Fuga de muerte, de Paul Celan

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Foto: larazondemexico

Ilustración Rafael Miranda Bello La Razón

¿Qué hemos de hacer con Paul Celan (1920-1970)? No sabemos cómo ubicarle en su imagen más emblemática: si marchando lentamente con un grupo de supervivientes de regreso del infierno al final de la Segunda Guerra Mundial, o un tiempo después, de pie en un puente desolado del río Sena antes de hundirse en la eternidad.

Como judío de la Europa oriental, al nacer en la Bukovina, su destino pertenecía a un crisol de lenguas y culturas. Anexionada a Rumania, en esa región la minoría judía era de lengua alemana. Este hecho sería decisivo en la poesía de Celan, quien amaba la lengua hablada por quienes serían los verdugos de su madre y de su raza.

Porque un poeta puede tener muchos amores: la mujer desnuda, el altamar, la compañía de un animal, un campo de amapolas en la memoria, la bóveda estrellada e infinita, pero siempre habrá un amor superior al cual se rinde exaltado: el de su lengua donde la vida resuena.

Quizás el poema más trágico de nuestro tiempo es “Todesfugue”, conocido en español como “Fuga de muerte”. No se sabe con exactitud cuándo lo escribió Celan, aunque lo dio a conocer mientras convalecía de su propia experiencia en la catástrofe de la guerra y, particularmente, en la Shoa, la destrucción de los judíos europeos, que se ensañó con aquellos provenientes de los países de Europa del Este. La muerte de su madre, ejecutada en Auschwitz, subyace en la música de este poema, que escrito en alemán mantiene su ritmo en sus traducciones al yidish o al rumano, al inglés o al francés, al italiano o al español.

Originalmente se llamaba “El Tango de la Muerte” y aludía al hecho de que los nazis organizaban en los campos orquestas con judíos y los usaban para darle un fondo al asesinato masivo. Celan cambió el título e ironizó —el poema contiene muchas expresiones de amarga ironía—con su alusión al arte de la fuga y a las tradiciones artísticas alemanas y austríacas relacionadas con la muerte.

John Felstiner dice: “Hallamos en él, procedente de la música, la literatura, la religión, y de los propios campos de concentración, huellas desasosegantes del Génesis, Bach, Wagner, Heinrich Heine, el tango y, en especial, de Margarete, la heroína del Fausto de Goethe, junto con Sulamit, la doncella del Cantar de los Cantares. Comprobar estas huellas al traducir los versos de Celan, ayuda a conocer el verdadero alcance del poema y la acusación que se hace contra la llamada cultura judío-cristiana”.

Sólo el arte y en particular la poesía, pueden transformar el mal y la desdicha en una expresión a la altura del espíritu y, por ello, de la belleza, en una reivindicación que sobrepone lo humano a lo inhumano.

Leche negra del alba te bebemos de noche

Te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos al atardecer

Bebemos y bebemos

En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que

Escribe

Que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete

Tu cabello de ceniza Sulamit cavamos una fosa en los aires allí

No hay estrechez.

(fragmento, trad. Jesús Munárriz).

A pesar de que la palabra salva, Paul Celan no soportó su memoria y se arrojó para morir a las aguas del río Sena, en París.

Obras

La arena de las urnas (1948) Adormidera y memoria//Amapola y memoria (1952) De umbral en umbral (1955) Rejas de lenguaje//Reha de locutorio (1959)

Conversación en la montaña (1959) La rosa de nadie (1963) Cambio de aliento (1967) Soles de hilo (1968)

Compulsión de luz (1970) Parte de la nieve (1971) póstumo Patios de tiempo (1976) póstumo Obra de juventud (1989) póstumo

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