Distinguen sus versos luminosos

Piedad Bonnett gana el Premio Reina Sofía

El jurado destaca que la autora colombiana es “una voz actual de referencia en la poesía iberoamericana”; es autora de Ese animal triste

La Poeta, en Aguascalientes, en 2010. Foto: Pascual Borzelli Iglesias

La narradora, dramaturga, traductora y poeta colombiana Piedad Bonnett (Antioquia, 1951) ha sido reconocida con el XXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana por ser “una voz actual de referencia en la poesía iberoamericana, con un trato elaborado del lenguaje que le permite acercarse a la experiencia vital con profundidad y belleza y a responder con humanidad a la tragedia de la vida. Su poesía es luminosa, aun cuando trata temas arduos, como el desamor, la guerra, la pérdida o el duelo”, precisó la gestora del Patrimonio Nacional de España, María Dolores Menéndez, al anunciar el fallo del jurado, ayer.

Galardón apreciado como el más acreditado en los espacios de la poesía en español y portugués. “Es difícil ganarse un premio de esta categoría, estoy muy feliz y muy agradecida con el jurado, hay muchos nombres posibles en lengua española: poetas extraordinarios; entonces, estoy muy contenta”, expresó la autora.

Destacan sus cuadernos Treta del débil: asombros dolidos rondando extrañas forma de amar; Ese animal triste: rituales en noches desnudas en que los amantes cabalgan en la cresta de la sal marina; El hilo de los días: itinerarios de la intemperie azotada por el viento y la lluvia; Nadie en casa: una muchacha quita el polvo húmedo del zaguán con un plumero alegre; De círculo y ceniza: la viuda llora sobre la urgencia de los silencios. En 2016 el sello Lumen publicó su Poesía reunida.

Los privilegios del olvido (FCE, 2008), antología personal en que pone de manifiesto un discurso franco, certero y directo, donde el desconcierto se refugia en un dolor recobrado y yermo: “Todo posee aquí / esa serenidad de lo olvidado / esa apenas nostalgia que da el color del humo”.

La soledad como razón de existencia, como emisaria de la mariposa agónica: “Cansada vengo, definitivamente solitaria”, ha confesado la autora de la novela de culto Lo que no tiene nombre (2013) sobre el suicidio de su hijo Daniel. “Y pareciera que tanta paz, tanto silencio pesaroso / fuera el golpe de Dios sobre la mesa”.

Bonnett apela a lo narrativo en las coordenadas de la ficción poética a través de fulgores transparentes de súbitos salmos arropados por tabaleos que anuncian los avatares del deseo. Poeta-cronista alejada de resignaciones y en constante diálogo con la crudeza de los intervalos que guardan la negación del agua que calma la sed: “El sol del mediodía, su luz sonámbula, / el recio azul del cielo tirante y sordo, / el aire y su ondulante resplandor”.

Cantora del amor, o mejor juglar del amor erótico desde la noble persuasión de que todo gesto afectivo da cabalidad al discernimiento de nuestro cuerpo: “Más allá –más acá—de los cuerpos / vencidos ya, / de tu respiración / de niño, acompasada, / y de mi inquieto /cavilar, / está el árbol / detrás de la ventana, / naciendo del verano / hoja por hoja”. Bonnett sabe que “Otra vez ha llegado el arrogante amor sin anuncio/ y se ha instalado aquí / donde tu nombre comienza a ser un árbol / que me da sombra con sus siete letras // sin permiso sin prisa”.

Arropada en la compasión, Bonnett alaba a los hombres tristes que ahuyentan a los pájaros, aquellos que se refugian en la lluvia del cansancio de Dios. Desdeña las lamentaciones, pero a veces, las reconoce por algún episodio azaroso de los amantes incapaces de adentrarse en la redondez de una luna llena y menosprecian los candiles del centelleo de la sangre huérfana. Gana el Reina Sofía una poeta que ha sabido reconciliar la realidad como emisaria de nuestras orfandades.

  • ​De círculo y ceniza, 1989
  • Nadie en casa, 1994
  • El hijo de los días, 1995
  • Ese animal triste, 1996
  • Todos los amantes son guerreros, 1998
  • Explicaciones no pedidas, 2011
  • Los habitados, 2017