El salvaje es un ser mitológico que tiene su origen en la antigua Mesopotamia, específicamente en la Epopeya de Gilgamesh, donde toma la forma de Enkidu, un ente bestial y primitivo que se convierte en compañero de aventuras del rey hasta su muerte. El antropólogo Roger Bartra afirma que esta figura ha transitado a lo largo de la historia de la humanidad en diferentes encarnaciones y que, a partir del siglo XX, se convirtió en uno de los elementos centrales de la cinematografía mundial.
En Los salvajes en el cine (FCE, 2018), el académico hace un recuento de la forma en que estos seres se han adaptado a la cultura occidental para formar parte esencial de la misma, y de los diferentes rostros que ha tenido en el séptimo arte.
“En la antigüedad se popularizó la idea de que el salvaje defiende al civilizado, eso se observa en los escudos medievales donde aparecen una especie de cavernícolas —con todo y garrote— sosteniendo el emblema de la familia noble, también aparecen en los pórticos de las iglesias góticas protegiendo al inmueble, el culto y la institución misma; esta idea del protector sobrevivió junto al concepto de que para definir lo civilizado se necesita de unos salvajes para defenderlo y otros para atacarlo; y esto se sigue apropiando hasta la fecha en las películas de superhéroes”, explicó a La Razón.
Tomó de ejemplo a personajes como Batman, Spiderman y Wolverine, pues a través de ellos, detalló, se continúa la antiquísima tradición de que el salvaje es una mezcla entre lo humano y lo bestial, “este conglomerado les brinda habilidades y fuerzas especiales que utilizan en una función vigilantista: emplean métodos no convencionales ni aprobados para defender, paradójicamente, la civilización de la cual se saltan las leyes para realizarlo”.
“El hombre primitivo como una manifestación del salvaje en el cine es una influencia directa de las teorías darwinianas y de que el humano comparte con los simios un ancestro común; es la idea de presentar al cavernícola como un ser salvaje y responde a las representaciones medievales, por ello en el celuloide se ha utilizado ese estereotipo que trae garrote y viste pieles”
Roger Bartra
Antropólogo
“Los contemporáneos tienen ambas facetas: la amenaza y la protección; se trata de salvajes nobles cuyo lado no civilizado y fuerza letal e ilegal sirve para defender el status quo de la sociedad moderna; coexisten con otros seres similares que son entidades malignas, como el Doctor Octopus, de quien además su parte bestial es mecánica, y ésa entra en otra categoría del mito en la que se ve a la tecnología como una amenaza, ejemplo de ello es el primer Terminator. Eso sí, Superman no es un salvaje, es un extraterrestre y eso es aparte”, añadió.
Bartra recordó la primera aparición del “salvaje noble” en el cine: Tarzán de los monos (1918), cinta muda basada en la primera novela que Edgar Rice Burroughs hizo del personaje, “él es mitad animal porque fue criado por simios, y noble porque al mismo tiempo es el hijo de una familia aristócrata inglesa; tiene una vocación vigilantista y de protección de los valores coloniales tradicionales y de la civilidad imperial; su condición es heredera del pensamiento filosófico de los franceses de la Ilustración, pues es un individuo que no está contaminado por la civilización moderna”.
Destacó que el salvaje cinematográfico ha tenido varias líneas evolutivas: el humano prehistórico (La guerra del fuego, 1981) la tradición de la licantropía (El hombre lobo, 1913) y la fusión del hombre y la máquina (Terminator, 1984), entre otras.
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