Para las víctimas y sus familiares
Bien vista, la muerte es, a decir de Benedetti, “un síntoma de que hubo vida”. Simboliza el tránsito hacia otra existencia, la reunión familiar en torno a los recuerdos, un espacio para la reconstrucción de las virtudes, el respeto inapelable con el que se honra al fallecido. Hasta hace pocas décadas, la muerte mexicana se tejía a partir del recuerdo feliz, la evocación romántica, las ofrendas, las visitas al panteón, la fiesta.
Todo cambia: morir en México hoy enarbola cada vez más nombres y apellidos. Endurecida, la muerte ha dejado de ser la promesa del descanso eterno, cada vez más violenta, deja más vacíos y preguntas, atiza la añoranza, desata la rabia, es infierno para los vivos y, al mismo tiempo, la oscura comarca donde los muertos no descansan. Entre las transformaciones que han mutado su entendimiento y verifican su aumento, están las escaladas de odio, la violencia de género, el machismo y la misoginia.
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El feminicidio es el asesinato de mujeres por el único hecho de serlo, no es un simple homicidio, es un ataque deliberado por su condición de género. Dentro de esta forma de morir existe una vertiente que llega a ser un tanto más injusta y cruel: la infantil, la que sega las vidas de miles y miles de niñas menores de 14 años, vulnerables a los efectos de la natural discriminación, que implica el nacer mujeres y ser objeto de violencia intrafamiliar, explotación laboral y sexual.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los últimos tres años el feminicidio infantil en México se ha incrementado en 76 por ciento, tanto así, que de enero a agosto de 2019 se tiene el registro de más de 67 niñas.
Lo más doloroso es que una buena parte de estas menores sean víctimas de sus padres y familiares cercanos.
En estas fechas tan propicias para reflexionar sobre la muerte y el valor de la vida, no basta con recordar y honrar la memoria de las víctimas del feminicidio infantil. Es crucial mirar de frente a los familiares, sumarnos a su lucha, ser empáticos: exigir seguridad, garantías para mujeres y niñas, el derecho una infancia y adolescencia protegidas, libres de terror y violencia. La niñez es uno de los estados más felices y nobles en la vida de un ser humano, el feminicidio infantil disloca la ilusión de familias enteras, el natural desarrollo de la sociedad, la permanencia de la humanidad y su dignidad.
Dejemos ya de hacer caso omiso: en la Ciudad de México son víctimas de feminicidio más de 10 mujeres al día. Entre ellas hay niñas.