La escritora Cristina Rivera Garza (Matamoros, Tamaulipas, 1964) ingresó a El Colegio Nacional el pasado 21 de julio con una Lección Inaugural que tituló Escribir con el presente: archivos, fronteras y cuerpos, la cual fue respondida por el colegiado Juan Villoro. La autora de Nadie me verá llorar (1999) enfatizó que “escribir sobre y contra la violencia nunca es fácil, especialmente cuando las narrativas patriarcales han probado una y otra vez su eficacia para justificar las agresiones mismas”.
Sostuvo que escribir sobre el pasado no es una nueva idea y la han experimentado otros autores con gran acierto y valentía “complicando las historias oficiales donde los migrantes y las mujeres brillan por su ausencia o son reducidos con frecuencia a caricaturas de sí mismos”.
La ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 2021 por El invencible verano de Liliana dio apertura a su discurso haciendo alusiones del presente enraizado en el pasado y en emblemas fijados en la memoria que han dejado huellas.
Rivera Garza hizo referencia a sus abuelos, quienes pertenecieron a una comunidad indígena del altiplano potosino y que migraron a Coahuila en la primera mitad del Siglo XX: “Sabían lo que era el hambre, la oscuridad de los tajos, el peligro del derrumbe. La inminencia de la asfixia. Los nombres de esa pareja de migrantes, que ahora podríamos denominar como refugiados climáticos, eran José María Rivera Doñez y María Asunción Vásques, mis abuelos paternos”.
Asimismo, nombró con afecto y devoción a los escritores José Revueltas y Gloria Anzaldúa, a los que llamó ancestros y aseguró que no sólo incorporaron cuerpos y experiencias al campo de lo literario, sino que también acataron los retos estéticos que esas presencias imponían e imponen a formas prescritas. “Yo le debo muchísimo a muchas escritoras, mi relación con la literatura escrita por mujeres es vasta, es entrañable y es de una gran gratitud, escritoras como Rosario Castellanos, Elena Garro, Inés Arredondo, Margo Glantz, Elena Poniatowska, Rosa Beltrán y Ana Clavel”, precisó la autora de La muerte me da.
Glosó que los elementos de la imaginación no son particularidades de la ficción, sino las fisonomías privativas del acto de escribir. “La imaginación juega un papel fundamental, toda escritura es escritura de la imaginación. Se trata, por supuesto, de una imaginación acuerpada que nace, se complica o desfallece gracias a, o en contra de, los mismos vectores de poder que estructuran nuestras vidas”.
Ponencia de la nueva colegiada, que abordó la tragedia de la migración enlazada con el ‘drama del Territorio’. “He estado durante muchos años tratando de dar cuenta con mi escritura sobre ese asunto al cual he respondido con un sonoro sí, en Había mucha neblina o humo o no sé qué, Autobiografía del algodón y El invencible verano de Liliana, libros que he publicado en lo que llevamos del siglo XXI, y que oscilan entre la ficción y la no ficción, valiéndose de la investigación de campo e investigación de archivo, de la entrevista y la rescritura”, abundó la oradora.
“Se dicen fácil todos estos conceptos, pero cada uno de ellos, la ficción y no ficción, investigación y escritura, sedimento y acumulación, tierra y atmósfera, y archivo y materialidad, llevan dentro de sí discusiones largas; escribir sobre y contra la violencia nunca es fácil, especialmente cuando las narrativas hegemónicas, en este caso las narrativas patriarcales, han probado una y otra vez su eficacia para generar y luego justificar las agresiones mismas”, reiteró Rivera Garza.
La novelista, narradora y docente insistió en su creencia de una “escritura capaz de producir presente y todavía más, insertarse en el presente. Los enigmas que me impulsan a colocarme una y otra vez frente a la pantalla de la computadora vienen de mi presente”, enfatizó.
“Yo no escribo de lo que sé, como reza el dictum, sino para saber y, aún más, para complicar lo que se presenta como sabido o como resuelto. Lejos de ofrecer un viaje hacia un pasado que se ostenta como estable o ya hecho, todos estos artefactos se proponen un recorrido y una relación contraria: desde y hacia el presente, e incluso del futuro. Walter Benjamin lo llamaba redención; yo lo llamo seguir aquí, insistentemente, testarudamente, incómodamente, en la comunidad que es toda ubicación y toda pertenencia”, ultimó la fundadora del doctorado en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Houston.
En su contestación, el colegiado Juan Villoro testificó que “en su travesía literaria, Cristina Rivera Garza ha decidido seguir huellas, rastros, signos que podían perderse en el olvido y el desierto. Nada estimula tanto su escritura como la ausencia, lo que no está ahí, los movimientos de quienes buscan algo que no han visto ni conocen. Su escritura es fronteriza en un sentido amplio; por los temas abordados, pero, sobre todo, por la mezcla de géneros y técnicas que crean un insólito campo de significados, un espacio híbrido que incorpora voces ajenas y renuncia a la tradicional hegemonía del autor. En esas páginas, el ensayo y la ficción borran sus límites”, ratificó el autor de La figura del mundo.
De acuerdo al destacado narrador y ensayista: “Rivera Garza es la gran autora de los desplazamientos forzados y voluntarios, físicos e intelectuales, producto de la necesidad o de los trabajos de la mente. En tiempos digitales recupera realidades y escucha a los que van a pie. Como historiadora, pero sobre todo como escritora, sabe que el pasado siempre está a punto de ocurrir. Su larga caminata llega hoy a un breve momento de reposo. En su discurso, desplegó el arte esencial de los viajeros; encendió una fogata para contar su historia y confirmó que sus palabras están hechas de lumbre”, concluyó Villoro.
La ceremonia realizada en el Aula Magna del recinto de Donceles contó con la presencia de un entusiasta público conformado por escritores, personalidades de la cultura, académicos, lectores y miembros de El Colegio Nacional, quienes dieron muestra de afectos y admiración por la autora de Me llamo cuerpo que no está: novena mujer que toma silla en el prestigiado instituto cultural fundado en 1943 por decreto presidencial.
El evento concluyó con la entrega, por parte del colegiado Adolfo Martínez Palomo –presidente en turno de la institución--, de un diploma que certifica a Cristina Rivera Garza como nueva integrante de El Colegio Nacional por su valiosa contribución a la literatura y su notorio papel como intelectual en la sociedad mexicana.
JVR