El final del verano atrae a ciertos efímeros eventos que son, por decir lo menos, extraños. Quizá, si hubiera tenido un poco más de tiempo hubiera sido más fácil dejar ese tenaz recuerdo atrás que le carcomía el cerebro dejando un nudo en el estómago, pero, era imposible lo veía en el cielo, en las puestas de sol, en el rielar de la luna sobre el mar, lo sentía en la brisa, en la arena, en esas gotas de rocío justo antes de la salida del sol.
Su verano fue un lugar plagado de otros lugares comunes, el cruce de miradas que llevó al roce de las manos debajo de la mesa, como si nadie se fuera a dar cuenta de la cara de embeleso que traía puesta, del balbuceo idiota de quién se enamora a primera vista, el primer beso que hizo saltar todas las mariposas de su estómago y subir por la garganta para anidarse en ese espacio de la cabeza donde los sueños tienen su dominio.
El problema de los amores de verano es que se acaba con el regreso de la normalidad, con la rutina en la obligación. lejos quedan esos sueños que muy dentro de nosotros sabemos que nunca se harán realidad y no obstante, conociendo el desenlace, sabiendo lo que depara el futuro, nos tiramos de cabeza en ese pozo profundo llamado ilusión.
Mi historia es igual a la de todos los demás que en un verano cruzan miradas y tocan sus labios, el error de pensar que el amor es como un traje de baño que solo se pone en una temporada.
Era el último día antes de partir, no quería hacerlo, no quería decirle adiós, lo que pospusimos durante casi cuatro semanas, ahora lo teníamos que hacer en 40 minutos, hablar de lo que no se quiere hablar, pensar en lo que no se quiere pensar, dejar de sentir lo que no se puede dejar de sentir y todo tenía que ser rápido o tomar la decisión cobarde de no decir adiós y diluirlo en el tiempo hasta que se olvide el rostro de quien se ama y se entierre el trozo de corazón que dejó de ser tuyo y que siempre le pertenecerá.
Yo opté por lo primero, por mucho que me doliera tenía que hablarlo con ella, sacarlo del sistema, pedirle perdón por algo que no era cosa mía y mucho menos cosa suya. No, las relaciones a larga distancia nunca fructifican, no importa el dicho que dice que, la distancia es al amor, lo que el viento al fuego, si el fuego es fuerte, el viento lo aviva, si el fuego es débil, el viento lo apaga. yo no podía darme ese lujo, yo no soy fuerte, no podría amarla y no verla, hablarle y no tocarla, cerrar los ojos mientras mi cabeza descansa sobre su regazo, no, el amor a la distancia no es lo mío y yo lo sé, por eso la enfrente.
Sus lágrimas desgarran mi autocontrol, solo quiero abrazarla y decirle que todo estará bien, que seguiremos juntos, que dejaré todo y me vendré aquí, para estar con ella, para unir los caminos en uno solo y tener un futuro juntos. No puedo, sería mentirle y eso me prometí que nunca lo haría, a veces la verdad es tan dolorosa qué lo único que se quiere es mentir un poco.
la veo partir, después de que me gritó que sólo la había ilusionado y le había prometido la luna, el cielo, el sol y las estrellas, ahora me iba y la dejaba con un cielo oscuro y nublado, sin luna, ni sol. quería decirle que eso no era verdad, que la amaba, que la necesitaba pero, ¿cómo dices eso, junto con la palabra adiós?
Ojalá pudiera decir que soy fuerte y que al verla partir supe que era lo mejor, para ella, porque para mí, sólo oía el crujido de mi corazón roto junto con las turbinas del avión que me llevaría a lo que en otra vida fue mi todo.
¿Lleva equipaje? preguntó la azafata con un timbre de voz tan parecido al de ella que no pude más que encogerme como si alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago. cómo carajos podría irme y no saber si había futuro, sí había esperanza… Demasiado tarde ya, no rompes un corazón, o dos para el caso, para luego llegar con la absurda línea de “perdón, creo que me equivoqué” y lo peor, es que no sabes si te equivocaste, o sí tienes razón o si son ambas al mismo tiempo como un corazón de Schrödinguer.
Cuando el avión despega, siento un malsano alivio, ya no hay vuelta atrás, la decisión fue tomada, nunca sabré si fue buena o mala pero, fue una decisión y eso es a lo único que podemos aspirar si no sabemos lo que va a pasar mañana. Hoy la extraño y sin embargo, la única certeza que siempre he tenido es que el tiempo ecualiza todo, borra todo, cobra todo y no le importa de qué clase social seas, qué tan inteligente o guapo o encantador que puedas llegar a ser, es más, ni siquiera le interesa si estás por arriba o por abajo de tu peso ideal, el tiempo juzga a todos, irónicamente, sin prejuzgar a nadie.
veo la isla hacerse pequeña desde la pequeña ventana del avión, ahí dejo un trozo de mi corazón, un vacío en el corazón de otro ser, que egoístamente espero no se llene nunca pero, siendo realista, sé que otro amor ocupará el espacio que fue mío y sólo espero, por ella, por su ternura y cordura, que no sea otro amor de verano, ni le toque otro patán que no encuentre en sus ojos, el futuro compartido que yo ahora entiendo que pudo ser mío.