A Sergio Fernández lo conocí como maestro, durante muchos años fui su alumno formal o informal, fui su ayudante en seminarios, fui su adjunto durante 11 años, hicimos muchas cosas juntos, desde la edición de la revista Los empeños hasta viajar juntos. Era un hombre muy temperamental, manipulador, durante muchos años permanecí a su sombra, lo digo sin tapujos, llegó un momento que me vi obligado a romper con él para poder volar.