El Palacio de Bellas Artes fue el escenario de despedida del escritor José Agustín, quien falleció el pasado 16 de enero y ayer recibió un homenaje póstumo que convocó no solamente a su familia, amigos, funcionarios y colegas escritores, sino al público que creció con sus obras y que llenó el vestíbulo del recinto y los pasillos de los pisos superiores, desde donde le dio el último adiós al autor con un minuto de aplausos y la música del grupo de rock La Barranca.
En el tributo participó la titular de la Secretaría de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero, así como la viuda de José Agustín, Margarita Bermúdez, y sus hijos: Jesús, Agustín y Andrés. También asistieron la escritora Elena Poniatowska, los poetas Elsa Cross y Alberto Blanco, y la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), Lucina Jiménez, quienes evocaron al escritor como persona y creador con emotivas palabras.
Alejandra Frausto dio la bienvenida a los restos del escritor al recinto más emblemático del arte y la cultura en nuestro país y, citó al Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien “siempre ha afirmado que José Agustín es un referente indispensable para los jóvenes”.
“Antepuso su naturalidad a lo acartonado; la rebeldía a lo inflexible. Fue lo intrépido, lo nuevo, rostro y bandera, no sólo de la literatura de la onda, término que no le gustaba, sino también de toda una generación. Fue la juventud con voz propia, nos regaló irreverencia en una época de solemnidad opresora”, dijo.
Margarita Bermúdez, la compañera vida de José Agustín durante 60 años, recordó que él desde niño tuvo la fascinación por la literatura, la poesía y la música, que fueron clave en su trayectoria; también rememoró que, en sus últimos días, el escritor leía a Federico García Lorca, Nicolás Guillén y Juan Ramón Jiménez. Añadió que estilísticamente dejó “un legado impresionante, disfrutable, fresco y original” y remató su discurso diciendo: “Le doy gracias por todo”.
Los hijos también tuvieron palabras de despedida para su padre. Jesús destacó que en un homenaje que se le rindió al autor en Saltillo por sus 50 años, dijo que él pensaba que estaba ciego y que era como un murciélago que se guiaba por una especie de navegación intuitiva, metáfora que interpretó como la capacidad de encontrar nuevos caminos para darle sentido a la vida.
Agustín, más informal que su hermano, se refirió más a la cultura pop y rememoró cuando era niño y su padre llegó con los VHS de Star Wars, 2001: Odisea del espacio y el festival de Woodstock; también compartió que soñó con él hace poco y leyó un fragmento de la novela Cerca del fuego, que José Agustín publicó en 1986.
Por su parte, Andrés expresó que para alguien como el escritor, que vivió pensando que su trabajo no era reconocido del todo, queda claro hoy que su obra fue apreciada por otros, mientras que “su palabra llegó lejos porque escribió cerca del fuego, desde un lugar innombrable, desconocido para nuestra razón”.
La escritora y periodista Elena Poniatowska, comentó que José Agustín hacía reír en todas sus presentaciones, pero, para sorpresa de todos, resultó una persona muy culta, ya que sabía de literatura francesa e inglesa.
“En los 60, José Agustín abrió las puertas a la cultura de la chaviza, los jóvenes que hicieron de la irreverencia una forma de acercarse a la literatura. Le trajo un aire nuevo a las letras mexicanas, introdujo la antisolemnidad y la buena onda que proviene no sólo del relajo y la risa del rock, sino de la solidaridad. José Agustín abrió muchas puertas para que entrara aire fresco en el ambiente catedralicio y solemne de la literatura mexicana”, dijo Poniatowska.
Elsa Cross resaltó que muchas personas se han acercado a la literatura a través de sus libros, a los que calificó como “siempre agiles y profundos” y que son sólo un fragmento de su legado, ya que otra parte muy importante era su actitud y el gesto que le llevó a escribirlos.
Por su parte, Alberto Blanco, rememoró con humor al escritor nacido en Acapulco, Guerrero el 19 de agosto de 1944, el “rebelde de las letras mexicanas”, tal cómo se le ha descrito en numerosos textos. El poeta consideró que tal vez José Agustín se hubiera reído de la ceremonia en Bellas Artes y lanzado “dos o tres majaderías”, por lo que tendría más sentido recordarlo y festejar su vida y obra con un buen concierto de rock.
Y así fue. La esposa y los hijos de José Agustín, acompañados de Elena Poniatowska, Alejandra Frausto, y Lucina Jiménez montaron la primera guardia de honor en torno a la urna con las cenizas del escritor, mientras José Manuel Aguilera, guitarrista y fundador del grupo La Barranca acompañaba el emotivo pero ceremonioso momento con la melodía de su lira, mezcla de rock con atmósferas latinoamericanas.
Primero, Aguilera interpretó una versión de “Las Gymnopédies” de Erik Satie; posteriormente, los otros integrantes de La Barranca lo acompañaron para ejecutar “The house of the rising sun”, de The Animals, que según el músico, el escritor pidió que se tocara cuando él muriera.
“A veces necesito llegar hasta el infierno para volver a valorar esto que tú me das”, cantaba Aguilera. Era la canción “Cuervos”, original de La Barranca, con la que cerró el homenaje. Previamente, actores de la Compañía Nacional de Teatro realizaron una lectura dramatizada de Los motivos del lobo, de Rubén Darío.
Finalmente, la doctora Lucina Jiménez expresó que José Agustín “vivirá en dondequiera que una pluma siga experimentando con el lenguaje, con las formas, con la música, con el teatro, con el cine”.