En Guanajuato, Guanajuato
En tiempos en los que ha habido diversas huelgas para exigir la regulación de la Inteligencia Artificial, en la que es posible escribirle por WhatsApp a Meta IA para hacerle desde la pregunta más técnica hasta pedirle el consejo más personal o en los que es posible recibir recomendaciones de qué mensaje mandar a alguien en una app de citas, Les Ballets de Monte-Carlo llevó al público del Festival Internacional Cervantino a los más profundos temores humanos sobre la relación con esta tecnología, en un aspecto en el que nos consideramos únicos: el amor.
Durante 102 minutos, en el Auditorio del Estado de Guanajuato, los asistentes pudieron admirar Coppél-I.A., en la que Jean-Christophe Maillot toma de pretexto el clásico del ballet Coppélia para lanzar preguntas como ¿por qué alguien podría sentirse atraído por una Inteligencia Artificial como pareja?, o bien, ¿el amor puede ser perfecto? En la historia, Franz se enamora de una robot y decide poner en riesgo su relación con la humana Swanilda.
Mientras la trama ocurre, los espectadores son testigos de una propuesta visual y dancística en la que el director de Les Ballets de Monte-Carlo ha sido disruptivo: “Hacer un cruce entre la danza clásica y contemporánea”, arrojar en cada obra un lienzo en blanco en el que cada persona cree su propio universo y ver a bailarines, que lo mismo le daban importancia a la danza que la dramaturgia, en palabras del intérprete Asier Uriagereka.
El “lienzo visual” en esta ocasión fue una escenografía, en la mayoría del montaje blanca con tintes futuristas, al igual que los vestuarios de los bailarines, sofisticados atuendos, hasta vestidos que hacían ver etéreas a las bailarinas y trajes que parecían pertenecer a seres de otro mundo, al menos en el caso de la bailarina que interpretó a la autómata, quien en algunos momentos apareció con un pegado leotardo plateado para parecer un auténtico robot y otras con un vestido y un tocado.
A nivel dancístico, si bien el público admiró a bailarines en puntas o haciendo algunos pasos típicos del ballet, realmente estuvo frente a una propuesta contemporánea en la que importaban las sutilezas, pues el coreógrafo optó por evidenciar las imperfecciones de las Inteligencias Artificiales, al contraponer a Swanilda y a la robot en varias ocasiones, como en la escena en la que cada una baila en pareja, una con Franz y la otra con el doctor Coppélius; o cuando las amigas de Swanilda molestan a la autómata y se burlan de ella.
De esta manera, Jean-Christophe Maillot puso en su danza algunos dilemas actuales, como la capacidad de la IA para imitar a los humanos, pero aún sin llegar a la perfección; y la manera en que también rechazamos a estas tecnologías por los temores que hemos interiorizado.
Con diversas escenas en las que el coreógrafo pondera la poética de los cuerpos, la obra termina en un tono lleno de dramatismo con una IA que comienza a tener capacidad de retar al doctor que la ha creado y con un Coppélius derrotado en el centro del escenario.
Cuando se cerró el telón, el público se desbordó en aplausos y se puso de pie para ovacionar una de las propuestas destacadas que se presentó este fin de semana en el Cervantino.