Álvaro Uribe (Ciudad de México, 1953) cultiva el ensayo, el cuento y la novela. La crítica especializada considera que es “uno de los mayores prosistas de la lengua española”. Su escritura precisa, refinada, enigmática, incitante y extraña se ha ganado un buen número de seguidores incondicionales. Novelista que juega con las especulaciones del ensayo y los recodos del relato en una suerte de acopios de gestos acuciantes y piadosos de personajes, quienes presagian acontecimientos convergentes con la gracia y también con la desventura.
La lotería de San Jorge (1995), Por su nombre (2001), El taller del tiempo (2003), Expediente del atentado (2007) y Morir más de una vez (2011) fueron los antecedentes novelísticos de Álvaro Uribe para llegar a esa deliciosa fábula que es Autorretrato de familia con perro, la cual fue reconocida con el Premio Xavier Villaurrutia en 2014. Circula en librerías Historia de historias (Malpaso Ediciones, 2018), que reúne todos sus libros de cuentos, algunos inconseguibles y muy buscados por coleccionistas obsesivos: Topos (1980), El cuento de nunca acabar (1981), La linterna de los muertos y otros cuentos fantásticos (2006). Se agregan tres textos inéditos ( “El bolo traslaticio”, Visión del tercero y el artista y el fraile”).
“Ver en un solo volumen todas mi obra narrativa breve me satisface. Mi primer libro Topos estaba agotado desde hacía muchos años, los lectores me preguntaban por ese cuaderno, ahora están reunidos en esta impresión muy cuidada de la editorial Malpaso. Lo mismo pasaba con El cuento de nunca acabar. Me fui dejando llevar por la novela, pero el cuento siempre ha estado presente. La prueba es que aparecen tres relatos inéditos que a lo mejor forman parte de un cuaderno de cuentos en un futuro impreciso”, dijo a La Razón Álvaro Uribe.
[caption id="attachment_783606" align="alignright" width="214"] Gráfico: La Razón de México[/caption]
¿Por qué esperó tanto para reunir y reeditar todos sus cuentos? Quizás por desidia y también por el secuestro que la novela ha hecho conmigo. Pero, aquí están para quienes preguntaban por ellos
Topos, publicado hace 38 años, es uno de sus libros más celebrados. ¿Qué siente al verlo ahora en tinta fresca? Imagínese, una sensación jubilosa: un hijo que regresa después de tantos años. Pero, me agrada sobre todo porque los lectores jóvenes podrán acercarse a un libro escrito por un autor que presentaba en aquel 1980 sus cartas credenciales, a las cuales le ha sido fiel.
Se corrobora, leyendo todas estas historias, su apego a Borges y a Schwob. ¿Qué papel han jugado esos autores en su obra? Borges ha sido mi Virgilio por estos caminos enigmáticos de la palabra. Mi formación es borgesiana. Eso que han dicho de mi ‘matemática concepción del texto’, lo aprendí leyendo al argentino. Schwob ha sido determinante en mi imaginario, para conformar la extravagante nómina de personajes que pueblan mis libros: niños raros, curas extraviados, animales casi humanos, fantasmas, criminales...
¿La novela o el cuento? Soy más que todo un ‘mosaiquero’. Mis novelas son fragmentarias, una suerte de cuentos que después junto y les pongo la máscara novelística. Mis ensayos narrativos también andan por esas rutas. En realidad soy un cuentista proscrito en las comarcas especulativas y arcanas de la novela y el ensayo.