El escritor que supo reflejar a la juventud en sus obras, el apasionado del rock, el que no le tuvo miedo a la contracultura y buceó en ese océano, el que experimentó con el lenguaje incorporando el inglés, el caló chilango y los juegos de palabras, el siempre desobediente y subversivo, el maese José Agustín murió ayer en Cuautla, Morelos, a los 79 años, luego de varios días de ver su salud mermada.
“Se fue en paz, rodeado de su amorosa familia”, informaron sus seres queridos en un comunicado difundido ayer en redes sociales. José Agustín es velado en Cuautla, que fue su último hogar. La familia está en conversaciones para un posible homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes, detalló la Secretaría de Cultura.
El pasado 29 de diciembre, el hijo del autor de Ciudades desiertas, José Agustín Ramírez, dio a conocer que su padre estaba delicado de salud. El 2 de enero José Agustín recibió la visita del padre José Luis y fue en ese momento que de manera anticipada se despidió: “Con esto ya mi trabajo aquí se va terminando”, dijo mientras luchaba por seguir viviendo.
La noticia de su fallecimiento enlutó a sus amigos más cercanos, entre ellos al filósofo Óscar de la Borbolla: “Le tenía un gran afecto y aprecio, revolucionó el lenguaje, le dio cabida a las formas coloquiales en la gran literatura, antes de él, solemne y ampulosa. Fue y será un referente en la literatura mexicana. Lo traté: era cordial, inteligente, ‘buena onda’ como los verdaderamente grandes. Me duele mucho su partida”, dijo a La Razón. Mientras que la poeta Elsa Cross pidió unos días para poder hablar de su amigo, porque igual que a De la Borbolla: “la muerte” estaba “trabajando con tanto ahínco últimamente, que me ha dejado no sin palabras; pero sí sin ganas de hablar”.
El rock sonó para despedir a uno de los escritores que le quitó solemnidad al lenguaje y trajo frescura en una época, las décadas de los años 60 y 70, en la que el canon literario no le estaba hablando a aquellos que se estaban autodescubriendo, que encontraron en el rock una manera de ir a contracorriente, que vivían una realidad en la que había desesperanza
—la Guerra de Vietnam y los movimientos estudiantiles, ejemplo de ello— y que al mismo tiempo les invitaba a explorar la libertad sexual y el “Peace and Love”.
Ejemplo de lo anterior son obras como La Tumba, De perfil , Inventando que sueño, Se está haciendo tarde (final en laguna) y El rey se acerca a su templo. Un estilo que Margo Glantz acuñó como “literatura de la onda”, concepto con el que nunca estuvo de acuerdo José Agustín.
“Yo como nacido en los 70, hasta antes de él, la literatura me parecía algo completamente ajeno, algo que no me hablaba directamente a mí, sentí un grado de identificación que no tenía con otras obras, creo que ese mismo efecto se trasladó a otras generaciones”, comentó a La Razón el escritor Carlos Velázquez.
La obra de José Agustín supo llegar a otras generaciones que hoy lo veneran y siguen encontrando en sus historias un espíritu libertario. “Acercó la literatura y el conocimiento a muchísima gente porque realmente amaba hablar y construir cultura. Era tan auténtico que muchas de nosotras comprendimos que su autenticidad era porque hacía las cosas por gozo. Comprendió claramente el eros y el tánatos de México y logró transmitirlo en toda su producción literaria”, compartió a este diario la escritora Brenda Navarro.
José Agustín supo como nadie hacer que sus lectores vivieran un recorrido musical en cada obra, desde Elvis Presley, pasando por Pink Floyd, los Rolling Stones, los Beatles y hasta Wagner, porque la música fue parte esencial de su vida y quehacer literario, tal como lo dijo en su libro El rock de la cárcel: “Una de las pasiones que conservo hasta la fecha: el rock” o como comentó en una entrevista con canal 22: “Lo que me es casi indispensable es la música” (rock, clásica y jazz).
“Mucho de lo que está en sus libros, ese espíritu libre que los alienta, abreva precisamente de la libertad que había en la música rock de los 50 y principios de los 60, que fue la primera en impactar en sus gustos y en su visión de la música.
“Casi no hay un solo libro de él, de antes de los dosmiles, que tenga un fuerte contenido musical, tanto como soundtrack de lo que ocurre dentro, como en sus pretensiones de emular un estilo que sea un tanto salvaje como lo era cierto rock y también en la vitalidad que existe en su obra, que está directamente influenciada por el sonido de la guitarra eléctrica”, resaltó Carlos Velázquez.
José Agustín fue un impulsor de la contracultura, “es uno de los padres de la contracultura en México, es uno de los primeros en no tenerle miedo a esta nueva corriente”, apuntó Velázquez, quien augura que faltará mucho tiempo para que llegue alguien que a través de su obra sepa aglutinar a toda la juventud como lo hizo el también autor de Cerca del fuego, La panza del Tepozteco, Mi vida con mi viuda y Dos horas de sol, cuyo final escribió escuchando todos los discos de Pink Floyd. Se ha ido el Jefe, pero quedan sus historias, descanse en rocanrol.
- Nació: 19 de agosto de 1944
- Distinciones: Premio Mazatlán de Literatura (2005)
- Premio Nacional de Ciencias y Artes (2011)