Entrega una sátira de la vida cultural mexicana

José Montelongo (Ciudad de México, 1974), narrador y ensayista autor de la novela Quincalla (2005), del libro para jóvenes Mi abuelo fue agente secreto (2012) y de tres cuadernos para niños, presenta No soy tan zen (Almadía, 2022), novela que, al decir del narrador Antonio Ortuño, es “una madriza divertidísima al medio cultural mexicano, escrita con una prosa implacable y un vigor narrativo de vértigo”.

Julián González, periodista cultural, está asediado por una ruidosa lucha interior en los momentos en que pretende concentrarse en los acentos melodiosos de un cuarteto de cuerdas, que le parece extenuante. El lector es testigo de los actos del protagonista de una sátira donde las palabras afrontan a las cosas.

Una cabalgata de criaturas, arropada por excéntricos gestos, se columpia en los vaivenes de una cruzada en que cada quien devela los entramados inusitados de su identidad. Desde un tenor que da serenata a distancia, con paradas en los episodios de un respetado y docto reportero cultural, hasta una cachorra husky de curiosa espiritualidad.

“El lector es testigo de una suerte de marcha condicionada por el desconcierto, la estridencia, lo repetitivo. El protagonista se ve acosado por voces interiores, recuerdos, procesos íntimos, ideas que conforman una monotonía que rebota en su cabeza”, precisó en entrevista con La Razón José Montelongo, también traductor de Breve tratado del desencanto (2007), de Nicolás Grimaldi.

El autor ha destacado por colaborar asiduamente en revistas y suplementos culturales de México (Letras Libres, Revista de la Universidad, Biblioteca de México...).

¿Novela en tono de comedia que invita a la reflexión? En efecto, está escrita desde los resortes de la comedia; pero, me gusta decir que es una novela de aprendizaje en un despliegue en que sobresale la presencia dicotómica entre palabra y silencio. Está narrada desde la apelación a la parodia, en el sentido más genérico del término.

El concierto al que asiste el protagonista de la novela: ¿pretexto que cataliza la trama? Julián González intenta refugiarse en el silencio y asiste al concierto, el cual se le hace extenuante, difuso y tardo: atmósfera que lo transporta al vacío, al silencio alejado del mundo exterior sin Internet, celular, computadora, Facebook: de ahí parte la conformación del conflicto que enfrenta.

¿Silencio suspendido por rememoraciones de su vida? Hay en todo eso un proceso de autoconocimiento del protagonista; pero, las recordaciones de su vida: lecturas, amistades, amores del pasado y la faena como reportero cultural se empalman con deseos, empeños y con todo lo que quisiera escribir. Entrar imaginativamente a esa zona sosegada lo lleva a ser consciente de la algarabía que habita en su cabeza.

¿Relato antisolemne con huellas de Ibargüengoitia? Autor que admiro; pero, insisto en que aquí, la sátira que hago del periodismo cultural se alimenta del habla de la vida cotidiana en la presentación de personajes arquetípicos con rasgos y peculiaridades de amigos o colegas del entorno cultural. Tengo más apego con Truman Capote o con Oscar Wilde, dos escritores totalmente antisolemnes.

¿Prosa cercana a la poesía? Estoy muy influenciado por la poesía, me interesa la elegancia del lenguaje, los juegos verbales, jugar con referencias y citas, hacer comparaciones y paralelismos. Creo en la verdad poética como una posibilidad de alejarse de lo banal, la poesía revela siempre la realidad, nos ayuda a descubrirnos en ella.