Un adulto mayor regresa a su niñez, vuelve al pequeño pueblo de la montaña en el que creció para recorrer, en 18 recuerdos, determinantes momentos, misterios y emociones que marcaron toda su vida, situaciones que lo formaron tempranamente en lo profesional como en lo sentimental.
De la dramaturga quebequense Suzanne Lebeau, vuelve a la cartelera mexicana el emotivo, profundo y desgarrador texto Salvador. El niño, la montaña y el mango, que en esta ocasión es llevado a escena por Lourdes Pérez Gay, figura indispensable del teatro para infancias y el uso de títeres en México.
En medio de tendederos, sábanas puestas a secar y grandes rocas que sirven como lavaderos, Salvador adulto observa a Salvador niño; da vida a sus memorias, las cuales le permiten convivir nuevamente con sus siete hermanos, condoler por las desapariciones en su familia, ayudar secretamente a su madre y entender la clara diferencia entre ser un salvador y ser un niño salvado.
Relator de su propia historia, el anciano Salvador rememora cómo nació en el corazón del invierno más crudo, en el cual su madre, Benedicta, lo salvó de morir de frío al ser un bebé muy pequeño. También se agolpan en sus recuerdos los juegos, sus miedos y los deseos por responderse preguntas como “¿qué quiere decir ser rico?”, “¿se nace rico o uno se hace rico?”.
La educación, en forma de escritura, aparece en su vida como la riqueza más grande del mundo, que le permite escribir su primera carta de amor y ayudar a otras personas, también se vislumbra el fantasma de la fatalidad: las últimas palabras que le dijo su padre y el momento en que vio a su hermano
mayor volverse hombre.
Recomendado para niñas y niños mayores de 9 años, el conmovedor relato presenta a un pequeño Salvador, que como el árbol de mangos que tiene su mamá en medio de la montaña, es un fruto dorado que brota en medio de un clima adverso, desconocido en la región, pero un tesoro único al que hay que cuidar y procurar.
Eduardo López, Yenizel Crespo, Siledi y Roy Valdés son los encargados de representar la propuesta, de darle vida a los títeres que conviven con ellos, de matizar las palabras, de dejar ver la inocencia y el desconcierto que vive una extensa familia ante las tribulaciones que se juntan cada día.
La escenografía y la iluminación son de Gabriel Pascal, quien crea dos espacios de convivencia entre el campo abierto con tendederos y el cuarto con un escritorio lleno de papeles, dualidad de espacios-tiempos donde transita Salvador, en los cuales observa a su madre ser una sabia del quitado de manchas, él mismo ir a buscar a la maestra Enriqueta o los
chismes del pueblo.
Autora de textos como El ogrito, Una luna entre dos casas y El ruido de los huesos que crujen, Suzanne Lebeau crea universos poblados de frondosas historias que dejan ver entre sus ramas contextos complejos; la infancia, en sus textos, no vive en un aislamiento fantasioso, sino que tienen alrededor, como en este caso, desigualdades, desapariciones y necesidades económicas.
Son espacios reales en los que viven sus personajes, quienes comparten desesperaciones, incomprensiones y tristezas, pero también anhelos, risas, abrazos, esfuerzos, camaradería y decisiones que salvan vidas.