El Neymar que juega del otro lado del mundo

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Caio soñaba con jugar una final de un Mundial de clubes con el Sao Paulo, porque nació en Brasil y porque siempre quiso ser futbolista. Ayer, sin embargo, estuvo en la final mientras que el Sao Paulo, el Corinthians y hasta el argentino River Plate, la observaron con lejanía.

Caio es un brasileño que juega en el Al Ain, un diestro que se mueve por la zona izquierda del centro del campo y que con su gol en las semifinales empató el encuentro contra el River. Después, en los penaltis, se rompieron todos los pronósticos que apuntaban a un duelo entre el Madrid y los campeones de la Libertadores.

A los futbolistas brasileños les cuesta abandonar su país o, más que dejarlo, lo que les cuesta es alejarse mucho y no volver de vez en cuando. O eso es lo que sucede con la gran mayoría de brasileños que pueblan las ligas europeas. Son jugadores fichados a precio de oro, buscados por los ricos europeos.

Caio está en el lado opuesto, en el del chico al que Sao Paulo, Palmeiras y Santos le dijeron que no tenía cualidades suficientes para jugar allí. No pasaba aún de 1,50 (ahora llega a 1,70) y no estaba entre los más destacados de su generación. La primera vez, el primer "no", puede ser un error de quien te mide. El segundo aún puede ponerse en duda. El tercero es ya una confirmación. Iba a dejar el futbol hasta que una escuela de Japón hizo una prueba en Brasil, en una localidad cercana a la casa de Caio.

En cinco minutos, quizá los más decisivos de su vida «y dos toques de pelota» como reconocía en una entrevista a Espn, les convenció. Jugó más partidos con ellos y le invitaron a Japón, a estudiar y a jugar al futbol. Su padre le empujó a aprovechar la oportunidad sin dudarlo. Su madre tuvo más dudas.

Pero él se marchó. No entendía nada. Sólo que cuando pasaba un profesor o un alumno mayor, tenía que bajar la cabeza; que no le perdonaban la impuntualidad y que tenía que fregar su baño.

Cuenta que todos los días apuntaba una palabra nueva para aprender y pasado medio año ya podía manejarse. No fue fácil: «Veías aquellos peces crudos delante y otras cosas que parece que iban a moverse...», seguía contando en Espn. «Sólo comía arroz con ketchup y mayonesa, que me salvaban cuando no me gustaba la comida», decía.

Sin embargo, era su única oportunidad de ser futbolista y no la dejó pasar. Después de la escuela, hizo pruebas para el Kashima. Le ficharon y le fue bien. Los periódicos le llamaban el "Neymar japonés". Estuvo dos años y medio hasta que le llegó la oferta del Al Ain.

Es verdad que el trato de la gente que tenía en Japón no se repite, pero la calidad de vida es superior. Y sobre todo, con el Al Ain le llegó la oportunidad de su vida: enfrentarse al Real Madrid, a Marcelo, a Casemiro, ganar el balón de plata del torneo que lo reconoce como el segundo mejor talento del certamen y que en Brasil descubran que él también es jugador de futbol.

?@7CaioLucas win the Silver Ball Award as the second best player in the #clubwc #alainclub @alainfcae pic.twitter.com/2sTsOYeHQv

— Al Ain FC - EN (@alainfcae_en) December 22, 2018

Con información de La Razón de España

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