La tarde del 9 de julio de 2008, con motivo de su cumpleaños 90, el poeta Alí Chumacero dijo a Notimex: “Voy a vivir hasta los 500 años y moriré apuñalado por un marido celoso”. El pronóstico falló. El vate falleció poco antes de la medianoche del viernes.
Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit, 9 de julio de 1918-ciudad de México, 22 de octubre de 2010) aseveró entonces que viviría 500 años y que no moriría de un piquete de mosco, sino víctima de un marido celoso, en franca y abierta alusión a la extraordinaria atracción que las mujeres ejercían sobre él.
El vate, quien al cumplir 90 años de edad fue homenajeado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), dijo Notimex, entre frases ingeniosas y risas sonoras: “durante dos terceras partes de mi vida he hecho libros y en mis ratos de ocio leído algunos”.
Entrevistado en ese marco festivo, Chumacero no perdió la oportunidad para declarar que lejos de ser un gran escritor o un poeta extraordinario “soy un obrero, nada más que un pastor de la palabra” pero con suerte, tanta como para corregir a los más grandes literatos del México moderno.
A él se deben las impecables ediciones de varios libros de la serie Lenguas y Estudios Literarios, los manuales de literatura y una gran cantidad de tomos aparecidos en la colección Letras Mexicanas, que incluyó los títulos “El llano en llamas” y “Pedro Páramo” que Alí corrigió en originales y galeras.
Porque, dijo en aquella entrevista, “yo soy, más que un escritor, un corrector de pruebas; y nunca, nunca, nunca he sentido el deseo de dejar ni por un momento este oficio”, y aseguró que jamás se le ocurrió dedicarse a otra actividad que no fuera la de editor y corrector, su gran pasión de siempre.
Entre las más grandes satisfacciones que le dio esa vida profesional, destacó ese día, está el honor que tuvo al ser quien, como editor, revisó las obras completas de Alfonso Reyes, a quien llamó con énfasis y justicia “escritor muy ordenado”, con quien trabajó durante muchos años hombro con hombro.
También ganador de los premios Xavier Villaurrutia (1980), Rafael Heliodoro Valle (1985), Alfonso Reyes (1986), Nacional de Ciencias y Artes (1987), Amado Nervo (1993) y Nayarit (1993), Chumacero reconoció luego que, a pesar de todo, “eso no quiere decir que yo haya sido bueno o malo trabajador”.
Declaró también que “siempre he visto la vida de frente, he sabido vivir, estar presto, no juzgar a la gente por lo que hace, y no odiar a nadie, ni siquiera por lo que piense, si es que sabe pensar. No tengo enemigos y soy amigo hasta de mis hijos”. Sin embargo, el poeta reconoció que no había sido feliz del todo.
Con su peculiar estilo narrativo y su inconfundible timbre de voz, explicó: “no he sido feliz del todo porque la felicidad es cosa de tontos y no he cometido la estupidez de ser abstemio”. Y tras esa vida sana, vigorosa y fecunda, Alí Chumacero murió la noche del viernes a los 92 años a causa de una neumonía que lo aquejaba.
Fue editor, corrector y tipógrafo del FCE por casi 60 años.
Alí Chumacero, quien residió en el Distrito Federal desde 1937 tras dejar atrás Nayarit, perteneció al grupo de escritores que fundó la revista “Tierra nueva” cuya publicación dirigió entre 1940 y 1942. Fue también redactor de la revista “El hijo pródigo” y de “México en la cultura”, entre otras.
Al recordar aquel homenaje, retumban sus palabras: “Quiero que a la hora de la hora, cuando me vaya con la música a otra parte, me recuerden como a un hombre venido de un pueblecito pequeño que se llama Acaponeta, de un estado pequeño que se llama Nayarit, buscando afanosamente un sitio propio”.