Para un latinoamericano, contemplar las crisis europeas es lo más parecido a un déjà vu, porque aunque no sepamos muy bien cómo empiezan los problemas, en cambio sabemos de sobra cómo van a terminar. Desde hace años sostengo que en España se ha producido un cambio en la estratificación social, pues como consecuencia del empobrecimiento del Estado del Bienestar ha aparecido el “proletariado burgués”, y como consecuencia de la crisis y su secuela de paro, embargos y desahucios, cada día crece más la “burguesía proletaria”.
El “proletariado burgués” ha crecido a punta de ayudas, regalías y subvenciones. Sus viviendas son de protección oficial, sus ingresos provienen de la economía informal o de las subvenciones agrícolas, y la mayoría ni se plantea invertir en educación para sus hijos. La crisis no ha golpeado todavía a este estamento más bien acostumbrado a vivir al día y a mantener un nivel constante de endeudamiento para cubrir sus necesidades de ocio, internet y consumo audiovisual.
La “burguesía proletaria”, por el contrario, crece en progresión geométrica por culpa de los expedientes de regulación de empleo, las quiebras del pequeño comercio, los desahucios por impago y el paro juvenil. Hablamos de una población que hace cinco años jamás imaginó que podía ocurrirle lo que le está pasando, ni en la más lisérgica y delirante de sus pesadillas. Se trata —en suma— de ciudadanos con una formación académica y profesional de suficiente a excelente, pero del todo indefensos ante una pauperización exponencial como la que los aflige.
Uno ha visto demasiados fenómenos parecidos en América Latina: hijos casados volviendo a las casas paternas, jubilados trabajando para conseguir ingresos extras y crecimiento brutal de la delincuencia, la inseguridad y la economía informal. La proletarización de las clases medias me parece irremediable y es lo peor que puede ocurrirle a una sociedad, porque se trata de familias que pierden un patrimonio material y cultural de
generaciones. ¿Cómo valorar la extinción
de todo un estamento social?
En las modernas sociedades europeas —donde el “capitalismo salvaje” ha sido
reemplazado por la ley de la “selva socialdemócrata”— el “proletariado burgués” se había aplicado a machacar a la “burguesía proletaria” porque la veía como intrusa y competidora peligrosa dentro de sus ecosistemas subvencionados, cuando la llegada masiva de refugiados sirios ha puesto boca abajo el tablero europeo. Lo diré alto y claro: ni la izquierda de clase ni la derecha estamental ven con buenos ojos a esas miles de familias sirias que se aprestan a recibir ayudas sociales, viviendas de protección oficial y probablemente ofertas de empleo, amén de sanidad y escolaridad públicas.
El éxodo de Oriente Medio ha estallado cuando Europa comenzaba a ver la luz al final del túnel de la crisis. Sin duda la prioridad es aliviar las necesidades de esas miles de personas que huyen del horror, pero tanto la “burguesía proletaria” como el “proletariado burgués” exigen saber cuánto tiempo durarán las ayudas y qué costo tendrá semejante munificencia, porque ambos colectivos se sienten amenazados y escamoteados. Al final va a ser cierto que los extremos se tocan.
Como los armenios a comienzos del siglo xx y los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, los sirios se han vuelto los parias del mundo. Sin embargo, los libios, los kurdos y los desposeídos del África subsahariana están a un tris de romper en oleadas fugitivas que tienen como único punto de mira Europa. Y lo peor es que los países de la Unión Europea (ue) ni están todos unidos ni todos se sienten igualmente europeos, porque catalanes, bávaros, lombardos y escoceses no le hacen ascos a renunciar a la ue con tal de proteger su riqueza y sus privilegios.
Los retos inminentes de la humanidad serán de convivencia y subsistencia. Y si la ue no se anticipa a este paisaje inexorable para liderar una campaña humanitaria universal, la miseria y la violencia se instalarán en su territorio con todas sus secuelas, mientras las fronteras de América y Oceanía se cerrarán para evitar la invasión de los refugiados europeos. El día de mañana, familias enteras de Portugal, Italia o España podrían estar asaltando barcos alegando que tienen parientes en México, Argentina o Estados Unidos. Parece ciencia ficción, pero los zombies de las series distópicas podrían ser “burgueses proletarios” europeos huyendo como escapan ahora los sirios.