Enfrenta los estereotipos

Mujer Dance Company ofrece un feroz viaje visual en el FIC

La obra fusiona la cultura tradicional de Corea del Sur con lo contemporáneo; silencios y pausas se mezclan de forma armónica con gritos y arrebatos de los integrantes de la compañía

Campanas son utilizadas por los bailarines en la obra. Foto: Cuartoscuro

En Guanajuato, Guanajuato

La danza surcoreana llegó este fin de semana al Festival Internacional Cervantino de manera magistral gracias a Mujer Dance Company y Caminamos, miramos y nos paramos, una obra que logra fusionar la cultura tradicional del país asiático con lo contemporáneo y que cautivó al público por sus pasajes sutiles pero intensos.

Desde el primer momento, la compañía inició su acto haciendo uso de elementos simples y cotidianos, como unos calcetines, pero que, al ser coloreados con haces de luz dorada o neutra, los bailarines lograban sumergir al espectador en una parsimoniosa rutina que toma un ritmo como de manecillas de un reloj.

Las posibilidades de los movimientos del cuerpo se fueron ampliando conforme la obra avanzaba y con el uso de unas pequeñas campanas de viento que colgaban del escenario, los danzantes aprovecharon para dar protagonismo a la fuerza femenina y sus posibilidades, en una feroz secuencia de tintineos.

Los silencios y las pausas fueron clave en esta puesta, pues se mezclaron de forma armoniosa con los abruptos gritos y arrebatos motrices de los integrantes de la compañía, quienes también dieron una magistral muestra de fuerza y condición física, al cargar a sus propios compañeros, saltar o hacer maniobras.

Una de las cosas que Seo Yeon-soo, directora y coreógrafa de la obra, quería enfrentar eran los estereotipos de lo que significa la feminidad y éste reto se manifiesta en la manera en que la entereza de los cuerpos femeninos se expresan libremente en el escenario.

Esta misma libertad se realza en una de las partes finales de la coreografía, cuando nuevamente por medio de sencillos objetos, en este caso una alfombra verde de pequeñas piezas color verde, permitieron a los actores jugar aún más con el espacio en el escenario y contrastar con el fondo iluminado de colores cálidos que se proyectaba, valiéndose de una escalera para reunirse en torno a ella.

La música, con aires de misterio y en precisas repeticiones, envolvió aún más a los espectadores en el clímax de la obra, que terminó en la metáfora con la que Yeon-soo describía previamente: ir de la semilla al árbol, en una clara referencia al transcurrir humano, desde su infancia hasta su etapa de mayor madurez.

Al finalizar, los bailarines fueron ovacionados por el público que se había dado cita en el Auditorio del Estado.