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Héctor Carreto, un peregrino de desnudas estaciones

La Universidad Autónoma de la Ciudad de México informó sobre la muerte del poeta y escritor Héctor Carreto, conocido por su obra "Coliseo"

El poeta, en 2023, en la Librería Fiel a la Tierra, en la colonia Roma.
El poeta, en 2023, en la Librería Fiel a la Tierra, en la colonia Roma. Foto: Pascual Borzelli Iglesias

Ha muerto el poeta Hector Carreto (Ciudad de México, 1953 – 2024), miembro de la Generación de los 50 (José Luis Rivas, Margarita Villarreal, Efraín Bartolomés, Roberto Vallarino...), quien en 2002 recibió el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por el cuaderno Coliseo, donde aparece la inscripción: “Se entregó en cuerpo y alma a la poesía; /fue inmortal mientras vivió”: retrato de él mismo, confesión que hoy asentimos. En sus varios poemarios el epigrama mexicano alcanzó momentos de alto lirismo. Falleció el domingo pasado, dio a conocer ayer la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, donde fue profesor.

Viajero suscritor de versos que van y vienen transmutados en una oleada de figuraciones que hacen escala en Ítaca, en el espejo lunar, en el instante del nacimiento de Venus, en el amanecer del César, en el imperio de Calígula o en un despacho burocrático. Encajamiento del mundo antiguo en una misma encrucijada de suplicios, en que el tiempo nunca hace pausa y transcurre en una inmovilidad franqueadas por retumbos homéricos en diálogo con bajeles siderales.

En su bibliografía destacan Volver a Ítaca (1979), Naturaleza muerta (1980), La espada de san Jorge (1982), Incubus (1993), Antología desordenada (1996), El poeta regañado por la musa (2006), Poesía portátil (2009) y Testamento de Clark Kent (2015) –cuaderno que reinventa con ironía el legendario universo de Superman, retrato del bien y la justicia desde una sutil metáfora de la soledad--. / La interioridad, al decir del crítico Evodio Escalante, de un poeta que se repliega hacia sí mismo y lanza dardos verbales en contra del tedio, la monotonía, los acechos oficinescos y las aciagas incidencias del desabrigo laboral. Agencias donde archiveros, datos, cifras y computadoras escoltan los cuerpos y “Muy cerca / --de adorno-- / girasoles / (de plástico) /se empolvan”.

Presencia de un humor epigramático de resonancias clásicas y, asimismo, de una libertad creativa donde el pasado y el presente huyen de lo regresivo para vislumbrar el futuro. En la antología Vigencia del epigrama (2006), Carreto dice: “La poesía /mendiga ante tu puerta // ¿No has pensado en abrirle /ni siquiera una vez? // Una vez / Siquiera // Para que pueda entrar / y ventilarlo todo”. Resuello en pureza gozosa: “Mis poemas se alimentan de seres humanos. / No importa si jadean / o si yacen en lápidas. /Muerde el alto pezón /que después del contagio se volverá oda; / lame la sangre del mártir / que tomará forma de elegía”. Héctor Carreto siempre anduvo sin recato, pero con decoro, en franjas de estaciones desnudas.