La ensayista y narradora mexicana Gabriela Couturier está imbuida en la temática de la exclusión y el abandono, la soledad y el desamparo, las mutaciones de los exilios y las raíces familiares. En su primera novela, Esa otra orfandad (2016), indagaba sobre la temática de la infecundidad en la propuesta alegórica de un desarraigo frente a la situación de no poder tener hijos. Ahora pone a disposición de los lectores Siempre un destierro (Editorial Océano, 2019): crónica familiar sobre la búsqueda de las raíces, los avatares de la expatriación, los signos de los afectos, los sueños malogrados y la fijeza de las evocaciones.
Relato de una familia forzada al destierro. Un grupo de franceses decide radicar en México en los años finales del siglo XIX, en la evasión del hambre, las carencias y los efectos de la guerra. Rompimiento con el ‘paisaje natal’ y la gente cercana: certeza de un imposible reencuentro. El hallazgo de una esquela (“La carta era de amor y llevaba más de un siglo oculta en el granero”) conminó a Couturier a hurgar en su tronco familiar. Lienzo narrativo donde el pasado se revela sin embozos en un vaivén de episodios que van de la tierra histórica de Saboya, en los Alpes, a la campaña militar en Argelia y Túnez, hasta la Ciudad de México y la colonia francesa de Veracruz.
“Parto de sucesos reales para hacer un retrato del éxodo desde la ficción. He querido generar una ruta que conlleve a dilucidar el sentido de identidad. Todos somos migrantes, el mundo está conformado por expatriaciones. El ser humano siempre ha estado impulsado por la necesidad del traslado, por el cambio de geografías y el descubrimiento de otras circunstancias. Empalmo viajes, guerras, matrimonios y muertes encarnados en personajes ficticios. Fábula y alegoría de la búsqueda de identidad”, acotó en entrevista con La Razón, Gabriela Couturier.
"La migración te arranca de las raíces para intentar afincarlas en otro sitio en la pretensión del nacimiento de un nuevo árbol. Todo éxodo es un desprendimiento”
Gabriela Couturier
Escritora
¿Iconografía sorpresiva, detallada y puntual de la Francia del siglo XIX? Resultado de siete años de trabajo, donde leí mucho sobre la época. Tomé fotos de lugares antiguos en dos viajes que hice a Francia: uno en verano, otro en invierno. Estudié, incluso, las puestas del sol, los olores, la arquitectura. La imaginación se encargó de encajar a los personajes en esos espacios.
Superposición de voces: yo, tú, él. ¿Por qué esa estrategia narrativa? Me interesaba desplegar las perspectivas de cada personaje desde la intimidad de sus gestos y de sus emociones.
Personajes inefables y, asimismo, extravagantes. ¿Qué elementos los marcan? Un médico capaz de curar hasta la rabia; un soldado que ama a tres mujeres; una mujer que odia el nuevo espacio de vida, pero elige arraigarse; o aquella que intenta encontrar lo paradisiaco en un México rústico.
¿Seres que se ven obligado a buscar una nueva vida en su condición de migrantes? El exilio implica un rompimiento. En ese sentido, mis personajes abandonan todo para encontrar una vida mejor. Lo arriesgan todo en pos de mejores condiciones: situación dramática de elección, pérdidas y desencuentros que viven los expatriados.
El Dato: La autora es licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México y maestra en Administración por la Universidad de Harvard.
Siempre un destierro
Gabriela Couturier
La carta era de amor y llevaba más de un siglo oculta en el granero. Esa carta, que no iba dirigida a la mujer deseada, atravesó el Atlántico desde Veracruz, llegó a Francia a tiempo y cumplió su cometido: el pretendiente rogaba el consentimiento de los padres de su amada para casarse con ella, a pesar de que nunca lo hubieran visto y tuvieran pocas esperanzas de conocerlo. Luego pasó el tiempo, vinieron las cosechas, llegaron las desgracias y las migraciones, y la carta se quedó olvidada bajo el polvo y los escombros. Cuando apareció, estaba algo roída por las ratas; pero seguía siendo tan elocuente como lo había sido en el momento en que Maurice pidió la mano de Franceline. A Franceline, decía él, “tengo la inefable dicha de gustarle”, y aseguraba haber resultado “el elegido de su corazón”, a pesar de ser “quizás aquel que menos lo amerita”.
El granero que protegió la carta era el de la casa de Jaintouin, en la Alta Saboya francesa, que durante el siglo XIX albergó a mis antepasados y que perdió mi tatarabuelo Simon-Claude ante los acreedores de un préstamo impagable y una promesa descuidada. Fue ésa la casa que abandonaron los viejos para refugiarse más arriba, en el flanco de la misma montaña, y de la que salieron los dos hermanos que se habrían de instalar para siempre en las costas de Veracruz.
FRAGMENTO TOMADO DEL LIBRO.
Siempre un destierro
Autora: Gabriela Couturier
Género: Novela
Editorial: Océano, 2019
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