Bob Dylan, el Nobel que ya no escribe nada desde hace 5 años

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larazondemexico

Los cimientos culturales temblaron el pasado mes de octubre cuando se anunció que el Premio Nobel de Literatura recaía en un músico, Bob Dylan, con apenas dos libros publicados Crónicas (2004) y Tarántula, publicado en 1971, aunque completado a mitad de los sesenta y, eso sí, decenas de canciones memorables. Todavía con el debate vivo el músico estadounidense perpetúa su imagen extravagante y su broma más duradera: lleva cinco años sin sacar material propio.

Tarántula es una auténtica diarrea literaria que no gustó ni al propio autor.

Crónicas fue muy diferente, una de esas obras por las que un artista alcanza la inmortalidad. En este osado y original escrito, Dylan evoca diferentes épocas de su vida con una brillantez extraordinaria, con una calidad literaria de enorme categoría. No era una autobiografía y en principio se anunció como el primer volumen de una trilogía. Se suponía que el autor iba a trabajar en nuevas entregas de otras épocas de sus vivencias, pero sus seguidores todavía siguen esperando.

Mientras tanto, ya está en las tiendas Triplicate, el primer álbum triple de su carrera, su enésimo salto mortal con todo y disfraz de crooner, en el que canta viejas melodías que le acompañaron en su infancia. Es su particular revisión del llamado American songbook, que empezó en 2015 con Shadows in the night y continuó un año después con Fallen Angels. Aparentemente pocos compositores hay más prolíficos que Dylan, un hombre cuyo cancionero no deja de aumentar con la recuperación de sus famosas Bootlegs Series, material inédito grabado en diferentes épocas de su vida que poco a poco van saliendo a la luz de un pozo que casi parece inagotable: canciones inmortales que se adaptaron a diferentes etapas: el romanticismo folk, las imágenes surrealistas, las narraciones bíblicas, las metáforas inabarcables...

Y ahora canta lo de otros.

El último álbum de Dylan con material propio data de 2012: Tempest y muchos lo consideraron el mejor disco de su última etapa productiva. Es un disco generoso, de más de 70 minutos, con canciones tan monumentales como Long and Wasted Years, Scarlet Town o Pay in Blood. Pero dspués de eso Dylan se secó. O, al menos, renunció a seguir escribiendo canciones, que se sepa.

Para obtener una sequía creativa similar hay que remontarse al comienzo de la década de los 90. Eran tiempos difíciles para Dylan, tanto en lo personal como en lo musical. Aparecía entregado a una vida errante en la carretera y parecía más una gloria del pasado que alguien con cosas que decir en el presente. Se hablaba de una adicción al alcohol y su abandono físico era evidente. Con Oh Mercy!, de 1989, había regresado a una nueva cima, pero un año después llegó Under the red sky y las expectativas quedaron defraudadas. Dylan entonces emprendió un retiro voluntario de la escritura.

“Las mejores canciones ya están escritas. ¿Para qué habría de seguir?”, diría en aquellos tiempos.

Literatura popular. Para su nuevo álbum triple, Dylan ha intentado dar cierta unidad y coherencia a las canciones, tomando como base tres conceptos temáticos: Til The Sun Goes Down (hasta que se ponga el sol), Devil Dolls (muñecas diabólicas) y Comin’ Home Late (volviendo tarde a casa). Recupera los viejos clichés del género, conceptos como el amanecer, las colillas amontonadas, las mujeres fatales y los amores irresponsables. Una especie de homenaje a los grandes temas de la literatura popular que contienen las viejas canciones.

Sobre su estilo nada sorprende ya porque todo lo nuevo estaba en las entregas anteriores.

Ahora la cuestión está en ver cuál es la próxima parada de Dylan en esa autopista de la vida. Da la impresión de que con este triple ya agota una época y sorprendería muchísimo –casi hasta llegar a la decepción– pensar en otro volumen más. Pero quién puede prever el próximo movimiento de un artista cada vez más excéntrico y que parece disfrutar más y más sorprendiendo a la audiencia con un siguiente paso inesperado.

El músico estadounidense ya estuvo ausente en el acto de entrega del Nobel realizado en diciembre, algo que le generó enormes críticas y rechazo. En aquella ocasión, fue la también músico y escritora Patti Smith la que asistió en su nombre.

Aunque no es necesario que el galardonado acuda en persona a Estocolm, como ha ocurrido por ejemplo en los últimos años con los británicos Doris Lessing y Harold Pinter, sí que debe pronunciar una conferencia para poder recibir el premio y los suculentos 900, 000 dólares que conlleva.

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