Funciones hasta el 29 de abril

Yo Marcos, un peregrinaje por la figura de la Virgen de Guadalupe

En la puesta, Alberto Juárez recorre antecedentes históricos y propios para descubrir en la Morenita su propio manto; se abordan conflictos de identidad que trajo la Conquista

El actor Alberto Juárez, durante una función.
El actor Alberto Juárez, durante una función. Foto: Cortesía Teatro La Capilla

Con temporada en el teatro La Capilla, el unipersonal Yo Marcos muestra al actor Alberto Juárez internarse en un profundo peregrinaje geográfico, espiritual y artístico por la figura de la Virgen de Guadalupe (la cual lleva tatuada en ambos brazos). El artista recorre antecedentes históricos y propios para descubrir en la imagen de La Morenita del Tepeyac, su propio manto, estrellas, destellos y ojos, esos que siempre observan directamente a las personas, aunque se muevan de sitio.

A partir de una nota periodística y una subsecuente investigación por parte del creador escénico, recopilada por el dramaturgo Adriano Madriles, se descubre a Marcos Cipac, considerado el autor pictórico de la obra sobre el ayate que se venera en la Basílica de Guadalupe, una figura desconocida de la cual hay muy pocas referencias históricas de su existencia.

Alberto Juárez muestra al tlacuilo (dibujante mexica) nacido en el año 1517, quien se sabe primero hizo códices, después imágenes religiosas y, posteriormente, fue comisionado para realizar un milagro: el de crear una imagen-símbolo tan poderosa que aglutinará debajo de ella al naciente Virreinato.

En la propuesta se vislumbra ese parto, tanto pictórico como colonial; devela los conflictos de identidad que se dieron en las personas que vivieron la transición del mundo prehispánico al conquistado, el cual se reflejó en un cambio de nombres, costumbres, lenguas y dioses, aquellos que se transmutaron en un doloroso sincretismo cultural.

La trama lleva al público desde Cuautitlán hasta Extremadura, España, explorando la vida de Cipac Cuauhtlatoa, un tlacuilo mexica obligado a renunciar a su identidad.
La trama lleva al público desde Cuautitlán hasta Extremadura, España, explorando la vida de Cipac Cuauhtlatoa, un tlacuilo mexica obligado a renunciar a su identidad. ı Foto: Cortesía Teatro La Capilla

Un día la divinidad soñó con Marcos, y convirtió un encargo católico en la labor de darle rostro, color, piel y ropa a Tonantzin, a su madre que le hablaba en náhuatl, que conocía sus costumbres. Él decidió ponerla en la pintura de María Guadalupe para que trascendiera el tiempo y las fronteras para unir lo más sagrado de dos universos irreconciliables.

Marcos Griego, Marcos Cipac o Marcos Aquino (considerados diferentes nombres de la misma persona), en la piel de Juárez escucha los ruegos, los rezos de millones de devotos que encuentran consuelo en la Virgen de Guadalupe, que piden milagros que van desde protección, cuidado de la violencia hasta ganar la lotería o cumplir con una dieta.

En el escenario existen dos tiempos: se regresa al siglo XVI para encontrar las pisadas y los pensamientos de Cipac, se le acompaña en sus reflexiones y las contradicciones de su nuevo mundo.

Por otro lado, Juárez viaja de México a la península ibérica y de regreso, busca en un monasterio de Extremadura, España, respuestas a su existencia para descubrir que el verdadero tesoro está en casa, y el gran reto es atreverse a volver a ese origen, a la causa de las cosas.

Para Alberto Juárez, la puesta en escena sirve para recorrer su propia historia, de hablar de sus maestros, su familia, su identidad, de una civilización que está construida sobre las ruinas de otra ya sea aquí o en cualquier parte del mundo.

En el montaje Yo Marcos, tanto Marcos Cipac como Alberto Juárez reclaman su nombre, su historia y su presente, concluyen en la necesidad de reconciliarse y confrontarse con uno mismo e invitan al público a hacer lo mismo.

  • Autoría: Adriano Madriles
  • Dirección: Ricardo Rodríguez
  • Cuándo: hasta el 29 de abril
  • Dónde: Teatro La Capilla
  • Horarios: lunes, 20:00 horas