Vasili Kandinsky en México

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Foto: larazondemexico

A partir del 30 de octubre, el Museo del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México presenta la exposición: Kandinsky, impresiones de una vida nómada.  A través de más de 50 obras creadas por el artista entre 1898 y 1941, la muestra se enfoca, en la relación de la obra del pintor ruso con los principales compositores contemporáneos con los que se vinculó; de forma que esta exhibición es también un acercamiento a la música de vanguardia de esos años.  La museografía propone un recorrido por las diferentes etapas de la producción artística del genio ruso que por vez primera se verá en nuestro México.

[caption id="attachment_818483" align="alignleft" width="300"] Obra de Kandinsky[/caption]

El artista ruso Vasili Kandinsky (Moscú, Rusia, 1866 - Neuilly-sur-Seine, Francia, 1944) ha proyectado una larga sombra en el arte moderno. Su pintura es un continuo viaje de asombros, de pasajes de la memoria interminables, que lo llevaron a Munich – donde inicio sus estudios artísticos, en 1896, a los treinta años–antes de la Primera Guerra Mundial, Rusia, después de una larga estancia en el Bauhaus, en Alemania, durante los años vente, finalmente, en París. Un vagabundo universal fue Kandinsky, icono de la vanguardia, y sus desconcertantes composiciones pictóricas, atraen con fuerza la mirada contemporánea, al margen de la compleja trama estética que desafía su despliegue estético.  No fue el inventor del arte abstracto, pero sí el que más promovió el concepto de la abstracción ideal, en aquellos tiempos de cambios radicales en el arte de finales del siglo XIX y principios del XX.

Su obra teórica costa de tres títulos: De lo espiritual en el arte, 1911; Mirada retrospectiva, 1901-1913, su escrito más personal, y  Punto y línea sobre el plano, 1926, ensayo  dedicado a los elementos gráficos en la creación artística. Sus últimos escritos se publicaron en las revistas francesas Cahiers d’ Art (1931) y XX’ Siecle (1933- 1939), complementan sus teorías expuestas en sus libros, que son en definitiva, instauradores de múltiples conceptos teóricos.

En Kandinsky sorprende casi todo. Pintor, poeta, autor dramático, pero sobre todo coherente teórico del arte y perseverante pedagogo de sí mismo. Pero lo que no sorprende, es que con Malevich y Mondrian, son los pioneros de un arte nuevo que renuncia al objeto y entiende las formas artísticas como la expresión acabada de un imperativo expresivo interior.

Kandinsky da el paso de la figuración a la abstracción - Pintura con borde blanco, es el mejor ejemplo - en un largo y lento proceso con avances y retrocesos, en absoluto lineal, y con un resultado de una profunda reflexión.  La obra de arte como la visualización de la presencia real de sensaciones y percepciones sensibles que sólo alcanzan la realización a través de las formas del arte. Un obstinado al extremo en sus imágenes: una vaca, una mujer y un árbol son figuras concretas en el estado natural, pero que cambian y se reconstruyen constantemente en la paleta  imaginaria de Kandinsky; es decir, abstracciones que sólo la experiencia estética nos descubre.

[caption id="attachment_818486" align="alignright" width="259"] Obra de Kandinsky[/caption]

En 1911 Kandinsky  funda  junto a Franz Marc y August Macke el grupo  Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), organizando diversas exposiciones en Berlín y Munich. Un documento incomparable de nuestro tiempo, que suscitó el problema del nuevo “contenido” del arte, de la “construcción interior y mística”. Con ellos comparte alguno de sus supuestos, como el activo antinaturalismo que conduce a la abstracción, pero con ideas propias. A los fauves se debe su preferencia por los estridentes colores primarios pero desconfiado siempre de la tendencia decorativa y suntuaria del extremismo cromático que “neutralizó” el arte de su compañera Gabriele Münter.

En estos años Kandinsky concede mayor atención al co­lorido cubista y difuso de Robert Delaunay y a las atenuadas cualidades ornamentales de la estética bizantina to­davía activa en la iconografía popular rusa, una pa­sión confesada por el artista durante toda su vida. Kandinsky pretende siempre un arte concreto, en el que las formas cum­plen una función puntual. Un camino hacia la abstracción que no se considera la desviación gratuita del ilusionismo del renacimiento, ni la secuela del simbolismo cromático. De esta época hay cuadros claves para entender esa transición creativa: El Jardín I, 1910; Paseo en barca, 1910;  Fiesta de todos los Santos I, 1911, y, Otoño II, 1912, que  dejan ver todavía objetos reconocibles, aunque la abstracción  ya es reconocible. El tema se disuelve en las masas de color, aunque Kandinsky no lo deja totalmente. La disposición del color define y delimita los juegos de sus composiciones. “La belleza del color – afirma el artista-  y la forma no es meta suficiente para el arte”.

La primera “época genial” de Kandinsky es la que  pintó  durante 1910 y 1920. Es Paisaje cerca de Murnau con locomotora, donde prepara el desarrollo de  su visión  abstracta.  “Se  puede reconocer en esta pintura - dice Robert Hughes-  las formas de las nubes, colinas y árboles, junto a un tren que arrastra su pañuelo de humo a lo largo del valle, y también su deuda con las pinturas fauvstas de Matisse y Derain”[1]. Una pintura evocativa. El artista distorsiona la naturaleza y la somete a una composición que recuerda el arte popular de Rusia, y saca a la luz la vida interior de las cosas, como si se tratara de un juego infantil. Son años cercanos y de colaboración al artista alemán Franz Marc, ya que apuestan por un arte total que reúna música y teatro  en un proceso de recuperación de los valores trascendentes de la obra de arte.

En 1910 culminan con las improvisaciones: un sorprendente Paisaje de Mornau y un conjunto de obras magistrales tituladas Compositions, serie de diez cuadros, y un número importante de bocetos. Por ejemplo, Composición 11 se perdió en la primera guerra, un cuadro descomunal, de 200 por 275  centímetros.  Pero contamos con el boceto preparatorio y con un estudio al óleo en el Guggenheim de Nueva York.

[caption id="attachment_818480" align="alignleft" width="300"] Vasili Kandinsky[/caption]

En el dibujo se destacan los detalles formales de la composición, que en el óleo: se difuminan en un entramado de formas v colores regido por un fuerte dinamismo. Ningún efecto de perspectiva. Manchas de color que se afirman me­diante una dinámica de contrastes. Impresión III es todavía más elocuente. Surge tras el primer concierto de Arnold Schónberg en Munich en 1911, y desencadena las afinidades entre los dos ar­tistas. Brillan el amarillo y el negro- ¿leve alusión al piano?- en tonos que deben ser disonantes. Es el momento de creativa absorción musical, de atrevidas analogías musicales que elevan el tono de la estética sensible del artista a la abstracción absoluta de la notación renovadora del compositor vienés. El cuadro entendido como un drama sinfónico.

Kan­dinsky aspira a “ilustrar armonías”: abandona la confrontación entre realidad natural y realidad pic­tórica y desarrolla un complejo de cualidades forma­les que se afianzan por sí mismas sobre la superficie del cuadro. “Ve” la naturaleza como un complejo de asociaciones y fuerzas, traducidas a elementos vivos del mundo del arte. “El pintor abstracto no recibe su inspiración de un frag­mento – dice Kandinsky - cualquiera de la naturaleza, sino de la natura­leza en su conjunto, de las diversas manifestaciones fine se acumulan en él y conducen a la obra”[2].  Una línea puede capturar un objeto o actuar libremente como medio artístico. Los acentos de color marcan la intensidad y el ritmo de esas confidencias.

Para Kandinsky su exilio en París fue difícil, pero el impulso que le dio Mies Van der Rohe fue muy importante, sobre todo en la difusión de sus murales de formas geométricas y estructuras abstrac­tas que tanto influyeron en Joan Miró.  Son años de tempestades creativas, que no minan su creatividad, pero que sí, denotan un comienzo de “decadencia” creativa. . . Sus últimos trabajos parisinos son un alud de signos ordenados casi gestualmente sobre diversos rectángulos. Figuras que divagan sobre el espacio pictórico trazando diversas composiciones. Algunas de sus últimas pinturas: Azul celeste (1940); Círculo y cuadrado (1943) El pequeño círculo rojo (1944), se caracterizan por el abandono de las composiciones geométricas de los años de la Bauhaus para practicar lo que los críticos han llamado “abstracción biomorfa”, por la frecuencia con que aparecen formas curvas y orgánicas. “Este Kandinsky tardío - dice el crítico Guillermo Solana - puede ser un pintor más débil, pero es fascinante por sus extrañas afinidades, que lo vinculan a la vez a las dos tendencias rivales de la vanguardia de la época: la abstracción geométrica y el surrealismo”. Es cierto, la potencia constructiva del color y su elocuente combinación, marcaron hasta el final el lenguaje y la obra de Kandinsky. Un artista que, mediante la materialidad de la línea y el color, creo una de las obras más intensas y emotivas del siglo XX. Sin duda, un  genial  innovador del arte  de las vanguardias.

[1] A toda crítica. Ensayos sobre arte y artistas, Robert Hughes. Anagrama, Barcelona, 1992.

[2] Punto y línea sobre el plano, Vasili Kandinsky. Editorial Andromeda, Madrid, 2005.

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