Nave generacional, así es cómo se denomina a una arca interestelar destinada a emprender viajes tan largos que los tripulantes llegan a envejecer y perecer antes de alcanzar su meta, dejando la responsabilidad de la misión a sus descendientes.
Es este llamativo y evocador concepto, el que le sirve como base a la siempre apreciada Claire Denis, para elaborar una pieza que se apunta en la línea más tradicional de la Ciencia Ficción, esa que más allá del espectáculo con base a realidades futuristas, se define por estar sustentada en un discurso filosófico, existencial, e incluso ambas cosas como en este caso.
Y es que a la francesa Claire Denis, no le basta con hilvanar líneas arguméntales que empujan a la reflexión, poniendo al ser humano frente al vacío infinito para acentuar la insignificancia de su transitar con respecto al universo, sino que además transgrede y replantea los principios y creencias sobre los que se sostiene su dignidad.
La maternidad, la perfección, la piedad, la culpa y la muerte, todo cobra otro sentido o lo pierde por completo en el irremediable estado de orfandad que representa el sumergirse en el espacio profundo.
No es gratuito que los protagonistas -interpretados por una Juliette Binoche con todo el oficio del mundo y un solvente Robert Pattinson-, se presenten como seres marcados por sus errores del pasado y por su muy particular forma de interpretar la búsqueda de la redención, enrolados en un experimento que los denigra ante los demás y ante si mismos.
La parsimonia del desarrollo es seductora e invita a sumergirse en una retorcida y por momentos escatológica ensoñación, salpicada con espasmos de desconcierto y violencia, además de estar aderezada con un marcado aire de erotismo enrarecido, que como es costumbre en el cine europeo, muestra la sexualidad como algo misterioso e inquietante.
Es una lástima que el conflicto tarde tanto en llegar, debilitando la estructura general de una propuesta que además evidencia ciertos descuidos en las convenciones que sostienen el escenario, terminando por perderse en la sugerencia.
Por que muchos de los planteamientos en realidad se quedan sólo como eso, planteamientos dentro de una obra que pareciera tener demasiadas pretensiones y una contundencia a medias.
Aún así, sin ser lo mejor de la también directora de Un sol interior (2017), High Life está por encima del promedio de lo que se ofrece en cartelera y encaja a la perfección con el espíritu de exploración propio de FICUNAM, evento que sin duda se ha convertido en el gran festival de la Ciudad de México.
Fue la película inaugural y se presentará nuevamente este fin de semana, indispensable para verdaderos cinéfilos y público que busca mucho más que entretenimiento en pantalla.
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