Se apagan las luces en el magno escenario del Auditorio Nacional, la orquesta está lista y el colosal Huevo estilo Fabergé se abre para comenzar la magia del ballet El Cascanueces. Estamos en la casa de Clara donde ya es la víspera de Navidad, un enorme árbol decorado y regalos están listos para la gran fiesta de la noche.
Mientras transcurre el primer acto de El Cascanueces, La Razón recorre los camerinos donde existe otra magia, la de los bailarines nerviosos y emocionados, desde los más pequeños hasta los adultos, porque están cumpliendo uno de sus grandes sueños, participar en este clásico del ballet o repetir en el montaje, pero ahora enfrentándose a un nuevo reto. Como Karime Vázquez Arreola, para quien es la segunda vez que da vida Clarita.
Ahora el desafío de la joven de 14 años es bailar en puntas. Está cansada, pero contenta, porque anhela en un futuro ser el Hada de Azúcar, un papel a cargo de experimentadas bailarinas profesionales.
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Hoy estaba haciendo la cuenta de cuántos Cascanueces llevo y es mi número 13 o 14. Estoy muy contento porque todos estos años mi carrera ha ido creciendoRoberto Rodríguez, Caballero de Nieve y Príncipe de Azúcar
“Hacer Clarita en puntas es muy técnico, hay que tener mucha fuerza en los pies para poder bailar bien. La danza de la fiesta es muy cansada, hay que tener bastante resistencia, ése ha sido un reto para mí, pero creo que con mucho trabajo, esfuerzo y disciplina todo se logra”, dice a este diario esta joven que se identifica con la divertida y amigable niña.
Aunque los pies le duelen, al preguntarle sobre la primera vez que pisó el colosal escenario del Auditorio Nacional, sonríe y sus ojos brillan: “Fue algo muy mágico, algo muy fuera de mi mundo, muy diferente a lo que estaba acostumbrada ver, sentí mucha adrenalina, muchos nervios, mucha emoción e inspiración para seguir haciendo mi papel mejor”, comparte.
La emoción se respira en cada rincón de los camerinos, en donde se ve a bailarinas en elegantes tutús blancos o rosas caminando apresuradamente para cambiarse, otros artistas acuden para que les arreglen un desperfecto en su atuendo, algunos van al área de maquillaje para que los retoquen o los maquillen, unos se sientan en el piso y se estiran para relajarse. A veces tienen oportunidad para saludarse, charlar, abrazarse o felicitarse, pero en la mayoría de las ocasiones se hacen sólo señas y van a paso apresurado, como cuando uno se encuentra a un conocido en el Metro rumbo a un destino con el tiempo justo.
Un grupo de estudiantes llega a los camerinos después de su participación, viste atuendos de ángeles, sonríen, se le ve feliz Su maestra no pierde de vista a sus alumnas para que estén listas en su próximo llamado, el cual llega y las obliga a reunirse y caminar hacia el escenario. Platican o se lanzan risas nerviosas.
El primer solista, Roberto Rodríguez, llega a los camerinos vestido con un pants y chamarra para convertirse en el caballero de Nieve y el príncipe de Azúcar. Se ve contento y antes de su transformación charla con este diario.
“El Hada de Azúcar es un pas de deux cien por ciento clásico, entonces, siempre el nivel técnico es diferente a un Quijote, es muy limpio, tienes que llevar tu expresión y tu baile al máximo, porque exige mucha técnica, tienes que hacer los pasos lo más limpios posible, yo creo que ahí está el grado de dificultad más alto”, comenta el artista.
Roberto Rodríguez se siente orgulloso de compartir escenario con estudiantes de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea y de la Academia de la Danza Mexicana, pues para él ver de niño a bailarines profesionales fue el motor para querer dedicarse a este arte, entonces, sabe el impacto que puede tener en los pequeños alumnos que hacen sus pininos como ratoncitos, ángeles o copos de nieve.
“Para mí es muy especial, ya que yo también lo viví, fui un niño viendo a los grandes bailarines y decía: ‘¡wow cómo bailan de esa manera, quiero ser ese bailarín!‘. Es muy importante porque cuando eres niño no ves realmente cómo baila un profesional, porque estás en la escuela aprendiendo, y cuando te cruzas con profesionales y empiezas a ver cómo se baila en una compañía es cuando dices: ‘Quiero eso en mi carrera, en mi vida’. A partir de eso la mayoría encontramos por qué queremos esto”, dice.
Entre esos pequeños se encuentran Mayra Regina Rosas y Aranza García, ambas de 12 años, quienes dan vida a uno de los ángeles y a uno de los ratones, respectivamente. A Aranza le emociona saber que se presentará ante 10 mil personas en el Coloso de Reforma y abre sus ojos al decir: “¡Cuánta gente!”.
Para Mayra es su primera vez en El Cascanueces y está entusiasmada porque el año pasado fue espectadora y ahora estará en el escenario. Además se siente muy feliz, porque puede ver a los bailarines de la Compañía Nacional de Danza (CND).
“El domingo estuve en ratones, fue padre. Me emociona que el otro año lo estaba viendo y este año voy a estar en el escenario. Es muy padre también, porque en las partes que no participamos, podemos estar en las butacas viendo, está bonito porque estás viendo a la compañía, los pas de deux”, dice.
El movimiento en los camerinos nunca para, entran y salen bailarines todo el tiempo, Alec Reyes se prepara porque está a punto de comenzar el segundo acto, él hará la danza rusa y está feliz, porque es el rol con el que más soñaba. Además da vida al mismísimo Cascanueces.
Se me hace que es una obra más familiar de fin de año, es un momento para nosotros que sentimos alegría y alivio, porque se está terminando el año, son nuestras últimas funciones y está padre, porque es la última vez que nos vamos a ver en el año, nuestros familiares vienen a vernosAlec Reyes, Cascanueces
“Ahorita estoy haciendo el ruso solista, es el que más había querido hacer, estoy más que feliz, son muchos saltos grandes, tengo que lanzar las piernas, saltar un minuto entero sin parar, está muy padre. Todos los trucos que hacemos en clase los llevamos a cabo aquí”, señala, y además confiesa que le gusta El Cascanueces, porque es el último montaje del año de la CND.
“Es un momento para nosotros que sentimos alegría y alivio, porque se está terminando el año, son nuestras últimas funciones y está padre porque es la última vez que nos vamos a ver en el año, nuestros familiares vienen a vernos”, comparte y revela que ya en su camerino tiene lista una tina con hielos para que cuando termine de bailar meta sus pies para relajarlos.
Después de estar en los camerinos, este diario acude a los bastidores, que es donde los bailarines calientan para entrar en acción. Unos están sentados estirándose, otros más con sus maestros reciben recomendaciones para mejorar su número: “Ojo con el developé”, “tienes que hacer los pasos más largos” o “cuidado con este paso, son más cruzados los pies” son parte de los consejos que les dan.
También los bailarines reciben contención y ánimos: “Sin miedo, hace rato que no te veía bailar así, entonces piensa que no hay estrés, no hay nervios”, le dice una maestra a uno de los intérpretes para alentarlo, pues estamos a unas horas del comienzo de la temporada de El Cascanueces, que inicia hoy en el Auditorio Nacional y culmina el próximo 23 de diciembre.
La historia de la obra se ubica a finales del siglo XIX en Rusia y en la escenografía se evoca el esplendor de esa época, pero con un toque más contemporáneo.
Oliver Díaz: Repartiremos ‘veneno’ de arte
Los sueños no sólo son para los bailarines, también Oliver Díaz cumple uno de sus grandes anhelos, por primera vez dirigirá El Cascanueces, con música de Chaikovski, y debutará en el Auditorio Nacional con la Orquesta del Teatro de Bellas Artes.
“Es la primera vez dirigiendo El Cascanueces en ningún sitio, he dirigido muchas veces la Suite, pero la obra entera no, es algo que desde hace tiempo tenía ganas. Toda la obra del compositor está llena de hits, pero en El Cascanueces es uno detrás de otro, es maravillosa, emocionante”, dice a La Razón.
Al director español le impresiona presentar música clásica y ballet en un escenario como el Coloso de Reforma, donde comúnmente hay conciertos de Gloria Trevi, Christian Nodal o Los Tigres del Norte.
“Ésta es una cosa absolutamente excepcional, es un escenario enorme, es vital que vayamos a tener a tantas familias, tanta gente joven, que vayan a ver no sólo al ballet profesional de los adultos, van a ver a los niños. Esto crea un efecto espejo”, resalta.
Por lo que espera poder contagiar de arte a quienes acudan.
“Todos los que no son aficionados a la música clásica se van a dar cuenta que saben más de esta música de lo que creen. Ojalá ese veneno del arte, de la música clásica, de la danza, les emocione, les llegue al corazón, les deje esa semilla ahí prendida, como cuando ese veneno entra en el cuerpo y ya no sale para toda la vida. Esperamos que eso le suceda a mucha gente, estaremos repartiendo dardos con venenos de arte”, expresa el director de orquesta.
El cascanueces
- Cuándo: del 17 al 23 de diciembre
- Dónde: Auditorio Nacional de la Ciudad de México
- Horarios: martes a viernes a las 19:00 horas; el sábado a las 12:00 y 18:00 horas; el domingo a las 12:00 y 17:00 horas; y lunes a las 12:00 y 18:00 horas