Entre tendederos de azotea y juegos de infancia, aguaceros, polvaredas y jícamas con chile, la obra de teatro La cueva de las orquídeas invita al público a dialogar con nuestro niño interior. El montaje refleja el cambio que se da entre la niñez y la adolescencia, a través de un grupo de chicos.
“Es una propuesta escénica interesante, porque despierta la memoria y los adultos siempre tenemos ganas de hablar con el niño que fuimos, con el que le gustaba salir a la calle sin límite de tiempo, al que le gustaba hacer juegos imaginarios en cualquier lado. La obra es un buen espacio para dialogar con nuestro niño interior, y en ese sentido y con ese ánimo, pues invitamos al público a compartir este viaje a aquellos años”, explicó el director Ignacio Escárcega.
En el montaje, escrito por el dramaturgo Alberto Castillo, la vida de estos adolescentes se trastoca cuando llega Elena, una nueva maestra de sexto grado, quien comienza a revolucionar todo, desde la manera de impartir clases hasta cómo conviven los vecinos. Uno de sus alumnos se enamora de ella.
“Todos ellos perciben que están dejando de ser renacuajos, que ha comenzado la metamorfosis para albergar la resistencia del sapo, pero también la belleza y la fragilidad de la rana”, comentó el director.
Escárcega agregó que de esta manera, La cueva de las orquídeas, presenta “una serie de postales de la infancia y la pubertad”. También se reflejan las distintas etapas del crecimiento, tanto en las personas como en las calles y el lugar donde se dio este importante salto de vida.
El montaje se presenta del 21 de septiembre al 1 de octubre en el Teatro Sergio Magaña. Los jueves y viernes a las 20:00 horas, sábados a las 19:00 y domingos a las 18:00.