Vueltos ruedos bravos los tribunales de la Ciudad de México, teniendo el toro la palabra –y aún así sin quererla tomar de tanta mansedumbre–, la tarde de los Xajay comenzó a venderse para recibir a un público fiel, emocionado, puntual hasta el colmo, atiborrando casi sus asientos de concreto.
Con una semana de altibajos, aspirando encontrar otro performance animalero de los taurinos no comulgantes que se quedan en su respectiva faena afuera, pasó que todos fueron encontrando su lugar sin menoscabos, pero tampoco sin entender cabalmente la campañita redentora de la filia que los condujo.
La Plaza México, a punto de sus 78 años, nos recibía el domingo, sitiada por una amable campaña taurinista (de hombres y frases taurófilas exclusivamente), muros contra destructores de monumentos y varios cientos de uniformados, mansos, buscando su querencia. Y de nuevo nos hacía sentir que a los comulgantes de la fiesta nos faltaba algo, un toro quizá.
Bendita libertad, con 484 kilos de emoción para el desmonterado moreliano Isaac Fonseca atesorando, de hinojos y a gritos libertarios en pos de la tauromaquia, el triunfo, pasó por un alfiler de puya, tres buenos pares de rehiletes y buenos dos ligues derechistas con la muleta. Buen duende, dos pasadas con la toledana. Ya había crónica para los bureles esta vez.
Otra suerte la de Agradecido, media tonelada y 32 kilos de más alegría, pasó sin caballo pero igual de bien por la segunda tercia en suerte. La muleta del oficiante padrino y veterano Sebastián Castella, lucida, no paró de de hacer círculos de toriles a puerta de matadores. Con eso y dos espadazos cayó la primera oreja de la reapertura con algunos deseando que así hubiera sido la faena de la bronca del pasado domingo.
Gordolobo, para Leo Valadez rebuscando gloria, fue un astifino de 530 kilos y bel morrillo que le dio buen juego del lado de los lanceros hasta que se cansó. Con respuesta de manoletinas para los otros dos coletas se perfiló a matar. También mandó de dos viajes a su cuna de arena sin vibrar al bicho. De aplauso para torero, empeñoso farol.
Atravesábamos la cita a la mitad con voluntad de todos, ¿del ganadero también?, pero ya asomando ese vicio mayor que han sido los avacados astados desde hace tiempo. Nos volteábamos a ver, una oreja no iba a hacer triunfo y el llenazo menos algunos cantaba y decantaba.
Para su segundo, con casi toda la arena ennegrecida de frío pero ambientazo en los tendidos, Castella y su azul y oro reservaba sendas verónicas de saludo y brindis público. Suavecito, que en eso se quedó hasta con caricias de mascotita en su melena, el más alto a esa hora de la tarde, se revolvió de la pared al tercio con ganas rebrinconas pero ya sin presencia, parado a media faena pasada poco después, pero estocado en primera intención. Pues sí, otra oreja francesa del respetable.
Valadez, palo de rosa en joyería dorada, y su Limonero sin limón, meano cárdeno asombrerado, fueron apagando el fuego crepuscular de una afición ya metida en su propia fiesta. Con todo y banderillas desordenadas de matador, sin toro no podía haber corrida. Con aviso y tres intentos se despidió en silencio, con puntilla de Omar Gutiérrez, por las atenciones con el gentío.
Hueso en oro, confirmante en torero Fonseca lució bien en capote primerasuerte, y podríamos decir que, por no puyar a su segunda suerte, luego de un buen segundo tercio rehiletero a cargo de Gerardo Arriaga y Ángel González, se le cayó un sexto que medio desarrolló sentido alarmista y se llamó, jugando, Doceavo, jabonero rematado en meano, sordo mansón bien presentado. Mató el novísimo matador una tarde, de mediana a regular, en descabello algo logrando. Nos volteábamos a ver, una estampa no iba a hacer buen triunfo.
Con todo y tanto apencamiento de bureles bien presentados, hubo aplausos para Valadez con reclamo en los últimos pasos de salida. Hubo palmas bien ganadas para Fonseca que aceleró su andar, avergonzado. Y un exagerada hombrina con vuelta al ruedo para el francés que tenía en general paisana atenta en Sabrina Khaïda, visitante parisina que de filóloga acabó en la marqueteada de culta vuelta por estos lares.
De cierraplaza corra otro dato para el lector avezado solamente. Si no hay toros, por publicaciones que lo impongan no pararemos. Igual, en el recuento de los daños de seiscientos veintitantos días sin toros, surgió un nuevo esfuerzo de plomo en la búsqueda de razones taurinas por parte de Rafael Cué. La revista Tauro magazine –tauromagazine.com– cubre de celosa información el panorama textual de un mundo que, más que murallas, necesita que recordemos que si de algo está forjado es de sensibilidades comprometidas cotidianamente.