Jorge Carrión da testimonio de los cambios del siglo XX al XXI

El narrador, ensayista y crítico cultural español Jorge Carrión (1976) presentó en México Las huellas (Galaxia Gutenberg, 2024): tetralogía conformada por las novelas Los muertos, Los huérfanos, Los turistas y Los difuntos, las cuales se conocían en ediciones anteriores de manera separada. La publicación en un solo tomo de estas cuatro fabulaciones se convierte en un excepcional proyecto narrativo de la lengua española.

Viaje novelístico en cuatro tiempos y espacios que se sumerge en las coordenadas del futuro humano a través de especulaciones sobre la memoria, el olvido, las secuelas de la guerra, las emigraciones y los efectos del desarrollo tecnológico. “Un autor cuyos logros están a la altura de su ambición”, ha dicho Juan Goytisolo.

Carrión reconoce la herencia cervantina de su escritura en un sumario de afanosa propuesta en que la presencia de tonalidades ensayísticas toma el hilo en complicidad con pistas del cómic, las series televisivas, vislumbres distópicos, visiones utópicas y elementos artificiosos que desembocan en líneas metaficcionales.

“Asumo que es un volumen que abreva en la tradición narrativa que parte de Cervantes y tiene su auge en el siglo XIX. Me atrevo a definir a este proyecto muy personal y quizás el más ambicioso de mi trayectoria como una experimentación con distintas modalidades en un resultado en que se trasponen los géneros, pienso que las complejidades de nuestro tiempo se deben abordar desde un espacio literario que rehúya de lo convencional”, dijo a La Razón Jorge Carrión, quien es también guionista de populares novelas gráficas.

¿Volumen vinculado al Roberto Bolaño de 2666? Bolaño es un referente, que nadie puede soslayar. Sí, en 2666, cada capítulo se dilucida apelando a un género distinto como ocurre en Las huellas. Soy partidario de fusionar el terror, por ejemplo, con el ensayo, con lo distópico y con los atisbos de la narrativa gráfica. Siempre cito a David Grossman por Véase: amor en formato de un paradójico diccionario. Juego con las citaciones apócrifas y con la metaficción.

¿Novelas concebidas pensando en un cuarteto narrativo? En realidad, no. Pasó el tiempo, unos 15 años, y fui publicando cada novela, hasta que descubrí que las líneas temáticas tienen coincidencias con mis deslumbramientos en la conminación de dar testimonio de los cambios colosales producidos del siglo XX al XXI. Me valgo de las acciones de los personajes protagónicos: George Carrington y Mario Alvares.

¿Saga narrativa ‘totalizadora’? Prefiero el término de ‘novela global’. Por un lado, un Nueva York de ficción en Los muertos; después el espacio de Pekín en Los huérfanos. Hay una pretensión de reseñar escenarios de todo el orbe. Las cuatro narraciones se centran en la obsesiva exigencia de relatar una época convulsa, de mutaciones determinantes como ya dije, del siglo XX al XXI.

¿Presentación de una Tercera Guerra Mundial ‘ampulosa’? Conflagración en la que nunca sabemos qué pasó. Todo es redundante a través del testimonio del narrador quien da fe de las motivaciones políticas que trajeron consigo esa guerra atroz seguida por un apagón cibernético. La beligerancia y la aniquilación son asuntos que me interesan, son actos que nos definen como humanos. Sí, el arte creativo nos hace humanos; pero, la guerra y el exterminio, también.

¿Relato ‘utópico-distópico’? Ya lo creo, se bifurcan ambos compendios. En la historia de la humanidad convergen condiciones positivas y negativas. Esta convulsa época nuestra está enmarcada en ese sentido, donde lo sombrío y lo refulgente conviven ante nuestro asombro.

¿Posible tesis de esta tetralogía? Ninguna. En Las huellas no intento correr el velo de nada, sólo sugiero espacios, especulo sobre el tiempo, recreo personajes y les otorgo un entramado psicológico para invitar a los lectores a hacerse preguntas sobre las incongruencias, paradojas y absurdos de nuestra época.