Barcelona. España. Desde hace varios años he admirado el trabajo escultórico de Susana Solano. Su obra me atrae y, al mismo tiempo, me enfrenta al descubrimiento del arte como aventura, quizá como tránsito hacia la fascinación. Una instalación con vapor, pequeñas piezas de rejillas, dibujos hechos con el cuerpo o con un espontáneo trazo de líneas o puntos, fotografías, hilos de alambre que van del suelo al techo, con lo catártico y la manifestación del mismo, cuyo significado es acceder a una “arquitectura lúcida”. Podríamos decir que, en lo que respecta a las piezas objetuales, tienen una relación directa con Dada, y no como mera referencia lateral, sino como la razón de ser modular en cada obra.
Susana Solano (Barcelona, España, 1946) ha estado presente en todas las manifestaciones artísticas internaciones más importantes de las últimas décadas: Bienal de Venecia, Skulpur Projekte de Münster, Carnegie Internacional de Pittsburg, Documenta , 8 y IX de Kassel, Bienal de Sao Paolo... Piezas aisladas en las que ha dado forma a su discurso estético. Realizó su primera exposición individual en la Fundación Joan Miró en 1980. Fue premio Nacional de Bellas Artes en 1988. Sus obras son la representación de su libertad creativa, con un estilo que combina un dominio intuitivo y a la vez racional en volúmenes, formas, espacios y materiales. Sus grandes muestras retrospectivas que ha realizado en casi todos los museos del mundo: Palacio Velázquez del Museo Reina Sofía; Whitechapel Art Gallery, Londres; Malmó Konsthall, Malmó; Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Grenoble, y en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, son muestra de cómo Solano ha trabajado a su ritmo, en su espacio, en su tiempo. “El valor – dice Solano- de una imagen se mide por la extensión de su aureola imaginaria. Gracias a lo imaginario, la imaginación es esencialmente abierta, evasiva. Es dentro del psiquismo humano la experiencia misma de la apertura, la experiencia misma de su novedad”.
Por su escultura, el espacio vibra. Ha aprovechado imágenes del mundo cotidiano como punto de partida para crear piezas rotundas, compactas e inquietantes, cuyo efecto se acrecienta con el empleo el hierro y del plomo, trabajados con concisión y dureza, pero también con poesía. Su obra nos habla de una continuada exigencia formal renovadora. Su mirada es capaz de sintetizar (es después de Eduardo Chillida, Jorge Oteiza, Antony Caro, Pablo Palazuelo, Richard Serra, Richard Deacon la herrera de la escultura contemporánea) un mundo tan considerable de estímulos visuales que por sí solo constituye una presencia activa en la evolución artística de nuestro tiempo.
Eres una artista con más de cuatro décadas de trabajo constate, ¿cuál sería para ti el proceso que te lleva a realizar una escultura?
-Los detonantes son muy variados. Tengo que ver algo que me moleste, que me duela, que tenga algo de denuncia… pero transformarlo luego en algo concreto no es fácil. La abstracción es complicada, aunque la escultura puede provocar hermetismo, agresividad y placidez. Todo habla. Del detonante va al intelecto. Y ahí lo mantengo un tiempo. Aunque cada creador tiene sus maneras.
¿Crees qué la obra es el registro de una vida?
-Creo que es un registro de la propia experiencia, son una manera de relacionarte con el mundo, no sólo con el tuyo mismo, sino con el que te rodea... En cierta manera son autobiográficos, pero de una forma encubierta, porque nunca lo explico todo, prefiero dejarlo abierto a la interpretación. No por pudor sino por mi propia concepción estética de lo que es el arte. Me gusta más la abstracción que la narración, que la pieza deje un margen a que el espectador la cierre.
Recuerdo casi de memoria do grandes exposiciones retrospectivas tuyas, la del Palacio de Velázquez en Madrid y la del MACBA en Barcelona. Aunque creo que la de Barcelona te atreviste más a mostrar otras territorios estéticos que has trabajado como la fotografía, ¿por qué decidiste mostrar ese trabajo?
- Bueno las dos son muy distintas, no sólo por el tiempo, sino también por la maduración del trabajo. Durante mucho tiempo he estado incluyendo fotografías en las esculturas, pero sólo cuando hay un hilo conductor entre materia e imagen. Esto es diferente, claro. Surge sobre todo por la necesidad de ir cerrando etapas, de mostrar procesos. El artista de hoy es totalmente multidisciplinar. Me ha costado hacer la selección, tengo un conjunto impresionante de imágenes, he revisado muchos negativos, muchos contactos... Más que la foto efectista, he buscado aquella que tiene más de memoria, de recuerdo, intentando que sea buena fotografía, que cumpla con los cánones clásicos.
¿Crees que es muy diferente el proceso creativo de la fotografía a tu obra escultórica?
- Claro, no sólo diferente, sino que son campos diferentes. La cámara en los viajes es mi herramienta de trabajo. No concibo un viaje sin una cámara a mí lado. Es como un poeta sin libreta para anotar ideas…En cuanto a su relación con otro trabajo, está a la par: los proyectos se generan por estudio y por trabajo, en eso no hay diferencia. La fotografía tiene más de azar, yo no monto un plató con actores para lograr una imagen, las fotos de viaje son sobre todo casuales. Y ahí están mis series sobre África, que la mayor parte las exhibí en mi exposición en el MACBA Es el azar lo que me proporciona la fotografía, mientras que la escultura la voy construyendo poco a poco, está mucho tiempo en mi cabeza antes de darle forma, es más meditado. La fotografía es más fresca, más inmediata. Es como un abrir y cerrar del ojo, un parpadeo constante, interminable.
¿Cómo consideras a tus fotografías? Te lo pregunto en un sentido de alinearlas en un campo más de conceptos…
- Mi fotografía es más antropológica que documentalista, aunque no niego que tienen algo de documental. Capto situaciones que me atraen en un momento dado y de ahí va surgiendo el tema que voy a desarrollar. El disparo de una cámara es muy intuitivo, se hace cuando detectas que algo te implica.
¿Qué tratas de reflejar en tus fotografías?
- No me gusta reflejar nada en concreto. No me gusta ese abuso de la miseria de este tipo de fotografías. Se está confundiendo este tipo de fotografía con la imagen de la catástrofe y de la miseria y ya está bien. La fotografía es otra cosa: es más poética, es más sencilla, aunque cada imagen tenga una carga terrible... En mis fotos verás sencillez y austeridad, pero no catástrofe.
Tu trabajo de estos últimos años se ha centrado en tres territorios: escultura, fotografía y dibujo. De la escultura has comentado que debe conservar la ambigüedad...Crees que la fotografía y el dibujo dejan menos lugar a la imaginación...
Creo que todo el arte en general tiene mucha ambigüedad. Por ejemplo, en la fotografía es un robo, es capturar un momento, un instante que queda eterno. El dibujo, también es un instante, tu mano es guiada por sentimiento encontrados, y que cuando ves el resultado descubres cosas que no imaginabas. Eso tiene el arte: imaginación.
¿Hay que entender el arte, la imaginación, la poesía…?
-Entender es pedir mucho. ¿Para qué? Se necesita estar dispuesto a participar, para comprender lo que el poeta quiere decir, o lo que el fotógrafo capto con su cámara. Antoni Tàpies lo explicaba muy bien, decía que el arte es como ir a ver un número de magia, o estás pendiente del truco o te dejas llevar y gozas o sufres con el espectáculo.