SOLEDAD...ES

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larazondemexico

En realidad no tuvimos mucho de que hablar, después de las corteses preguntas de nuestras profesiones, de lo complicado de la vida, lo terrible de nuestra suerte y por supuesto, la plática más interesante dentro de lo intrascendente, hablar del frío, el calor, la lluvia y demás pequeños condicionantes de nuestra vida diaria afectada por el clima. Sí, nos aventamos unas dos horas en eso y luego, como si se vaciara el recipiente de lo común, ya no hubo nada que conectara y terminamos cenando en el silencio incómodo de los desconocidos que tienen que compartir por casualidad o de los íntimos traicionados que no desean echarle leña al fuego y esperan que el uno hable de su traición y el otro que no se mencione nada que pueda inculparlo.

Al final de la noche, la lleve a su casa, la despedida insípida, sin intención de darnos teléfonos ni de hablarnos de nuevo aunque incluyéramos el educado “nos vemos pronto” inserto en el diálogo como un seguro de protección al ego del otro pues, nadie sano, desea hacer daño intencional a un desconocido a pesar de que, dentro de nosotros, sabíamos innecesaria la preocupación, nunca nos enteraríamos de haber sufrido o haber hecho sufrir, no tendríamos forma de saberlo ni motivo para hacerlo.

-¿Cómo te fue?-

-Bien, quería que saliéramos este fin de semana siguiente pero, no sé, no es muy mi tipo.-

-¡Carajo! Llevas demasiado tiempo soltero, a estas alturas, la mascota de tu vecino es de tu tipo.-

Me sacó de balance, esperaba la pregunta, no la afirmación de soledad.

-No tengo prisa, hay más tiempo que vida. Además, no es que lleve una vida monacal, puedo cumplir los siete pecados capitales siete veces por semana.

La carcajada que soltó fue dolorosa, acomodada directa al ego, a la base donde asenté mi “sex appel” y lo vi derrumbarse hasta estrellarse en mil pequeños trozos de autoestima dañada.

-¡Idiota!-

-Idiota, idiota, pero, puedo compartir mi idiotez.- dijo entre risa maliciosa de quien se sabe vencedor.

Baste decir que el día fue desastroso, a nadie le gusta que le restrieguen sus carencias y en cuestiones de pareja o mejor dicho, la ausencia de ella, hacen que te cuestiones si no serás tú el problema, rumiar esto una y otra vez, es como tener las manos atadas a la espalda mientras te deslizas de cabeza en un tobogán engrasado con dirección al concreto. Sí, el día fue un desastre, imposibilitado para concentrarte en lo que haces al repetirte una y otra vez que eres un fracaso en lides emocionales, que es imposible que le agrades a una mujer, que eres espantoso, que esto, que lo otro y sigues y sigues y sigues en el autoflagelo hasta que tu cerebro termina vegetando mientras oprimes teclas para guardar las apariencias y que no digan que aparte de soledad, te aqueja la improductividad, en otras palabras, que el cero a la izquierda cuenta con mayor aprobación que la tuya pero, al menos tienes trabajo.

Regresar a casa tampoco fue de gran ayuda para el ánimo, el refrigerador contenía restos de comidas congeladas a medio comer y otras tantas que dejé con la intención de comerlas y que ahora eran todo un ecosistema de vida con olores fétidos contenidos por el recipiente de plástico donde habían estado guardadas. El refrigerador era un reflejo de mi vida, desordenada, aburrida, insípida, dejada y olvidada hasta...pudrirse.

Comí cualquier cosa y como eres lo que comes, era cualquier cosa, lo sé, mi autoflagelo ya resultaba hilarante, Freud podría decir otra cosa pero el yo, superyó y el ello carcajeándose, burlándose y señalándose cada uno en su propia función, parecía ser la constante o la fijación del hundimiento espiral en que estaba. En verdad lo he intentado, he salido con cada una de las amigas de las amigas de mis amigos que han usado la misma frase “es perfecta para ti” y no, incluso olvidando que la perfección es imposible, al menos esperaría un punto de acuerdo, un gusto en común o de perdida, una plática en la que ambos nos apasionáramos y no sucedía nada, no había nada, todas las citas a ciegas fracasaban por no tener nada que ver, los mensajes en foros y redes tenían un poco más de aceptación y mucho más de perversidad, lujuria y una pizca de sadomasoquismo pues eso de usar tus dedos para escribir lo que te gustaría estar haciendo con el roce de sus yemas  es como cocinar para alguien más mientras tienes hambre... una verdadera tortura.

Cada amanecer era un proceso de aceptación, cada anochecer era uno de resignación al verme solo, por mucho que intentara cambiarlo.

Dicen que todo tiene un motivo, una razón o que es nuestro destino, no obstante, yo creo que construimos (o destruimos) desde las decisiones tomadas, el problema es averiguar en que momento decidimos de manera errónea y rogar que podamos enmendar la ruta.

Dirán que nunca es tarde para cambiar, que solo es cuestión de empezar, que no hay nada eterno y si tienen alguna religión me dirían que mantuviera la fe, que siempre hay un roto para un descosido o que ya llegará la mujer que cambie mi vida. Se los agradecería, de eso estoy seguro pero, también sé que de mis oídos no pasaría, lo único que logra atravesar a los huesecillos son aquellas palabras que provocan los arranques de autocompasión y que mojan los  virtuales cueros anudados con los que te haces sangrar la espalda pero, hay un momento en que decides que es hora de cambiar, de dejar un vicio, de adelgazar, de ahorrar para comprarte lo que siempre deseaste o, como en este punto, conseguir el amor... signifique lo que signifique.

Ella se reía encantada, sus ojos brillaban mientras el color le subía al rostro, le hablaba de la cosecha del vino y si bien, sabía que era como hablarle en chino, ella, además del vino, bebía cada una de mis palabras en ávido anhelo. Leí su lenguaje corporal, sabía que solo tenía que accionar el resorte y saltaría sobre mí, le rocé la mano y la invité a mi departamento, cuando entró y vio la decoración, literalmente se derritió, la iluminación estaba preparada desde antes de que saliera, encendí la música y le preparé uno de los cócteles que había visto en sus redes que eran sus favoritos, le hablé de libros, en especial el que había leído hacía menos de una semana y fue suficiente, antes de que terminara de hablar, calló mis labios con los suyos y me aprisionó sobre el mullido sofá con el ansia desbordada.

Desperté solo, una nota en la almohada me deseaba buenos días, tardes y futuras noches así. Abrí el cajón y la guardé con otras tantas que permanecían a la espera y que sí, de vez en vez llamaba por cortesía.

Abrí las redes, hacía unos días había visto a una bella dama acompañada de una “amiga” abrí su perfil, me tomé una cerveza mientras revisaba fotos y contactos hasta que la encontré, le di click en el nombre, abrí el perfil de la desconocida y la analicé, la estudié, empecé con la clasificación de gustos, de colores, de comidas y música, vi los lugares a los que iba, los señalé en el mapa de mi teléfono móvil, eventualmente los visitaría y cuando la viera, la estudiaría, su risa, su voz, su forma de vestir, sus gestos y sus gustos hasta que supiera que tipo de hombre necesitaba y entonces, me transformaría pues ahora, si mi cama permanece sola e inalterable es por decisión y no por condición.

Lo sé, dirán que sigo estando solo, que miento, que me fui al otro extremo y que por lo tanto, sigo condenado a la ausencia del amor... tal vez sea cierto desde tu perspectiva pero, desde la mía, encontré el verdadero amor, encontré el amor propio y sí, sigo solo pero, ahora mi soledad es un espacio de reflexión, disfrute, de construcción no de la personalidad sino de múltiples personalidades donde soy lo que les hace falta. En ese día en que toqué fondo tenía que escoger una de dos opciones, o permanecía en soledad y seguía sumiéndome en la autocompasión o... no, no escogí encontrar el amor, escogí evitar... la soledad de los demás.

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