China y Occidente según Francois Jullien

Francois Jullien
Francois Jullien
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Dice el filósofo francés Francois Jullien (Embrum, Altos Alpes, Francia, 1951) en su libro Tratado de la eficacia (Editorial Siruela), que la eficacia en China es y se da por adaptación. No hay vestigios de epopeya ni de tragedia en la antigüedad china, del mismo modo que si en Occidente la guerra se entiende como acción y por tanto se propone la destrucción del enemigo, los viejos estrategas chinos daban preferencia al principio de transformación y, en consecuencia, el objetivo era la destrucción del enemigo. En ciertas definiciones clásicas, el sabio no actúa, sino que transforma, rebasa los límites del pensamiento. Jullien egresó de la Escuela Normal Superior de París; después estudió en la Universidad de Pekín y en la Universidad de Shanghai, desde mediado de los años 70. Doctor en estudios de Oriente, su producción abarca más de 40 libros. El primero apareció en 1979, Lu Xun. Écriture et révolution, centrado en la figura y obra de Lu Xun, considerado el padre de la literatura moderna china.

En un ensayo anterior, Jullien estudiaba en categorías de la sabiduría china tan aparentemente inasibles como la insipidez o el desapego, del mismo modo que el ideal confusiano no consistía en la mediocridad del justo medio, sino en la “percepción del carácter fundamentalmente neutro de cualquier naturaleza”. El resultado final del libro El elogio de lo insípido es formular en la discreción de la insipidez un camino hacia las virtudes del clasicismo. En Tratado de la eficacia, el autor va más allá, y quizá puede ser entendido como un Beadeker sobre la sabiduría china y sus contrastes con el humanismo occidental.

El volumen tiene desde luego cierto sustrato político, en la medida en que se tenga por ejemplo el dictum napoleónico según el cual, cuando China despierte el mundo temblará. Jullien, creo, no habla de tratados comerciales, pero del contraste entre categorías tan específicas como la tradición persuasoria de Occidente y las estrategias de manipulación china pueden sacarse algunas lecciones claves. El pensador francés define como estratégica una noción del pensamiento que no se atiene a las lindes entre práctica y teoría, sino que se nutre únicamente de la evolución del estado de las cosas. Sin modelos ni arquetipos, la civilización china entiende la realidad como un proceso de interacción, sea para urdir un estrategia militar como para plantear las formas de conocimiento.

La palabra eficacia requiere discreción, sobre todo para que el estratega tenga tiempo de ver cómo el proceso – la evolución de las cosas- se pone a su favor, al amparo de una noción estratégica del tiempo. Es una distancia equiparable al error que Jullien achaca a Occidente en su percepción del taoísmo como “no acción” cuando de hecho el pensador taoísta “no puede invitarnos a huir del mundo, ya que no hay para él otro mundo en nombre del cual rechazar éste, en que uno pueda poner sus aspiraciones, a la espera del cual uno pueda soportar la vida”.

El enfrentamiento radical con el mundo, el individuo occidental asume una idea de emancipación que tiene claros riesgos, pero al mismo tiempo grandeza y un logro de libertad inédito. Es decir, en el caso de la tradición china, estamos ante un proceso intelectual que no sabe pensar frente al poder. Es ahí donde Francois Jullien sitúa fronteras, sin detenerse a subrayar la facilidad con que muchos teóricos del despotismo articulan afirmaciones y trataban de demostrar su rendimiento. Sería interesante considerar la estrategia que China habrá consistido en hacer que las cosas vayan de tal forma que al final el conflicto está resuelto antes de que se haya planteado. Es una capacidad tal de disimulo que permita hacer evolucionar el proceso político, cultural y económico, que ya no llegue a tener que enfrentarse abiertamente con las múltiples situaciones que se le presentan constantemente.

Francois Jullien afirma que el pensamiento chino le concierne la inteligibilidad, pero subsiste al margen de la noción de verdad. Ahí reaparece el sesgo, la oblicuidad, vigente en la actualidad en una China que inquieta por la incertidumbre de sus cambios espectaculares. No es fácil asegurar que sobreviva la sutil sabiduría de un pensamiento que pasó de largo frente a la vieja y tradicional metafísica. Y que mejor ejemplo, cuando el COVID 19 apareció China tardó un par de meses en controlarlo; hoy en  Occidente todavía no sabemos cómo vamos a salir de esta epidemia terrible para la humanidad