Recién llegada de España, donde recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, la escritora, dramaturga y poeta colombiana Piedad Bonnett charló con La Razón sobre la importancia de recibir este galardón a los 73 años, pues considera que es un impulso para crear más poemas.
Conversó también sobre los más recientes libros que ha publicado, La mujer incierta y la antología La oscura disonancia. Adelantó que para el próximo año prevé publicar el poemario Los hombres de mi vida y trabajará en un libro en el que reflexionará sobre los sentidos, debido a una enfermedad pos-Covid que padece llamada parosmia.
Este año fue galardonada con el Premio Reina Sofía de Poesía, ¿qué le significa este reconocimiento? Es de una dimensión enorme, porque ha habido 33 versiones de ese galardón, lo han ganado personas que han sido mis escritores más leídos, mis poetas más amados, entre ellos Blanca Varela, José Emilio Pacheco, Álvaro Mutis, Raúl Zurita, gente entrañable para mí. Es un reconocimiento muy importante en un momento en el que empiezo a envejecer y no he envejecido lo suficiente, porque si me lo dieran a los 90 años no sería lo mismo. Es un impulso para mi poesía, es el reconocimiento a una obra muy larga, pero mi vida poética no ha acabado, estoy en mis cabales. Es un impulso para que haya más poesía para mis lectores.
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En lo único que donde logré la libertad fue en el ámbito de la escritura que te permite explorarte, decir cosas sobre el mundo, volverte una mente crítica, ser feliz, tener miedos, al fracaso, que también los tuve todosPiedad Bonnett, Escritora y poeta
Cuando recibió el premio habló de los jóvenes, ¿por qué empatiza con ellos? Soy sensible al tema de los jóvenes, primero porque fui profesora en una universidad 30 años. También porque tuve un hijo que sufrió las exigencias de la competitividad que hay para los jóvenes. Entre los 18 y 28 años la gente la tiene muy difícil, porque es cuando primero tiene qué escoger cuál es la vía por la cual van a enrutar su vida, se ven atados a esa elección que hicieron, como fue el caso de mi hijo, que era un artista plástico, escogió mal su carrera en Columbia, Administración de Arte, algo que no debió escoger, pero digamos que tal vez su idea de las dificultades que el arte le iba a traer lo llevó a escoger eso, lo condujo al camino de la angustia y de ahí al suicidio, unido a otras cosas. No voy a decir que es un caso típico, pero sí he visto a estudiantes míos que se recluyen en especializaciones, duran los años más maravillosos de su vida, entre los 20 y los 32, 34 años, encerrados en unos cubículos.
En La mujer incierta aborda parte de su infancia y juventud, ¿cómo fue retomar esos momentos de su vida? Es un libro no sólo sobre mí, sino sobre una generación de mujeres, también hablo de mi madre, mis tías solteronas. Primero fue un proceso de introspección, de lidiar con mis propios recuerdos, que son fragmentarios y no siempre son ciertos. Tomé la decisión de que no me iba a importar la verdad de los hechos, sino lo que yo pensaba que me había pasado, que es como vivimos la vida. Pensé que a mi mamá no le parecía bonita, ¿es verdad o no?, mi mamá dice que no, pero yo lo sentía así, entonces, por eso tengo esos epígrafes en el libro, hay uno que dice: “No somos lo que hicieron de nosotros, sino lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”. Es sobre los determinismos versus la libertad, ¿hasta dónde la forma en que te criaron te determinó y hasta dónde pudiste superar los determinismos? Una gente logra más libertad y por ese camino se hace más feliz, otra se queda entrampada ahí y otra se queda aplastada. Es el gran tema de la novela.
¿Hasta qué punto ha encontrado esa libertad? Es difícil de evaluar, en muchos momentos me equivoqué en mis elecciones, pero en lo única que estoy segura de que no me equivoqué fue en haber escogido la escritura, porque esa pulsión la tenía desde los 15 años. Luego, porque me casé de una forma muy temprana, un poco por escapar del ámbito familiar, ¿me habría ido mejor como a mis hijas que se casaron a los 37 años?, no estoy segura. En lo único donde logré la libertad fue en el ámbito de la escritura que te permite explorarte, decir cosas sobre el mundo, volverte una mente crítica, ser feliz, tener miedos.
En España presentó la antología La oscura disonancia, ¿qué redescubrió al hacer esta revisión? Esa revisión la he tenido que hacer periódicamente, pero lo que de verdad me reveló cosas nuevas fue el estudio que hizo Francisca Noguerol, hizo unos descubrimientos fabulosos en los que me reveló que mi obra es una cosa compacta trazada por las mismas obsesiones, los mismos intereses. Hay cinco poemas inéditos escritos por mí, con mi letra, hay unas fotos mías, en una tengo menos de ocho años, estoy con mis hermanos y soy la que tiene un libro, lo que quiere decir que a mi papá y a mi mamá les parecía muy maravilloso que yo fuera una lectora.
¿Le ha hecho preguntas a la poesía sobre los enigmas de la vida y la muerte? La poesía es para preguntarse cosas y para hablar de cosas que a todos nos afectan, desde la belleza, el misterio del mundo, del misterio de un amanecer, el misterio mismo de la vida, hasta todo el dolor que trae aparejada la vida y los conflictos. La poesía es el mejor lenguaje que transmite, ese núcleo contradictorio de la vida. Por eso pienso que la gente que no lee poesía, que es la mayoría, se pierde de mucho. Lo que produce la buena poesía es decir: “Cómo me habría gustado escribir esto, en el fondo yo sabía esto, pero qué bonito me lo dicen”. El arte habla de una parte nuestra que está olvidada todos los días en la cotidianidad.
Raúl Zurita comentaba que la poesía era un arte cruel, ¿lo comparte? La poesía es descarnada, te puede poner de frente una realidad muy brutal, no tiene compasión, puede que te compadezcas de alguien en el poema y, sin embargo, eres capaz de mostrar todo el dolor que hay detrás de eso que estás tratando sin ambages. Entonces, la poesía va al punto, hiere, por eso a veces te saca lágrimas. Hay canciones hermosísimas que son casi poemas, pero el lenguaje de la poesía es un poco más oscuro, un poco más complejo y nos tiene que tocar el corazón.
Este 2025, ¿qué planes tiene en puerta? Tengo muchos sueños, tengo un libro de poesía que se llama Los hombres de mi vida, que llevo escribiendo 12 años, no porque todos los días escriba, sino porque escribo tantas novelas que los poemas van saliendo de a poco, pero ya lo estoy terminando, lo estoy recogiendo para completar. Voy a empezar a escribir un libro pequeñito sobre una cosa que tengo, pos-Covid, que estoy padeciendo hace cuatro meses, se llama parosmia, todo me huele y me sabe mal, pero hasta el punto de que llevo sin comer carne, pollo, proteínas, no puedo comer nada que haya sido cocinado, somos seis millones de personas en el mundo quienes tenemos eso y puede durar año o año y medio, eso ha causado unos cambios superdrásticos en mi vida, entre ellos, poner en riesgo mi nutrición. Es una pérdida, es un horrible olor, te huele a una cosa que no tiene equivalencia, eso está dentro de tu cerebro, pero piensas que es el mundo el que te está agrediendo, sientes que es el olor de lo que se está cocinando, pero no, es tu cerebro, eso da para una reflexión sobre nuestra relación con el mundo.
Lo que voy a hacer es una reflexión sobre los sentidos, un poco para salvarme del horror cotidiano, voy a hablar de eso que dejamos del lado, que es el olfato, eso que no apreciamos tanto, que es el gusto, pero voy a hablar de todo lo que esto significa como metáfora. Tengo eso y he escrito muchas columnas para el ABC de Madrid, que no son coyunturales sino cosas vitales, quiero coger esas columnas y volverlas ensayitos. Trabajo no me falta, afortunadamente tengo un impulso creador.