La colombiana Piedad Bonnett (1951, Amalfi) al igual que el escritor Gabriel García Márquez considera que “hacer literatura es un acto de fe en lo humano”, pues “en un mundo que pierde aceleradamente todo sentido espiritual, la poesía es una forma de trascendencia. Pero también de resistencia, frente a la mentira, la verborrea, la banalidad y las arremetidas de la desesperanza”, dijo ayer durante su discurso al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en una ceremonia en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid, en España.
La poeta, novelista, dramaturga y crítica literaria refrendó la importancia de la poesía en una época en la que las personas cada vez están más solas.
“Vivimos en una época de enorme soledad interior. Una época rendida a la productividad, al ruido, al consumo, a la hiperconectividad, a la falsa idea de que podemos controlarlo todo. La sociedad está produciendo jóvenes que tienen miedo del amor y del compromiso, que eligen pareja a través de aplicaciones que les aseguran que de esa manera no corren riesgo de equivocarse.
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De la poesía se agarró esa niñita que todavía aletea con sus miedos dentro de la mujer mayor que soy. Ella me ha dado, entre otras cosas, el refugio de la soledad elegida que todo escritor necesita, pero también la calurosa acogida de mis lectoresPiedad Bonnett, novelista y poeta
“Jóvenes que permanecen días y semanas encerrados en sus habitaciones, perdidos en los laberintos virtuales; que tienen miedo de la mirada del otro; que, abrumados por una sociedad que obliga a la competencia y desprecia a los más débiles, expresan la ira que les produce la exclusión llevando a cabo masacres colectivas que incluyen su propia muerte, como una forma de redimirse de su supuesta nulidad y de ser parte, por unos minutos, de la sociedad del espectáculo”, lamentó.
Y resaltó que la poesía señala esta soledad que predomina no sólo en los jóvenes, sino también en los ancianos que son llevados a geriátricos, en los migrantes que cruzan mares y desiertos en busca de una mejor vida para sus familias o mujeres a las que se les prohíbe el conocimiento, la palabra pública y el canto.
“En un mundo en que la solidaridad social está siendo destruida por el espíritu de la competencia y la pauperización de la vida en aras del rendimiento, la poesía señala ésas y otras soledades”, externó.
Aunque reconoció que “la poesía no puede cambiar el mundo”, sí resaltó que ésta amplía “los límites de nuestra sensibilidad y de nuestra conciencia. Algo que no pueden hacer las máquinas, que son ya capaces de reemplazar la inteligencia humana, pero no la percepción ética de nosotros mismos y de nuestras acciones”.
Piedad Bonnett indicó que la poesía es todo, porque “de una forma humilde, en tiempos de soberbia, nos permite conocer lo que no sabíamos que ya sabíamos; nos devuelve a la vitalidad del habla, asfixiada a diario por el lenguaje inflexible de la técnica; nos puede mover a la compasión; desmitifica, y se vale de la ironía para develar las fisuras de nuestras realidades; nos conecta emocionalmente con lo más hondo de la lengua materna, la poesía nos hace más llevadera la inconmensurable soledad del ser”, dijo.
Piedad Bonnett fue reconocida con el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana por la profundidad y belleza con la que se acerca a la vida y por ser capaz de convertir “el dolor en arte”, destacó el jurado.
Último salto a la piscina de la poeta
Afirma Piedad Bonnett discreta, tempranamente prudente y tierna, que existen algunos poemas que no están hechos para leer en voz alta, “porque son demasiado íntimos”. Sin embargo, instada por una periodista en la presentación de su antología, La oscura disonancia, que tuvo lugar horas antes de que le entregaran el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid como reconocimiento al patrimonio cultural común de España e Iberoamérica, Bonnett leyó. Y mientras lo hacía, armonizó todos los bordes de todos los silencios que se arrullaban en la sala.
“Te gustaba nadar a esta hora fría. Yo te oía bracear como en un gran combate. Y hoy has vuelto, con tu cuerpo de sol y detenido en tus veintiocho años para siempre. Si pudieras mirarte, recortado contra la nada gris del horizonte, pensarías en Hockney... tan concreto y no obstante tan abstracto. (...) Te he visto vacilar, al borde, antes de dar el salto. Y me he quedado aquí, en mi silla blanca esperando que emerjas de las aguas”.
Aludiendo a la icónica obra del pintor británico de piscinas, el poema, titulado “A bigger splash”, está dedicado a su hijo Daniel, quien falleció con sólo 28 años tras arrojarse del piso en el que vivía en Nueva York, Estados Unidos, dejando atrás una prometedora carrera como artista.
El poemario La oscura disonancia recoge poemas de toda la obra de Piedad Bonnett e incluye cinco textos inéditos manuscritos.
Por Marta Moleón/La Razón de España