Primeros ensayos en el Auditorio Nacional

El cascanueces, así se construye la magia tras bambalinas

Unos 80 técnicos trabajan para hacer un espectáculo perfecto; la precisión de tiempos y tareas juega un papel esencial, narra a La Razón Christian Tufiño

Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes.
Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes. Foto: Carlos Mora, La Razón

Antes de que el Auditorio Nacional abra el telón para que el público viva la magia de El cascanueces, un ejército de 80 técnicos trabaja para que todo esté perfecto el día de la función. Como si fueran los soldaditos de este clásico ballet, desde el domingo pasado a las dos de la mañana y hasta horas antes de la primera función, trasladan árboles de Navidad, regalos, vestuario, alrededor de 12 telones, montan la iluminación y la escenografía, colocan el piso especial que requieren los bailarines y hacen pruebas de luces, todo bajo dos lemas: precisión y perfección.

El día que La Razón acude a conocer El cascanueces tras bambalinas, en el escenario ya se encuentra el icónico árbol navideño de 10 metros de altura, rodeado de regalos, ya se montó uno de los telones y ya está lista la escenografía de madera que representa la casa de Clarita, la cual se ensambló como si fuera un rompecabezas —de acuerdo con Christian Tufiño Domínguez, coordinador técnico de la Compañía Nacional de Danza— y un trabajador constantemente limpia el piso con líquidos especiales, porque siempre debe estar impecable.

Atrás aún están sin montar otros árboles navideños de menor tamaño, el vestuario y el colosal Huevo estilo Fabergé, de siete metros de altura, está entre piezas de madera que pronto armarán los técnicos. Es un mundo de trabajadores, 80 para ser exactos, quienes se turnan, porque por lo menos cinco días antes de la primera función las labores no paran.

Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes.
Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes.

Hay una bitácora que todos deben seguir al pie de la letra minuto a minuto. Hay cambios de escena que se tienen que hacer en 30 segundos, y si en los ensayos alguien falla y se demoran cinco o 10 segundos más, se repite hasta que se logra hacer en el medio minuto.

“Entramos el domingo a partir de las dos de la mañana, lo primordial para nosotros es la iluminación, ya que es un elemento básico para la escenografía, colgamos toda la iluminación, posterior a eso, entramos a montar toda la escenografía, después afocamos, que es darle posición a las luces, con base a la escenografía, una cosa depende de la otra.

“Hoy tenemos ensayo, después de eso le damos posición al piso flotado que tenemos para cubrir toda la superficie del Auditorio Nacional, nos quedamos toda la noche para seguir afocando, y de las últimas cosas que hacemos, independientemente de los detalles que resten, está una grabación de luces, que depende de casi toda una noche”, compartió Tufiño Domínguez en entrevista con La Razón.

Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes.
Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes.

Cerca de 15 camiones provenientes de diversas rutas trasladaron las 12 toneladas de escenografía. Meses antes de que esto ocurra los técnicos tienen que revisar cada una de las piezas para evaluar si se encuentran en buen estado. “Lo hacemos con tres meses de anticipación, porque no es cualquier escenografía”, dijo.

Esta tarde en el Auditorio Nacional, mientras se terminan los últimos detalles del montaje, comienzan a llegar los alumnos de la Academia de la Danza Mexicana (ADM) y de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea (ENDCC), algunos suben al escenario, unos esperan su participación sentados en el proscenio, donde también está el equipo de iluminadores manejando los controles y revisando cada detalle, además se encuentra un pianista y una joven que dirige al músico.

Comienza a sonar la música de Chaikovski y los pequeños bailarines ingresan a la casa de Clarita. Los coreógrafos y el codirector de la Compañía Nacional de Danza, Cuauhtémoc Nájera, ven atentos. De repente, para la música y les explican algunos ajustes que tienen que hacer para repetir la escena, ésta se vuelve a realizar y la estructura de madera se levanta para mirar el interior de la casa, donde está el pino.

Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes.
Estudiantes y coreógrafos, durante los primeros ensayos en el Auditorio Nacional, el pasado martes.

El coordinador técnico también pone suma atención y se da cuenta que uno de los regalos está en el lugar equivocado, entonces corre a acomodarlo y vuelve a su posición, donde constantemente observa que todo esté bien con el piso.

Después se ensaya la entrada triunfal del Huevo Fabergé, de cuyo interior salen dos bailarines que simulan ser muñecos. Esta pieza, que es una de las que más impresiona al público, implica un trabajo monumental en el que está involucrado todo un equipo.

Te tiene que gustar, para todos los técnicos trabajar en El cascanueces es una experiencia muy bonita, todos los teatros y más el Auditorio Nacional, tienen una gran estructura, tramoya, iluminación, audio...
Christian Tufiño Domínguez, Coordinador técnico

“Es algo que nosotros hacemos tras bambalinas para que los niños vivan esa magia. Es un sistema de controlador donde nosotros, una o dos personas, lo están manejando atrás con un tipo de botonera, todos tenemos una intercomunicación. Hay un guion que tenemos que seguir, se avisa cuando tiene que venir esa magia, te lo digo y se me enchina la piel, siento como si estuviera enfrente del escenario. Cuando el huevo se va abriendo le doy una indicación a iluminación para que lo vaya prendiendo, es una magia que sentimos para poder hacerlo, siempre decimos que para que algo suceda tenemos que transmitir nosotros al público”, contó emocionado el coordinador técnico.

Aunque hay pendientes —seguir revisando la iluminación y ensayos con la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, bajo la dirección de Julia Cruz, y bailarines de la CND— todos están motivados porque saben que su mejor recompensa será cuando se abra el telón, los ojos curiosos del público hagan una expresión de sorpresa al comenzar la obra, vivan la magia de El cascanueces, se emocionen, y al final se desborden en aplausos para todos los que hicieron posible este montaje.

“El pago es cuando la gente se va hablando de la obra, los aplausos, es una sensación muy padre”, expresó.

Técnicos trasladan parte de la utilería en el escenario del Coloso de Reforma.
Técnicos trasladan parte de la utilería en el escenario del Coloso de Reforma.

Una despedida agridulce

Esta temporada de El cascanueces, que inicia hoy y culmina el 23 de diciembre, tendrá un aire de nostalgia y alegría para la primera bailarina, Blanca Ríos, quien después de 25 años de ser parte de este clásico se despide. Le dice adiós a la obra y al Hada de Azúcar.

“Me siento triste, pero a la vez tengo muchas emociones, han sido casi 25 años de estar en El Cascanueces con la compañía, es un momento emotivo y especial para mí, nunca como bailarín piensas en que va a llegar ese último momento en el escenario, hoy fue mi ensayo en el Auditorio y traté de disfrutarlo, pero a la vez tenía mucha nostalgia, me encuentro bien, contenta, emocionada, esperando el momento”, dijo a La Razón.

Blanca Ríos comenzó a participar en esta obra desde que era niña haciendo papeles secundarios, luego en la Compañía Nacional de Danza fue elegida para hacer a Clarita y luego al Hada de Azúcar.

“Me abrió las puertas, me hizo abrir los ojos para realmente inspirarme, creer en esta hermosa profesión y querer pertenecer a una Compañía Nacional y poder hacer una carrera. El Hada de Azúcar es uno de los pas de deux más difíciles que he hecho en toda mi carrera, es compleja la elegancia que se requiere y a la vez la fuerza y la técnica, la expresión artística suficiente para llenar el Auditorio, es cuando la danza clásica llega a su culminación, donde los bailarines podemos expresarnos a través de la técnica clásica pura, la música es maravillosa, he recibido comentarios de gente que llora mientras está el pas de deux del hada, la música es excepcional, creo que sí logra tocar corazones, inspirar a muchos niños y niñas que vienen a verlo”, finalizó.

  • Dónde: Auditorio Nacional de la Ciudad de México
  • Horarios: 15, 19, 20, 21 y 22, a las 19:30 horas; 16 y 23, a las 12:00 y 18:00, yel 17 a las 17:00