Relata la infancia frágil y desprotegida de las personas trans

La conductora radial Frida Cartas (Mazatlán, 1979) da a conocer el cuaderno de memorias Transporte a la infancia (Almadía, 2023) donde da cuenta de incidentes de su infancia enmarcados en la búsqueda de su identidad de género: narración-testimonio de un niño asediado por los índices sociales de la masculinidad, pero que siempre soñó con ser madre, esposa y hasta reina del carnaval de Mazatlán.

Niño hijo de un militar que procede como niña conminada a desafiar el ambiente discrepante que la rodea (el salón de clase discriminatorio, el barrio marginal y violento) en relación afectuosa con una madre que la entiende y la abriga. La autora apela a un realismo edificado en un tono costumbrista de convincente exposición sobre todo en el habla de los personajes.

Cartas rememora incidentes que intentaron borrar su designio, voz y cuerpo verdadero a través de relatos conmovedores, impresionables y apesadumbrados. El humor como un arma para referir circunstancias espinosas en la relación familiar, el entorno de la escuela y los espacios cotidianos. Valiente texto que desafía a los críticos fanáticos de las diferencias: testimonio de un infante que resistió la intimidación en compañía de una madre que apoyó la edificación de su legítimo mundo íntimo. Más allá de las resonancias literarias, esta escritura se convierte en un alegato ineludible de afirmación de las infancias trans.

“Este libro nace porque tenía una deuda con mi madre, necesitaba decirle muchas cosas: decidí escribir un diario para rememorar sin miedo todo el malestar que padecí en mi niñez para después dárselo como regalo. Lo terminé y fue editado de manera independiente, en el 2020 lo envié a amigos cercanos y tuvo repercusión en varios medios y contextos trans. Editorial Almadía se interesó y lo incorporó a su catálogo”, contó Frida Cartas a La Razón.

¿Quién es la protagonista del libro? Una niña que vive en los años 80 y 90 en que no se conocía el término trans. Hija de un militar conservador y de una madre llena de ternura y comprensión, por eso el libro está dedicado a ella.

¿La memoria referida como alegato? Creo que fue un acto de invocación y asimismo una autoterapia donde me vi obligada a reconstruir el pasado: algo doloroso, pero también deleitable. Escribir ha sido para mí una manera de agasajarme interiormente, la escritura como paliativo. Todo brotó como una corriente imparable de emociones donde las palabras eran espadas y también adargas.

¿Índices de crueldades que enfrenta un infante que no se corresponde con los patrones sociales imperantes? Sí, hay un reflejo de la brutalidad del mundo hacia la infancia en circunstancias aciagas que yo sufrí rodeada de gente sin estudios, personas insensibles atadas a la tradición quienes veían a ese niño como algo anómalo.

¿Rememoración de la infancia desde la mirada adulta? Es el punto de vista más que todo, de una sobreviviente, quiero subrayarlo. No intento presentarme como mártir desde un enfoque victimizado. He querido hacer evidente la presencia de una infancia frágil y desprotegida. Indago en los retos que enfrentamos las personas trans. Hay datos de infantes entre 10 y 14 años que sufren amenazas por su identidad de género, todo es muy desolador: vivimos en un país asediado por la crueldad. Es muy triste decirlo.

¿Escritoras trans determinantes en la escritura de este libro? Sin dudarlo, Camila Sosa Villada con la novela Las malas: texto clave en el cosmos de las mujeres trans latinoamericanas. Es un libro solidario, cuando lo leí me sentí custodiada, percibí que las trans no estamos solas.