Despejada y airosa, la tarde de domingo avistaba una jornada larga en el ruedo, pues era de confirmación y porque otro consentido de la Plaza México, Pablo Hermoso de Mendoza, tenía su cita con la ganadería Bernardo de Quirós. Apremiante con Olivo, el abreplaza cárdeno claro de casi media tonelada, se lució en banderillas con unos recortes, pero se dio con el polvo al mal matar a un toro que era pura sosería, y la rechifla apagó los ánimos villamelones. Con el segundo toro, Mezquite, nada sucedió.
Arrogante, querencioso zaino entrepelado de 477, fue el dificultoso bicho de confirmación para Leo Valdez, tela nacarada y retoques blanquecinos, que supo cómo maniobrar al manso para, con serenidad y firmeza, dejarle la espada entera después de cuatro viajes. Naturales bajos y la muleta hacia adentro fueron las herramientas principales de este ansioso hidrocálido que quiso lucir mucho ante un toro que, de coz en coz, acaso tuvo fijeza frente a la vara de Curro Campos y nada más. Por otro lado, Relance, impresionante de agujas, cerró la glacial confirmación de un centrado Valdez que deja un buen sabor de noche, con futuro cabal para este joven espada.
El dato
El próximo año Jaral de Peñas cumplirá 50 años de haber sido fundada en Ezequiel Montes, Querétaro.
Barítono, suelto negrazo alto astifino y largo fornido de 518 de patas, no paró de moverse, distraído, tal como el de confirmación, tocó en primera suerte al encimista Cayetano, tabaco y antología dorada, madrileño que llegó a la México destemplado y sin una gran campaña que lo precediera. Lo más destacado de su turno fue el quite de Arturo Saldívar, ante el doble pase por varas del animal, una bella combinación de chicuelinas y tafalleras al mero centro del pandero. Con su segundo sino, Itinerante y sus 529 kilos, todo fue peor para el galán Rivera Ordóñez.
Bienvenido, tercero de los de Jaral de Peñas, veleto altísimo coronado con un gran sombrero de pitones, fue para Arturo Saldívar, terciopelo marino y elegantes ramales de plata, una airosa potra que se durmió en el peto del picador y pasó fino por los rehiletes de Jonathan Prado.
Con arrucinas muy valientes y unos derechazos emocionantes, ante un burel pronto aunque mal temperado por breve puyazo, el de Tehocaltiche le fue encontrando exaltación a un manso que expresaba. Tras tres dozantinas de buena estampa y una tanda de bernardinas gratas, el rebosante toro le regaló una oreja a su matador, a pesar de un aviso, y el público le correspondió al jaral con un arrastre lento impuesto al juez. Rabioso, capacho azabache de 513 de danzarín, no fue faena para Saldívar, en cambio.