El 13 de agosto de hace 500 años, con la captura de Cuauhtémoc y el ataque final de los españoles y sus aliados, cayó la principal ciudad del imperio mexica, la Gran Tenochtitlan, lo cual cambió el rumbo de la historia y aceleró el proceso de Conquista de los antiguos mesoamericanos. A cinco siglos de este hecho, historiadores consultados por La Razón advierten acerca de la importancia de verlo de una manera compleja y lejos de maniqueísmos que han puesto a Hernán Cortés como héroe o villano y a los indígenas como las víctimas.
“Hacer memoria juntos ha sido positivo de esta conmemoración de los 500 años de la Caída de Tenochtitlan, porque la Conquista fue un momento tan importante para la historia mexicana, necesitamos reflexionar en toda su complejidad de acontecimientos, fuentes, factores, de cosas que se tienen que ver a detalle, que conviene mirar en su larga dimensión, en su desarrollo progresivo”, aseguró el historiador Rodrigo Martínez Baracs.
En ello coincide, Salvador Rueda, director del Museo Nacional de Historia, quien considera que “hay que empezar a difundir el conocimiento de historiadores y arqueólogos para entender que la Conquista no fue el 13 de agosto de 1521, sino que fue un proceso de largo plazo que terminó en el siglo XX”.
Señaló para comprender este hecho a la distancia es necesario quitarle la “carga moral, no se trata de acusar ni regañar a los muertos, sino de oírlos para entender por qué pensamos así hoy. Demos un paso adelante, nuestra historia no es blanco y negro, sino un arcoíris”.
Por ello Baracs destacó la importancia de observar la Caída de Tenochtitlan como un momento crucial en el periodo de la Conquista que pudo haberse dado por distintos factores: las enfermedades que trajeron los españoles al México antiguo, lo cual derivó en la muerte de entre el 80 y 90 por ciento de sus pobladores como consecuencia del encuentro entre dos mundos; los conflictos internos que existían entre los señoríos, lo cual fue fundamental para la construcción de alianzas que hizo Hernán Cortés; y que la Conquista fue un largo proceso.
“Cada vez más se ha acabado la idea de que la Conquista fue de los indios siendo conquistados por los españoles, que fueron millones de habitantes de Mesoamérica sometidos por 500, mil, dos mil españoles, es una concepción más criticada; ahora se entiende que no fue porque los españoles hayan traído una tecnología militar ciertamente superior, sino que se ha comprendido la cantidad de alianzas que los españoles hicieron contra los mexicas, por lo tanto, fue una guerra mesoamericana. No fue tanto el genio de Cortés”, compartió Baracs, quien también es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Investigaciones como la de José Luis Martínez, padre del historiador Baracs, por ejemplo, han calculado que en la toma de Tenochtitlan participaron junto a los entre 500 y dos mil españoles, contingentes de 150 mil indígenas, probablemente de los señoríos que estaban “hartos de las exigencias de tributos excesivos, pero también un estado de guerras permanentes, un militarismo altamente sacrificial, impresionantes ceremonias, la antropofagia (comer carne humana), prácticas que se exacerbaron con el estado imperial mexica, que sólo podía mantenerse expandiéndose y creando un ambiente de terror. Ésta pudo haber sido una de las causas de esta alianza antimexica encabezada, sí por Hernán Cortés, que condujo a la caída de Tenochtitlan”, remarcó el experto.
Después de la caída de Tenochtitlan y durante la expansión de la Conquista, dichas coaliciones se mantuvieron. “Los que sacaron más ventaja fueron los tlaxcaltecas, porque fue la alianza más decisiva, en las diferentes versiones del lienzo de Tlaxcala se ve a los españoles con sus aliados participando en diferentes episodios de la Conquista de Tenochtitlan y de la extensión de ésta, esto va a ser un elemento constante, pero esta colaboración no va a impedir que ellos mismos también sean conquistados, tengan que adoptar la religión y pagar tributo; la diferencia es que ellos le dan tributo a corregidores de la corona”, abundó Baracs.
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Caída de Tenochtitlan¿HUBO RESISTENCIA INDÍGENA?
Por este motivo, tanto Baracs como Salvador Rueda consideraron que es impreciso hablar de una oposición al cien por ciento de los antiguos pobladores contra los españoles.
“El término de resistencia indígena resulta reduccionista, no porque no haya habido, sí ocurrieron momentos de conflicto, pero también de adaptación, de negociación, de acomodo durante el periodo colonial, el cual se caracteriza por tres siglos de paz en la Nueva España, porque los conflictos entre comunidades indígenas y haciendas, entre una comunidad y otra, se resolvían al nivel de la justicia española, un aparato judicial que funcionó y muy bien. Después de la Conquista no hubo ninguna rebelión indígena importante que pusiera en peligro el dominio español en México”, explicó Baracs.
Por su parte, Salvador Rueda refirió que si bien es importante hablar de una resistencia indígena, hay que tomar en cuenta que ésta no fue total.
“La Caída de Tenochtitlan implica el inicio de la Conquista al resto del territorio, la expansión, hay resistencia, pero también aceptación, no solamente fueron españoles, también indígenas vasallos del rey. Lo que necesitamos entender es que no se trató de una eterna rebeldía indígena, si es lo que estamos pensando es falso, porque es un proceso político muchísimo más complejo, absolutamente impositivo y junto con eso una guerra, la chichimeca, la cual es totalmente violenta y depredadora, ahí sí la resistencia indígena fue tajante, pero hacia españoles, novohispanos e indígenas novohispanos. Son tropas que van depredando territorio para los antiguos habitantes. Mientras no veamos esto no tendremos la manera de conciliar nuestras almas”, apuntó.
Por su parte, Baracs lamentó que en el gobierno actual se regrese a la visión de la Conquista que se tuvo posterior a la Independencia de México y la Revolución, ya que era una perspectiva reduccionista: Hernán Cortés como el gran villano y los indígenas buenos.
“Ahora en el siglo XXI con el gobierno que ahora tenemos estamos viviendo un curioso regreso a esta historiografía liberal del siglo XIX, a esta historiografía priista del siglo XX, donde los indios son los buenos y los españoles los malos; lo curioso es que esa posición, no es la de los indios, sino de quienes tienen nombres y apellidos que más bien son europeos, que no indígenas”, concluyó Rodrigo Martínez Baracs.