Una obra de Vincent van Gogh es el centro y cierre de la exposición Diálogos de vanguardia, en la que el Museo Nacional de Arte (Munal) pone a conversar entre iguales a grandes maestros del posimpresionismo como Degas, Renoir, Modigliani, Manet y Cézanne, con los mexicanos Diego Rivera, José Clemente Orozco y Germán Gedovius, para sintetizar 43 años de influencias.
Se trata de Diligencia tarascona, una pieza poco conocida y que al igual que el resto de las ocho piezas de la Colección Pearlman se exhiben por primera vez en América Latina.
La obra es la única que no está en diálogo con la de algún artista mexicano, pues representa lo que se gestaba antes de las vanguardias y lo que venía hacia el futuro. En apenas seis días, al igual que las 17 piezas que se exponen, ha sido admirada ya por casi nueve mil asistentes, de acuerdo con cifras del Munal.
“Henry Pearlman la encontró muy fuera del mercado del arte, fue un trato con un coleccionista que le vende el famoso cuadro que tiene esos rojos, esos amarillos, esos empastes y toda esa paleta estridente de Van Gogh, ya es el Van Gogh de todo su gran influjo francés. Esta pintura no es tan conocida, de ahí la gran importancia de que esté en México”, explicó en entrevista con La Razón el curador de la muestra y director del Munal, Héctor Palhares.
Señaló que decidieron que este lienzo finalizara la muestra porque, aunque Van Gogh no vivió lo que vendría en el siglo XX, movimientos como el expresionismo alemán le debieron su color y estridencia. “Por eso es el que cierra la exposición, nos anuncia lo que va a ser el siglo XX”, agregó.
La colección Pearlman no es una colección apabullantemente grande, la envergadura de esta colección es la calidad de sus piezasHéctor Palhares<br>Director del Munal y curador
La génesis del cuadro es importante debido a que el artista lo pintó en 1888, una época convulsa en lo personal, pues fue la ruptura de su amistad con Gauguin y cuando se cortó parte de la oreja en una crisis, pero también su periodo de mayor riqueza creativa.
“Es el año en el que vienen algunas de sus obras más conocidas, La noche estrellada. El hecho de que se representen estos carruajes, estos muros, estas instantáneas cotidianas ya nos hablan de todo su gran influjo francés”, detalló.
La muestra, que estará abierta hasta el 12 de enero, complementó Héctor Palhares, es una forma de quitar una visión eurocentrista y remarcar que, así como estos artistas referentes del posimpresionismo inspiraron a los creadores mexicanos, también nuestro país fue una influencia para aquéllos, de manera que la exhibición sintetiza 43 años de estos intercambios creativos.
“Es una síntesis de 43 años, no solamente topa la Belle Époque, que es 1914, la Primera Guerra Mundial que le pone fin, sino que tenemos obra de los 30, prácticamente hasta los 40, pero como parte de esa consecuencia. Es una síntesis de una voz, de un gusto, de una influencia, de ida y vuelta, porque no sólo es Europa influyendo a México”, resaltó.
Dijo que uno de los ejemplos claros de esa ida y vuelta creativa fue la amistad entre Modigliani y Diego Rivera, de quienes se expone Jean Cocteau y Retrato de Adolfo Best Maugard, respectivamente. O la invitación que hizo Monet a Clausell para que fuera a su estudio. “Tenemos que pensar que hace un siglo iba de ida y vuelta, nuestros artistas, poetas y escritores eran conocidos allá, ¿por qué Monet invita a Clausell a su estudio?, sabe que este señor disidente busca otras expresiones, que va a ser padre del impresionismo en México, es una voz de plática, los artistas están en igualdad”, apuntó.
Para generar este diálogo entre iguales, explicó Héctor Palhares, el acervo del Munal es el que dio la pauta para la curaduría de la muestra.
“Quien determinó el resultado que hoy tenemos fue el acervo mexicano más que la propia Colección Pearlman, nuestro portentoso Diego Rivera, quien retrató a Maugard, qué mejor diálogo que con Modigliani, o la maravilla del Desnudo barroco de Gedovius, mirarse con Renoir. Nuestro pie de igualdad es absoluto, Daniel Pearlman (heredero de la colección) decía: ‘Veo su Diego Rivera junto al Modigliani y están a la altura, o veo su Desnudo barroco de Gedovius e incluso me pongo celoso, la gente va a ver más a Gedovius que a Renoir’. Es sugerente esta forma de paridad, porque como decíamos, no sólo es porque se parezcan las obras, tienen afinidades iconográficas, pero detrás de ellas, hay muchos simbolismos”, concluyó.